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The Guardian en español

Los primeros 100 días de Biden, entre la pandemia desbocada y la crisis económica

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, con la vicepresidenta, Kamala Harris

Daniel Strauss

Washington D.C. —

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Tras jurar como presidente de Estados Unidos, Joe Biden tiene previsto firmar una serie de decretos para abordar dos de las mayores crisis a las que se enfrenta el país: la económica y la sanitaria.

El equipo del presidente ha dejado entrever cuál es su escenario ideal para los primeros 100 días de la administración demócrata. Esto incluye casi una decena de decretos presidenciales y destinar 1,9 billones de dólares para un plan de estímulo económico y contra el coronavirus. El equipo de Biden también está planeando otra propuesta destinada a reforzar la economía.

Biden ya ha firmado sus primeros decretos

La firma de los primeros decretos ya se ha producido: en su primer acto en el Despacho Oval, Biden ha firmado 17 decretos y proclamaciones, cuyo objetivo ha sido deshacer muchas de las medidas que tomó Donald Trump.

Estos decretos están destinados a proteger el programa DACA contra la deportación de los indocumentados que llegaron a EEUU cuando eran niños, a detener la construcción del muro con México y a anular el veto migratorio que impide la entrada al país a los ciudadanos de 11 países de mayoría musulmana.

Biden también ha ordenado la vuelta de EEUU al Acuerdo de París contra el cambio climático, ha pedido a los estadounidenses que lleven mascarilla en todas las propiedades federales y ha evitado la salida del país de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Los planes del nuevo presidente

Biden también planea adoptar rápidamente medidas para cambiar el sistema de justicia penal del país y expandir el beneficio de la atención médica estatal a los estadounidenses de bajos ingresos.

“El presidente electo Biden asume la presidencia en un momento de profunda crisis para nuestra nación. Nos enfrentamos a cuatro crisis superpuestas y que se están agravando: la crisis de la COVID-19, la crisis económica resultante, la crisis climática y una crisis de desiguadad racial”, señaló el nuevo jefe de gabinete de Biden, Ron Klain, en un memorándum que dio a conocer al público el pasado fin de semana.

“Todas estas crisis exigen una acción urgente. En sus primeros 100 días en el cargo, el presidente Biden tomará medidas decisivas para abordar estas cuatro crisis, prevenir otros daños urgentes e irreversibles y restaurar el lugar de EEUU en el mundo”, añadió.

En cuanto a la inmigración, Biden tiene como objetivo poner fin a algunas de las políticas de inmigración de línea dura de la Administración Trump. En sus planes está dar a conocer propuestas para ofrecer un camino legal a la ciudadanía para los inmigrantes indocumentados. También buscará cómo dirigir ayuda económica extranjera a los países de América Central.  

Sin embargo, al mismo tiempo, un miembro del equipo de Biden ha advertido en la NBC que esto no significa que la nueva administración vaya a permitir la entrada a todos los solicitantes de asilo que lleguen al país.

Biden busca la unidad

Al trazar su agenda, Biden ha trabajado para enmarcarla como un momento más oportuno para la unión de la nación y olvidar las divisiones partidistas.

“No es difícil ver que estamos en medio de una crisis económica que ocurre sólo una vez en varias generaciones junto a una crisis de salud pública que ocurre una vez en varias generaciones”, afirmó Biden durante una rueda de prensa ofrecida el fin de semana.

La propuesta del plan de estímulo económico y el anuncio del contenido de los primeros decretos presidenciales muestran la confianza que tiene Biden en que su larga carrera en el Senado y los profundos lazos que estableció durante esos años en Washington pueden ayudar a superar los rencores partidistas y las divisiones políticas que han bloqueado al Congreso a lo largo de varias presidencias anteriores.

“La unidad no es sueño imposible, es el paso práctico que tenemos que dar para poder hacer las cosas que tenemos que hacer por el país”, dijo Biden en la rueda de prensa previa a convertirse en presidente.

El nuevo presidente ha mostrado más interés en intentar trabajar con republicanos y demócratas que en cumplir con la lista de demandas legislativas de los progresistas.

