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Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal

The Guardian en español

Un cantante de un reality show rompe el silencio de la represión cultural de Mao

Yang Le, durante una de sus actuaciones en China Star

The Guardian

Tom Phillips —

Hace medio siglo su padre murió al tirarse desde el tejado de la Universidad de Pekín. Yang Le se subió al escenario para contarle a millones de espectadores chinos cómo la revolución cultural de Mao desgarró a su familia. “Cuando era joven éramos seis en casa... mi padre era guapo, mi madre era joven y bella”, cantó el concursante de pelo canoso en China Star, el Factor X del país. “Después de la revolución cultural solo quedamos cinco”.

Cuando terminó su canción impregnada de pena, destinada a romper algunos de los tabúes de la Revolución Cultural, Yang se mordió su labio inferior. Los aplausos recorrieron el teatro; los jueces saltaron de sus asientos; las lágrimas inundaron las mejillas de todos.

“No estaba seguro de si estaría preparado para terminar la canción”, explicó el músico de 60 años ya retirado en una emotiva entrevista. “Tuve que obligarme a relajarme porque esto no era solo cosa mía. Millones de familias sufrieron exactamente lo mismo en China”, recordó.

En mayo se cumplen 50 años del comienzo de la Gran Revolución Cultural de Mao Zedong que convulsionó China. Fue un abrumador y sangriento intento del líder por remodelar y reafirmar el control sobre el Partido Comunista que él mismo ayudó a fundar en 1921 gracias a la movilización de los jóvenes de la nación.

Un nuevo libro sobre este periodo del historiador Frank Dikötter revela el grotesco catálogo de violencia que se utilizó contra los “enemigos de clase” e intelectuales. Cuenta cómo los adolescentes que conformaron la Guardia Roja llevaron a cabo el mandato de “barrer los monstruos y los demonios” por toda China.

Las víctimas fueron golpeadas, azotadas, apedreadas y denostadas por “los generales de Mao” u obligados a tragar clavos y excrementos mientras que la multitud miraba divertida. Las casas y los lugares de culto fueron saqueados y quemados. Un profesor se suicidó después de ser atacado por los estudiantes que le obligaron a beber tinta. A otro le rociaron de gasolina y le prendieron fuego. A otros les electrocutaron e incluso les enterraron vivos.

“Fue un pasaje demente, un Alicia en el País de las Maravillas gobernado solo por una lógica”, recuerda el diplomático británico Percy Cradock en sus memorias. “El país estaba en medio de una pesadilla”, sentencia.

Según algunas estimaciones, dos millones de personas perdieron la vida en la década en la que murió el padre de Yang Le, Wang Yuguo, profesor de economía industrial en la prestigiosa Universidad Renmin en Pekín. “Mi padre fue perseguido y se suicidó. Saltó desde el tejado del edificio”, relató el músico.

“En la Universidad de Renmin se suicidaban profesores cada día. Fue horrible. Oías a alguien llorar y te preguntabas quién era y a qué familias les estaban pasando cosas tan atroces.

La muerte prematura de su padre devastó a su familia. Su madres se vio obligada a vender las pertenencias de su marido muerto –incluso a veces su propia sangre– para alimentar a los cuatro hijos del matrimonio. Los tres hermanos de Yang fueron enviados al campo para 'reeducarse' en un intento de controlar a los merodeadores de los Guardias rojos de Mao.

Al final, la madre de Yangs se volvió a casar y se mudó al sur, a la provincia de Juangxi. “Ella se sentía muy triste, pero no tuvo opción”, rememora el músico.

Un error histórico

Los líderes del Partido Comunista chino creen que la Revolución Cultural fue un error. Una resolución de 1981 constató que la larga década de agitación “fue responsable del más grave retroceso y de las peores pérdidas por parte del partido y del Estado desde la fundación de la República Popular en 1949”. Dos años antes, el ejército popular de liberación de Ye Jianying calificó este periodo como “una espantosa catástrofe sufrida por todo nuestro pueblo”.

