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Una familia multimillonaria, señalada por la epidemia de opiáceos en EEUU

Un frasco de OxyContin en una farmacia estadounidense.

Joanna Walters

Nueva York —

Miembros de la familia multimillonaria Sackler, dueños de la empresa fabricante del analgésico recetado OxyContin y conocidos filántropos en EEUU, se enfrentan a una gran demanda en los tribunales y a una posible investigación criminal por la crisis de opiáceos que asola EEUU.

Algunos de los Sackler son dueños de Purdue Pharma, la empresa que fabrica y vende el narcótico legal OxyContin, un medicamento situado en el centro de la epidemia de opiáceos que está relacionado con la muerte de cerca de 200 personas al día en EEUU.

El condado de Suffolk, en Long Island, Nueva York, ha denunciado a varios miembros de la familia por las muertes por sobredosis y la adicción a los analgésicos que están echando a perder muchas comunidades locales. Los abogados advierten que esta acción servirá de catalizador para que otras ciudades, condados y estados sigan sus pasos.

Al mismo tiempo, y según diversas informaciones, fiscales de Connecticut y Nueva York están investigando un posible fraude penal y acusaciones de crimen organizado contra destacados miembros de la familia por la forma en que presuntamente se ha recetado su medicamento en exceso y por haber engañado a doctores y a la población durante años en su comercialización, según cuentan fuentes jurídicas a The Guardian.

“Esto es básicamente una familia criminal... traficantes de drogas con buenos trajes y vestidos”, señala Paul Hanly, un abogado de Nueva York que representa al condado de Suffolk y que también es el principal abogado en una gran acción civil que se desarrolla en un tribunal federal de Cleveland, Ohio, y que implica a productores y distribuidores de opiáceos.

20 millones de pastillas en un pueblo de 3.000 habitantes

En 2016 murieron 115 personas al día por sobredosis de opiáceos, unas 80 de ellas causadas directamente por medicamentos legales para aliviar el dolor como el OxyContin. La epidemia está directamente vinculada a la venta excesiva de este tipo de medicamentos. Entre 1999 y 2010, a pesar de que no hubo ningún aumento en el número de pacientes tratados por dolor, el número de opiáceos vendidos a farmacias, clínicas y hospitales se multiplicó por cuatro. La epidemia de opiáceos ha matado a 351.000 personas entre 1999 y 2016.

El Congreso de EEUU abrió una investigación sobre este asunto el año pasado y descubrió, por ejemplo, que en un periodo de 10 años, las farmacéuticas habían enviado 20,8 millones de analgésicos a dos farmacias separadas por cuatro manzanas de distancia en un pueblo de Virginia Occidental de unos 3.000 habitantes. Virginia Occidental es el estado más golpeado por la epidemia y una de sus zonas vio un aumento del 600% en la cantidad de opiáceos recentados entre 2000 y 2008.

En Kermit, un pequeño pueblo de 406 habitantes de Virginia Occidental, una de sus farmacias recibió 4,3 millones de dosis en un solo año. A una prescripción por minuto, según confesó posteriormente el dueño del establecimiento.

Actualmente en EEUU la adicción a opiáceos recetados es más común que cualquier otro uso de drogas ilegales, excepto la marihuana. De hecho, hay más adictos a medicamentos psicoterapéuticos que adictos a la cocaína, heroína y alucinógenos combinados.

Los Sackler son un clan rico, pero con muchos enemigos. Su apellido está directamente vinculado a instituciones culturales y académicas en EEUU y Reino Unido a las que han donado millones. Sin embargo, varios miembros de la familia están actualmente denunciados acusados de “participar de forma activa en una conspiración y fraude para retratar los analgésicos como no adictivos”.

Su analgésico, el OxyContin se comercializó en un principio como un medicamento seguro y milagroso por su sistema único de liberación lenta de la sustancia activa, la oxicodona. Sin embargo, resultó ser muy adictiva.

El juez federal Dan Polster tiene ahora en sus manos las denuncias presentadas por más de 1.200 ciudades, condados y municipios en todo EEUU contra Purdue. Los primeros juicios empezarán el año que viene. La empresa también ha sido denunciada por al menos 30 estados en tribunales estatales, el primero de ellos empezará la próxima primavera en Luisiana.

“La codicia y los beneficios por encima de las personas”

Hanly afirma que el coste económico de la crisis de opiáceos en EEUU, desde costes sanitarios a productividad perdida, fue de un billón de dólares entre 2002 y 2018, según algunos estudios líderes en su materia. “Otras estimaciones calculan que son 500.000 millones de dólares al año”, afirma el abogado.

Según una fuente familiar con el caso judicial, Purdue Pharma alega a puerta cerrada ante el juez Polster que no se puede permitir una indemnización a gran escala por daños. “Por supuesto que la compañía no tiene mucho dinero porque los Sackler lo han sacado todo”, asegura la fuente. Los demandantes quieren que los Sackler paguen, aunque su patrimonio esté repartido en propiedades, fundaciones caritativas, grupos de empresas y cuentas bancarias en el extranjero.

Purdue y algunos destacados ejecutivos, pero no los Sackler, fueron juzgados y se declararon culpables en un tribunal penal federal en 2007 por engañar a los reguladores, a los doctores y a los pacientes.

Los sackler también salen mencionados por su nombre en una denuncia presentada por el estado de Massachusetts en junio. El estado alega que Purdue, sus directores y sus dueños “engañaron a los doctores y a los pacientes para conseguir que más gente consumiese sus productos opiáceos en mayores cantidades y durante periodos de tiempo más largos”, alegando incluso que el OxyContin, derivado del opio, era más seguro que el paracetamol o el ibuprofeno.

La fiscal general de Massachusetts, Maura Healey, cuenta a The Guardian que los expertos estiman que la epidemia costó al estado solo en 2017 15.000 millones de dólares en productividad perdida, seguridad pública y sanidad, por no decir la tragedia humana que ha supuesto la pérdida de miles de vidas solo en ese estado.

Healey cree que los Sackler estaban “bien al tanto” del daño que estaba haciendo su medicamento. “Pero para ellos era la codicia y los beneficios por encima de las personas... Me siento muy segura al nombrar a los miembros de la familia”, asegura.

“Estoy centrada en utilizar mi autoridad legal para asegurarme que conseguimos una indemnización para las familias, así como un castigo por la conducta ilegal. Seguiremos buscando esto en los tribunales”, afirma. “En la medida que ellos han hecho su fortuna a costa de personas enfermas y vulnerables, deberían devolverla. No siento empatía por ellos”.

La fotógrafa artística estadounidense Nan Goldin estuvo a punto de morir por su adicción al OxyContin y actualmente está en rehabilitación. Goldin lidera una campaña para convencer a las instituciones culturales que no acepten las donaciones de la familia Sackler y que rechacen el “lavado de reputación”, tal y como ella y otros críticos han apodado su filantropía.

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