Con la Cámara de Representantes bajo control demócrata, pero con una mayoría de un solo voto final en el Senado (ante un empate es la vicepresidenta Kamala Harris quien tiene la capacidad de desempatar), los resultados que Biden pueda obtener en su primer –y probablemente único– mandato como presidente dependerán en gran parte de si tiene un número suficiente de senadores para apoyar una ley que acabe con el filibusterismo (obstruccionismo parlamentario).

Esta situación es diferente a la del comienzo de la Administración Trump, cuando el nuevo presidente optó intentar cumplir con el número uno en la lista de deseos de los republicanos: acabar con la ley de salud pública universal del presidente anterior, llamada por los opositores Obamacare.

Esa decisión resultó solo una victoria parcial. También borró cualquier pequeño vestigio de apertura que los demócratas pudieran haber mantenido en secreto respecto a que tal vez fuera posible algún tipo de bipartidismo bajo Trump.

Sin embargo, Biden está empezando a hacer públicas prioridades que al menos en abstracto no son motivo de objeción obvia ni para los republicanos ni para los demócratas: frenar el virus, ayudar a las pequeñas empresas y mejorar la economía.

La lucha contra el coronavirus y la crisis económica

Biden también se ha fijado el objetivo de poner 100 millones de dosis de vacunas en los primeros 100 días de su presidencia. “Tenemos que mover cielo y tierra para conseguir que la mayor cantidad posible de gente se vacune”, dice Biden.

“Creemos que en este plan hay propuestas que son pragmáticas, que tienen apoyo no solo en Washington, sino en capitales, ciudades y comunidades de todo el país y son urgentemente necesarias. Entonces, el presidente argumentará que debemos unirnos y avanzar en esto también”, dice un miembro del Gobierno de Biden sobre el paquete de estímulo económico.

A la pregunta de cuál será la parte más difícil en los primeros 100 días de Biden, el líder demócrata en la Cámara de Representantes, Jim Clybum, dice que será el pago del plan de estímulo económico.

“Por un lado todos están comprometidos en que tiene que haber uno. Todo el mundo lo quiere, así que no veo que puedan darse la vuelta en eso”, dice Clybum a The Guardian. “Creo que lo más difícil será el paquete de infraestructura”.

“Lo que ocurre es que hay que elegir quién va a pagar por eso. No creo que todo lo podamos cargar en la tarjeta de crédito. Los republicanos siempre van a tratar de evitar que Wall Street pague por cualquier cosa, pero creo que ha llegado el momento de que lo hagan y voy a ser muy elocuente y explícito, al igual que otros”, añade.

“No podemos seguir haciendo estos programas de infraestructura y que los paguen los agricultores rurales y las comunidades rurales”, sostiene el congresista.

El papel de los republicanos

A pesar de las palabras optimistas de Biden de que la fiebre de Trump se irá con su administración, ya hay indicios de que los principales republicanos se están preparando para obstaculizar la agenda de Biden y pintarla como un impulso apenas velado de la agenda de los progresistas y la izquierda.

“Creo que vamos a tener en los primeros 100 días de la administración Biden el esfuerzo más agresivo en la historia del país de llevar adelante políticas de carácter socialista”, dijo el senador Lindsey Graham de Carolina del Sur durante una aparición reciente en Fox News. Aun así, esta oposición puede ser más débil que la obstrucción llevada adelante durante la Administración de Barack Obama.

Biden y Mitch McConnell, senador por Kentucky y la figura más importante del partido republicano en el Senado, tienen una buena relación desde hace tiempo y los republicanos y demócratas veteranos de Washington dicen que los dos mantienen un contacto más estrecho de lo que se sabe abiertamente. En público, ambos muestran tranquilidad y control y evitan todo exabrupto y declaraciones contundentes que generen división.  

Esa distensión podría convertirse en una relación de trabajo pacífica y diplomática, bajo la cual propuestas de políticas bipartidistas se conviertan en ley. Al menos, así lo espera Biden.

Traducción de Alfredo Grieco y Bavio

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