No obstante, medio siglo después del comienzo de los disturbios el tema sigue siendo un gran tabú en China. Los libros de texto eluden ese problema y los debates sobre el papel central de Mao en el desastre son rechazados.

Yang, un flautista de formación clásica que huyó de China durante la represión de Tiananmen de 1989 y fue a estudiar a la Schola Cantorum de París, explicó que algunas de sus canciones habían analizado las consecuencias de la Revolución Cultural.

El rechazo del Gobierno a revisar ese pasaje de la historia dice mucho acerca de lo sucedido durante aquellos diez años desde el inicio de la Revolución Cultural en 1966 y la muerte de Mao en 1976, etapa que sigue siendo muy difusa. Por ejemplo, las circunstancias exactas que envolvieron la muerte del padre de Yang siguen siendo un misterio.

El cantante explicó que él cree que su padre había sido interrogado y apaleado antes de que lo encontraran muerto el 4 de diciembre de 1968 con 39 años. “Escuché que ellos usaron zapatos para golpear a mi padre en la cara. Él se sintió humillado. No pudo aguantarlo”, dijo Yang.

Pero antes de que su cuerpo fuera incinerado, la madre de Yang descubrió una hendidura en el cráneo de su marido muerto. Esto le llevó a sospechar que pudo ser atacado por guardias rojos, hecho que seguramente le empujó a su muerte. “Si alguien salta de un edificio, se puede esperar que se encuentren lesiones en su cuello, problemas internos, pero no el tipo de golpe que mi madre vio”, explicó el cantante.

Es poco probable que el 50º aniversario de la Revolución Cultural dé algo de luz a esta causa. Dikötter vaticinó que los líderes de China buscarán recordar todo lo sucedido con un silencio total. “A los ciudadanos chinos se les ha dicho una y otra vez que es mejor olvidar y que sigan adelante con ello”, apunta el historiador.

“El gobierno actual es muy consciente de que existe el peligro de que su legitimidad y credibilidad se vea afectada, esta es una discusión pasada. Sabe también que la historia es uno de los pilares de su propia credibilidad y eso no puede ser pasado por alto. Es tan simple como esto”, comentó Dikötter.

La determinación del partido de enterrar los horrores de la Revolución Cultural hizo que la actuación televisiva de Yang Le en prime time, en noviembre del año pasado, fuera más que inusual. El cantante aseguró que llegó a temer que los productores del programa intentasen censurar sus letras, pero luchó contra ello gracias a la ayuda de Cui Jiam, un amigo y conocida estrella del rock en China. Al final, el canal se ablandó.

“Hay películas y novelas que cuentan historias de ese periodo así que, ¿por qué no podíamos cantar ese tipo de canción?”, se preguntó Yang. Dikötter explica que Pekín había tenido mucho éxito a la hora de “acabar con el recuerdo de la Revolución Cultural” y al evitar cualquier reclamación de pruebas relevantes dentro de uno de los capítulos más oscuros de la historia de China. “Creo que esto deja cicatrices. Esto deja una sociedad muy traumatizada, quién hizo qué a quién, sin que haya ninguna intención de reparación o de justicia”, lamentó.

Pero la avalancha de emociones que provocó la actuación de Yang deja claro que mucha gente no ha olvidado el dolor y el sufrimiento que causó todo esto a sus familias. Yang, que cita a Gustav Mahler y a Serge Gainsbourg entre sus influencias, dice que para él la música no es solo un entretenimiento, sino una forma de inspirar a lo que la escuchan para que afronten la verdad por dolorosa que sea.

Cree que las lágrimas que provocó su actuación se deben a la carga emocional que todavía soportan todos los que presenciaron los abusos en la Revolución Cultural. “Recordar aquel momento de la historia es algo realmente duro para nuestra generación. Fue una catástrofe. Fue como una guerra”, confiesa.

Traducido por Cristina Armunia Berges

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