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La apuesta de Theresa May por aumentar su mayoría acaba en un rotundo fracaso

May, con su marido detrás, dejan la sede del Partido Conservador en la mañana del viernes.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Theresa May ha cosechado un fracaso que deja a los conservadores sin mayoría en la Cámara de los Comunes y pone seriamente en duda su futuro político. Ha cometido el peor error que se pueda imaginar para su partido: heredar una mayoría absoluta, convocar unas elecciones que no necesitaba y quedar ahora a merced de otros partidos en el Parlamento.

A falta de que que se adjudique un último escaño en la circunscripción de Kensington en Londres, los conservadores se quedan por debajo de la mayoría absoluta con 318 escaños, 12 menos de los que tuvo en 2015. La mayoría absoluta está en 326 escaños.

Los tories esperaban una victoria arrolladora de May y una mayoría absoluta de entre 50 y 100 escaños que permitiera a su primera ministra gestionar a su antojo la negociación del Brexit. Comenzaron la campaña con más de 20 puntos de ventaja sobre los laboristas. En porcentaje de votos, los tories llegaron al 44%, pero la remontada laborista les permitió alcanzar el 41%.

A las 13:30 hora española, May ha acudido al palacio de Buckingham para pedir a la reina la autorización para formar Gobierno con el apoyo de los unionistas de Irlanda del Norte, que han obtenido diez escaños en esta cita electoral. De este modo, logra una mayoría ínfima de dos escaños, insuficiente para afrontar con garantías las negociaciones del Brexit.

“Acabo de ver a la reina y formaré un gobierno que pueda dar seguridad a este país. Este gobierno también nos guiará en las cruciales negociaciones del Brexit”, ha dicho durante una breve comparecencia justo después de su reunión con la reina.

La remontada de Corbyn

Jeremy Corbyn ha derrotado a los sondeos y a los ataques de la mayoría de los medios de comunicación al aumentar el número de escaños de los laboristas hasta 261, 31 más que hace dos años. Incluso sus enemigos más declarados en los medios de comunicación reconocieron que Corbyn había tenido una excelente campaña electoral y que su programa, despreciado al principio, había conectado con los votantes laboristas.

Los laboristas han conseguido importantes victorias, algunas llamativas, como la conquista de Canterbury, un distrito que había sido conservador durante el último siglo. En Gales, donde los tories esperaban arrebatarles varios escaños, ocurrió lo contrario y el partido de Corbyn tuvo varias victorias inesperadas.

Corbyn pronunció un encendido discurso en el que cargó contra la austeridad y la falta de financiación de la educación y la sanidad públicas. “La primera ministra ha convocado estas elecciones para reforzar su mandato, pero estos resultados deberían ser suficientes para que se marchase”, ha asegurado Corbyn. Y remató: “La política ha cambiado y ya no volverá a ser la misma”.

Los nacionalistas escoceses del SNP han sufrido su derrota más clara en unas elecciones desde que comenzaron a dominar la política de Escocia y se quedan en 35 escaños. El ex ministro principal escocés e histórico líder del partido, Alex Salmond, es uno de los 20 diputados del SNP que se quedan fuera en esta legislatura. Ha perdido su lugar a manos de los conservadores, que recuperan terreno en Escocia.

Los liberales demócratas han recibido una buena noticia con un resultado de 12 escaños. Una de sus figuras más conocidas, el ex viceprimer ministro Nick Clegg, se ha quedado fuera de la Cámara de los Comunes. Los euroescépticos de Ukip son los grandes perdedores de la jornada en porcentaje de votos, con una caída de 11 puntos, según los últimos datos disponibles, con lo que se han quedado a cero.

La diputada verde Caroline Lucas ha conseguido la reelección en su escaño de Brighton por una amplia diferencia manteniendo así la presencia ecologista en el Parlamento.

Como era de esperar, la desaparición de Ukip en casi todo el país –ha perdido tres millones de votos– ha beneficiado a los tories, pero en varias zonas del país, como el norte de Inglaterra, una parte de sus votos ha vuelto a los laboristas impidiendo así que May consiguiera la victoria que esperaba.

Con vistas a la mayoría, los tories aspiran a contar con el apoyo del DUP, el partido unionista del Ulster, que queda con diez escaños. El Sinn Fein ha sacado siete diputados, pero, como es tradicional en ese partido, ninguno de ellos tomará posesión de sus escaños en Westminster.

Una May mucho más débil que en mayo

El discurso de la primera ministra en la madrugada del viernes fue breve y carente de toda emoción, confirmando al final su gris papel en toda la campaña. May se limitó a recordar la necesidad de “un período de estabilidad” en el país y aseguró que si el Partido Conservador era el más votado, sería el encargado de formar gobierno para garantizar esa estabilidad. No hizo ninguna referencia sobre su papel en la formación del nuevo gobierno.

La intención de May al adelantar las elecciones era aumentar su mayoría para no depender del Parlamento en la negociación sobre el Brexit con la UE, y en la misma medida no verse condicionada por los diputados de su grupo parlamentario que no estuvieran de acuerdo con sus decisiones sobre ese asunto. Esa estrategia ha fracasado por completo.

Un tuit de May del 20 de mayo sirvió muy pronto en la noche del jueves para confirmar hasta qué punto lo sucedido echaba por tierra los planes conservadores. May dijo entonces que una pérdida de sólo seis escaños tories podría llevar a Jeremy Corbyn a Downing Street. Finalmente, el voto del miedo a Corbyn no surtió mucho efecto. Tampoco la reacción furibunda de May tras el atentado de Londres, cuando denunció que había “demasiada tolerancia” en la sociedad británica hacia el extremismo.

La impresión generalizada es que un Parlamento sin mayoría absoluta arrojará un Gobierno débil que no estaría en condiciones de afrontar las negociaciones del Brexit. De ahí que varios periodistas sólo tardaran unas pocas horas en afirmar que no es en absoluto inimaginable que se repitan las elecciones el próximo otoño.

En ese caso, las posibilidades de Theresa May de repetir como cabeza de cartel en una nueva convocatoria electoral serían casi nulas. En BBC, preguntaron al ministro de Comercio Internacional, Liam Fox, si los tories forzarían la dimisión de la primera ministra por haber obtenido unos resultados mucho peores de lo esperado en unas elecciones que no estaba obligada a convocar. Sorprendentemente, Fox prefirió no responder a la pregunta y sólo dijo que “era demasiado pronto” para conocer el resultado, ya que en ese momento sólo se conocían los datos de las encuestas de las televisiones.

De forma anónima, otros diputados tories eran mucho más expresivos en sus conversaciones con periodistas. Daban por hecho en términos tajantes que hacían responsable a May de la decepción, de un programa electoral que se vieron obligados a rectificar después de su presentación, y de que el futuro de May como líder conservador era ya muy oscuro.

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