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The Guardian en español

Qué fue de las propuestas estrambóticas y los millones prometidos para reconstruir la catedral de Notre-Dame

El estudio sueco Ulf Mejergren Architects proponen crear una piscina pública en lo alto de Notre Dame

Oliver Wainwright

Apenas se había asentado el polvo en la Catedral de Notre-Dame, después del terrible incendio de abril, cuando algunos de los arquitectos más destacados del mundo empezaron a presentar propuestas para volver a levantar la famosa aguja de este símbolo de París.

El arquitecto británico Norman Foster fue uno de los primeros en dar a conocer su visión, y propuso construir una cubierta de cristal abovedado “ligera y luminosa”, que culminara con una aguja de cristal y una plataforma de observación. En su opinión, la reconstrucción debía dar lugar a una “obra de arte en torno a la luz... contemporánea y muy espiritual, que capturara el espíritu de seguridad del tiempo presente”. Algunos compararon el concepto con su aclamada transformación del Reichstag en Berlín; otros pensaron que sería más apropiado para un centro de conferencias.

El estudio de arquitectura sueco UMA propuso instalar una piscina gigante en la cubierta, con las estatuas de los 12 apóstoles reposicionadas como salvavidas en el borde. Por su parte, el estudio de arquitectura francés Studio NAB propuso convertir el techo en un invernadero con fines educativos, con una nueva aguja concebida como una colmena gigante.

Mathieu Lehanneur, un diseñador francés, sugirió erigir una enorme llama dorada en el lugar que había ocupado la aguja antes del incendio. “Me gusta el concepto de que se pueda congelar un momento histórico para que permanezca para siempre”, indicó. “Lo considero una forma de capturar la catástrofe y convertirla en belleza, transformando lo efímero en permanente”.

De hecho, fue el primer ministro de Francia, Édouard Philippe, quien dos días después del incendio anunció que se convocaría un concurso internacional para la reconstruccción de la catedral. Tras la promesa del presidente Emmanuel Macron el día anterior de que se reconstruiría “más bella que antes”, y que se completaría en solo cinco años, Philippe abogó por levantar “una aguja adaptada a las técnicas y retos de nuestros tiempos”.

Sus palabras dieron lugar a una lluvia de propuestas audaces. En los días posteriores al incendio, las promesas y los planes más originales también llegaron acompañados de una lluvia de donaciones. Las principales fortunas del mundo hacían cola para ayudar, y cada uno parecía estar dispuesto a ser visto como el más generoso. François-Henri Pinault, propietario de Gucci, prometió 100 millones de euros (84,5 millones de libras esterlinas), pero Bernard Arnault, propietario del grupo de artículos de lujo LVMH, lo superó con 200 millones de euros. Los herederos de L'Oréal también se comprometieron a ayudar, al igual que Apple, Total y muchos otros. En un plazo de 48 horas, la suma prometida superaba los 1.000 millones de euros. ¿Qué ha pasado desde entonces?

Mientras el campanario neogótico iba desapareciendo entre las llamas, muchos temían que se hubiera perdido todo. Pero, en realidad, algunos elementos valiosos del edificio consiguieron salir indemnes del terrible siniestro. El gran techo de madera, apodado “el bosque” por los miles de árboles que fueron necesarios para las vigas, desapareció, junto con la aguja del siglo XIX, pero el magnífico rosetón del siglo XIII, el gran órgano, las innumerables reliquias sagradas y la mayor parte de la estructura de piedra permanecieron intactos.

La catedral estaba en obras en el momento del incendio. La fachada estaba cubierta por unos andamios y este hecho ha complicado la tarea de excavación para evaluar los daños. Es un milagro que los 800 grados de temperatura no hicieran que se desmoronara, pero sí consiguieron fundir las 50.000 barras de acero, que al fundirse las unas con las otras han dado lugar a una intrincada red; muy difícil de separar sin causar daños a la piedra sobre la que se asienta.

Por otra parte, durante el verano se paralizaron las obras por temor a una intoxicación por plomo ya que el incendio había conseguido desintegrar más de 400 toneladas de plomo del tejado, que se dispersaron en la atmósfera. Todo ello hizo que se optara por parar las obras e iniciar una concienzuda operación de limpieza.

A medida que se va conociendo la envergadura de las obras de rehabilitación, resulta cada vez más improbable que se pueda cumplir con el plazo de cinco años que Macron prometió en su momento. En una rueda de prensa celebrada en octubre, el ministro de Cultura de Francia, Franck Riester, señaló que el plazo de cinco años era un “deseo” pero que la prioridad es garantizar la “calidad” de la reconstrucción.

Patrick Chauvet, el rector arcipreste de Notre-Dame, también se ha mostrado partidario de avanzar con cautela, y ha afirmado que nadie debería esperar que se puedan hacer grandes progresos en breve. “Todavía estamos en una primera fase, la fase de asegurar [la estructura del edificio], y va a requerir más tiempo del previsto”, afirmó. “Más tarde, se podrá iniciar una segunda fase, en la que se evaluará la situación; tendremos que valorar el coste de la reconstrucción. Y la tercera fase, que empezará en 2021, estará centrada en la reconstrucción”.

La nueva aguja, fuente de acaloradas discusiones

No se ha anunciado públicamente cómo será la nueva aguja de la catedral. Sin embargo, a puerta cerrada es una fuente de acaloradas discusiones. En noviembre, el general Jean-Louis Georgelin, a quien Macron encargó la supervisión de las obras, le espetó al arquitecto en jefe, Philippe Villeneuve, que “cerrara la boca”, ante las miradas de asombro de los asistentes en un encuentro del comité de asuntos culturales de la Asamblea Nacional.

Villeneuve ha manifestado públicamente que no está a favor de una “flèche signature” (una aguja trofeo); una opinión que parece ser la mayoritaria. El arquitecto francés Jean Nouvel ha manifestado que él tampoco cree que ese sea el lugar apropiado para levantar un nuevo elemento contemporáneo. “Tenemos que ser más góticos que nunca”, ha indicado. Una encuesta también ha reflejado que el 55% de los franceses quieren que la aguja se reconstruya a imagen y semejanza de la que desapareció entre las llamas.

Sin embargo, otros consideran que es una oportunidad única que debe servir para impulsar un proyecto más ambicioso que la simple reconstrucción de la aguja. “París tiene un problema con la arquitectura moderna”, afirma Jean-François Cabestan, experto en Historia de la arquitectura. “Ahora tenemos la oportunidad de iniciar un debate internacional para tratar no solo las visiones en torno a una nueva aguja para la catedral sino también un plan para toda la Île de la Cité, que nos permita que deje de ser un territorio para turistas y pase a integrar el verdadero París”.

Traducido por Emma Reverter.

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