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The Guardian en español

Los rebrotes en Georgia (EEUU) e Israel encienden las alarmas sobre los contagios en las escuelas

Una escuela vacía en Israel.

Peter Beaumont / Rosie Scammell

Washington / Jerusalén —

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El coronavirus puede transmitirse en colegios y campamentos de verano con mayor facilidad de lo que se creía. En Israel y en el estado de Georgia, Estados Unidos, se ha recopilado información sobre ciertos brotes que pone de manifiesto los riesgos de la reapertura de los centros educativos.

Un informe sobre un brote en un campamento de verano en Georgia elaborado por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos sugiere que los niños -incluso los asintomáticos- pueden desempeñar un papel importante en la transmisión de la COVID-19 entre sus contactos. Esa afirmación choca con varios estudios anteriores, en los que parecía existir consenso en torno a que los niños rara vez transmiten el virus entre ellos mismos o a otras personas.

Esta semana se prohibió la entrada a sus centros de trabajo a 260 empleados de uno de los mayores distritos escolares de Georgia porque, o bien tenían el virus, o bien habían estado en contacto con una persona infectada.

Esto sucede después de la publicación de un informe sobre lo que parece haber sido una cadena de “contagio masivo” en Georgia. Más de 200 adolescentes que asistían a un campamento de verano de la YMCA se contagiaron. Aunque el campamento, en el que participaban unos 600 niños y adolescentes, cumplía las normas sanitarias, el personal llevaba mascarillas pero los jóvenes acampados no estaban obligados a hacerlo. Además, el departamento de salud local explicó que grupos “relativamente grandes” de niños de entre 6 y 19 años dormían en grupo en cabañas .

Según un informe del departamento de salud de Georgia y los CDC el brote se produjo a finales de junio y se localizó después de que un adolescente que trabajaba en el campamento presentara síntomas. Después de hacer pruebas a 344 acampados, 260 resultaron positivos. Según el informe, es igualmente preocupante el hecho de que, al contrario de lo que se pensaba sobre la propagación de la enfermedad en los niños, los más pequeños y quienes pasaron más tiempo en el campamento tenían, aparentemente, más probabilidades de haber contraído el virus. “Los hallazgos demuestran que el Sars-CoV-2 se propaga eficazmente en un entorno nocturno y juvenil y eso da lugar a altas tasas de contagio entre todos los grupos de edad a pesar de los esfuerzos de los empleados del campamento por aplicar las estrategias recomendadas para prevenir el contagio”, explicaba el informe del CDC.

Además añadía que “la infección asintomática era habitual y contribuía potencialmente a una transmisión no detectada, como ya se ha informado. Esta investigación se suma al conjunto de pruebas que demuestran que los niños de todas las edades son susceptibles al contagio de Sars-CoV-2 y, contra lo que afirmaban las primeras investigaciones, podría desempeñar un papel importante en la transmisión”.

Mientras el Reino Unido y otros países debaten intensamente sobre la reapertura de las escuelas, lo sucedido en Georgia ha puesto de relieve lo poco que se sabe sobre la propagación de la COVID-19 entre los grupos de edad más jóvenes. Hasta ahora los esfuerzos se habían centrado en las personas de más edad, más vulnerables.

Parte del problema, como ya explicó el mes pasado el epidemiólogo de Harvard William Hanage, es que muchos países cerraron los colegios cuando comenzó la pandemia. Eso limitó la posibilidad de estudiar si el virus se propagaba entre los niños y de qué modo. Los estudios hechos sobre la propagación de la enfermedad en niños no han tenido la calidad deseada.

En los estudios realizados en los hogares se ha comprobado que los niños rara vez se infectan y rara vez contagian a otros. Pero todos esos estudios de hogares adolecen de un sesgo: empiezan por identificar a una persona infectada y luego hacen pruebas a las personas de su entorno.

Ahora bien, como los niños tienen muchas menos probabilidades de padecer una enfermedad grave o incluso de presentar síntomas visibles, eso significa que es más probable que se identifique a un adulto como el caso original de cada cadena de contagios. Y luego, cuando vas y tomas muestras de los niños, encuentras al niño y asumes que el adulto debe haberle transmitido al niño. “La otra cosa es que el cierre de colegios en el contexto de las medidas de distanciamiento social adoptadas limita la oportunidad de que los niños estén expuestos a contactos susceptibles de transmitir el virus. Por tanto, no estamos viendo los tipos de interacciones que podríamos esperar si se abren los colegios.”

Hanage resumió lo que se discute para The Guardian: “Si la transmisión comunitaria es baja, el coste para los niños de mantener los colegios cerrados es mucho mayor que el de mantenerlas abiertas. Sin embargo, si la transmisión comunitaria es alta o está en aumento, la apertura de las escuelas sólo puede incrementarla. No está claro en qué medida. El hecho de que los niños sufran la enfermedad con menor intensidad significa que en caso de un contagio masivo en un colegio es mucho más probable que se detecten los casos en adultos que en niños”.

Lo sucedido en Georgia se parece a lo sucedido en Israel, donde una reapertura precipitada de los colegios ha tenido que ver con un incremento importante de los casos de coronavirus. Si al comienzo de la pandemia se vio a Israel como una historia de éxito en la contención del virus debido al estricto confinamiento impuesto en marzo. Sin embargo, esas medidas se suavizaron gradualmente. El gobierno quiso limitar las consecuencias económicas de la crisis en el país, que los padres volvieran al trabajo y los niños regresaran a la escuela en mayo.

Pero no había acabado el mes y el coronavirus se extendía de nuevo por las aulas. Las autoridades cerraron alrededor de 100 colegios antes del verano y ordenaron que miles de alumnos y profesores pasaran a cuarentena. El colegio más afectado fue el Gymnasium Rehavia de Jerusalén. 153 estudiantes y 25 empleados se contagiaron, lo que dio pie a muchas críticas a la decisión del gobierno. El Jerusalem Post citó a un alumno, Amit Sason, que lo explicó así: “En la puerta del colegio la gente se reunía y todos estábamos muy cerca los unos de los otros”. La jefa de salud pública de Israel, Siegal Sadetzki, señaló el mes pasado que era necesario un mayor distanciamiento social en las escuelas y lugares de trabajo. Dimitió en protesta debido a sus diferencias con el gobierno en lo relativo al manejo de la pandemia.

Traducido por Alberto Arce

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