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The Guardian en español

Opinión

La contaminación atmosférica es el nuevo tabaco: tenemos que luchar contra la epidemia

Una capa de niebla tóxica envuelve los edicifios en Varsovia (Polonia)

Tedros Adhanom Ghebreyesus

La contaminación atmosférica es una emergencia sanitaria silenciosa que cada año termina con la vida de 7 millones de personas y afecta a la salud de muchas más. Una epidemia de muertes y enfermedades que se podría evitar de no ser por la tóxica nube de complacencia que se expande por el planeta.

Este es un momento clave en el que debemos intensificar las acciones para responder de manera urgente al desafío. La contaminación atmosférica pone en riesgo la salud de miles de millones de personas solo por respirar. Según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para todo el mundo, 9 de cada 10 personas respiran un aire contaminado y tóxico.

La contaminación atmosférica es un riesgo sanitario en todas las etapas de la vida. Durante el embarazo, la exposición al aire contaminado puede dañar los órganos vitales del bebé en desarrollo, incluyendo el cerebro, el corazón y los pulmones, y provocar afecciones como asma, cáncer y cardiopatías. La contaminación atmosférica también afecta negativamente al desarrollo del cerebro durante la infancia. Hace más difícil que a los niños les vaya bien en el colegio y reduce las futuras posibilidades de empleo.

Según las últimas estimaciones de la OMS, la contaminación atmosférica es responsable de entre el 25% y el 33% de las muertes por ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares, cáncer de pulmón y enfermedades respiratorias.

Nadie puede escapar de la contaminación atmosférica, ni pobres ni ricos. Un medio ambiente limpio y saludable es un primer paso crucial para garantizar una vida saludable. Si limpiamos el aire que respiramos evitaremos, o al menos reduciremos, algunos de los mayores riesgos para la salud.

La contaminación atmosférica está empeorando en muchas partes del mundo pero eso no significa que estemos condenados al desastre. Si todos cumplimos nuestra responsabilidad, podemos hacer mucho para mejorar la calidad del aire. Ninguna persona, ningún grupo, ninguna ciudad, ningún país o ninguna región pueden resolver el problema por sí solos. Hace falta que todos nos comprometamos y actuemos con firmeza: los responsables de la toma de decisiones en los gobiernos, los líderes comunitarios, los alcaldes, la sociedad civil, el sector privado y hasta los particulares. Hará falta tiempo y aguante, pero la responsabilidad de cada uno de nosotros es fundamental.

La OMS ya está librando la batalla. Estamos formando a profesionales sanitarios para que expliquen a sus pacientes los riesgos de la contaminación atmosférica y cómo reducirlos, así como dándoles las herramientas y pruebas que necesitan para convertirse en defensores de la salud cuando haya decisiones políticas con efecto sobre la calidad del aire y la sanidad.

La OMS es parte de acuerdos mundiales como los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el Acuerdo de París sobre el Clima y la Agenda Urbana 2030, donde se ha aliado con socios en los ámbitos de la energía, el clima y el medio ambiente. Estamos utilizando la “pelea de la salud” para incorporar a la conversación a los responsables del transporte, la planificación urbana, la vivienda, la energía y el medio ambiente y darles las herramientas, recursos y apoyo que necesitan para evaluar los efectos de sus decisiones políticas sobre la salud.

La OMS también apoya al sector sanitario para que “predique con el ejemplo” en temas de contaminación atmosférica y salud. Las ineficiencias en el consumo de energía dentro de los hospitales y otras instalaciones sanitarias contribuyen a la contaminación atmosférica. También constituyen un obstáculo para la prestación de servicios sanitarios básicos y, en última instancia, para la atención sanitaria universal. La OMS está trabajando junto a expertos del sector para comprender las necesidades energéticas que tienen los servicios médicos esenciales y contribuir a innovar en el suministro de energías limpias y renovables dentro de la atención sanitaria.

A pesar de que las pruebas son abrumadoras, todavía falta una acción política que impulse de forma urgente las inversiones y acelere las medidas para reducir la contaminación atmosférica. Es para mí un motivo de honor y entusiasmo la celebración, en menos de una semana, de la primera conferencia mundial sobre contaminación atmosférica y salud, con la OMS como anfitriona. En ella, ministros y autoridades sanitarias trazarán la hoja de ruta para reducir la contaminación atmosférica en sus países.

La conferencia incluirá un “día de acción” de alto nivel en el que esperamos que ministros, alcaldes, jefes de organizaciones internacionales y otros se comprometan a reducir la contaminación atmosférica y sus efectos en la salud. Esto incluirá medidas como fortalecer las normas y la legislación sobre calidad atmosférica, mejorar la evaluación de los efectos de la contaminación, fortalecer el liderazgo y el apoyo mundial, garantizar el acceso a la energía limpia y aumentar las inversiones en tecnologías de bajas emisiones, así como en investigación, seguimiento y evaluación.

El mundo ha pasado página con el tema del tabaco. Ahora debe hacer lo mismo con el “nuevo tabaco”: el aire tóxico que miles de millones de personas respiran todos los días.

Traducido por Francisco de Zárate

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