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Seguidores de Bolsonaro levantan los bloqueos en las carreteras, pero siguen las protestas en grandes ciudades de Brasil

La policía antidisturbios toma posición para despejar un bloqueo realizado por simpatizantes del presidente Jair Bolsonaro en la carretera Castelo Branco, en las afueras de Sao Paulo, Brasil.

Eleonora Gosman

San Pablo —

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Las “fuerzas de choque” del bolsonarismo, integradas por camioneros y aliados, han abandonado los bloqueos, pero las protestas continúan en el centro de las grandes ciudades: Brasilia, Sao Paulo, Río de Janeiro y Porto Alegre. Miles de manifestantes, envueltos en banderas brasileñas, se reunieron frente a edificios del Ejército para pedir “intervención federal”, una forma disimulada de exigir alguna acción militar. Hubo, además, un cambio de consignas y de los carteles desapareció cualquier mención específica a Jair Messias Bolsonaro para evitar que el “líder” se vea eventualmente involucrado en algún proceso legal. 

En lugar del apoyo específico al presidente brasileño, se mostraron carteles con el lema “Lula a prisión”. El cambio de orientación fue una orden de los dirigentes bolsonaristas que circuló a través de las redes sociales. Les preocupa el hecho de relacionar al jefe de Estado con “acciones antidemocráticas”. 

Entre los políticos opositores, pero también oficialistas, se interrogaban este miércoles cuánto tiempo podrían prolongarse las movilizaciones callejeras, que cuestionan la legitimidad de los resultados electorales del domingo. Algunas respuestas, como las del intendente de Río de Janeiro Eduardo Paes, un político que se alió con Lula da Silva y que ya fue diputado federal, dan poco tiempo de vida a las manifestaciones: “Estamos viviendo el último suspiro del bolsonarismo, que ni de cerca tiene la mayoría de las personas que votaron a Bolsonaro”, señala Paes.

En su visión, el actual presidente “es un hombre que muestra, en su salida, que es cierto todo aquello que se habló de él: no consigue entender el juego de la democracia”. Más categórica aún es la opinión de que no ve al gobernante “como un líder político de la oposición”. “Dudo incluso que se mantenga por mucho tiempo en el partido que lo albergó como candidato presidencial, el PL”, señaló en una entrevista con la prensa local.

Varios juicios abiertos

Con todo, no es posible ignorar su capacidad para interpretar personajes que lo acerquen con algún carisma a los sectores más populares. “Él es principalmente un altavoz de las frustraciones de parte de la sociedad”. Desde luego, no se puede menospreciar esa capacidad. Pero el mandatario tendrá que cuidar su situación judicial en cuanto termine el mandato el 31 de diciembre próximo: junto con sus hijos es el blanco de varias causas que se tramitan en la Corte Suprema. Según un magistrado citado por el diario O Globo, “Bolsonaro precisa actuar en dos frentes: primero, cuidar personalmente de él y sus hijos por las investigaciones judiciales; luego, preservar su grupo político, que a pesar de derrotado consiguió fortalecerse en estas elecciones”. 

Por otro lado, es clave la actitud asumida por varios de sus aliados más próximos: Artur Lira, presidente de la Cámara de Diputados, que actuó junto al gobernante, se apresuró el domingo a reconocer la victoria de Lula. Otro tanto hizo el gobernador electo de Sao Paulo, Tarcísio de Freitas, quien fue ministro del gobierno de Bolsonaro. 

A modo de interpretación de lo que ocurrirá en los próximos meses y la capacidad del presidente electo para “unificar” su país, extremadamente polarizado, el carioca Paes sostuvo: “Lula tiene una exacta dimensión de lo que significa su victoria y de la oportunidad que se abre por delante”. Su triunfo es “fruto de un frente muy amplio” de políticos que decidieron apoyarlo convencidos que el dilema social era “democracia o barbarie”.

Esto explica y justifica la frase que se tornó ya reiterativa en el discurso lulista: “Mi gobierno no será del PT [Partido de los Trabajadores]”. De hecho, Lula ha demostrado casi de inmediato que está dispuesto a cumplir con ese principio y ha nombrado a su número dos y antiguo rival, Geraldo Alckmin, para coordinar el proceso de transición entre el gobierno actual y el futuro, tal como lo establece una ley de 2002.

Por otro lado, también ha indicado que el nuevo gobierno no será sin el PT y ha designado para acompañar al vice en esa tarea a dos de sus personas más próximas: el exministro Aloysio Mercadante y la presidenta del partido Gleisi Hoffmann. Otra figura del partido se hará cargo de negociar con el Congreso algunos cambios en la ley presupuestaria.

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