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Noche de terror en una pequeña aldea palestina tras el asalto de los colonos: “Saben que pueden hacer lo que quieran”

Un hombre revisa un edificio tras los incendios de casas y vehículos iniciados por colonos israelíes en Huwara tras la muerte de dos israelíes en un ataque cerca de Nabús.

Bethan McKernan

Huwara, Cisjordania —

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Hay un gran portón a la entrada del pequeño pueblo palestino de Za'atara, en el norte de Cisjordania, pero casi nunca está cerrado. El domingo, sin embargo, preocupados por la posibilidad de que colonos israelíes que viven en la zona buscaran venganza por la muerte de dos hermanos asesinados a tiros por un palestino en la cercana Huwara, los residentes de Za'atara se prepararon para las represalias.

Los colonos no tardaron en llegar. Según los residentes locales, al anochecer ya se habían congregado en la carretera frente a la entrada unos 100 israelíes armados acompañados por una decena de soldados del ejército israelí y cuando estos intentaron intervenir, varios de los colonos empezaron a disparar.

A Sameh Aqtash, un herrero de 37 años que acababa de volver de trabajar como voluntario en Turquía, le dispararon en el estómago. Según Fadi, su sobrino de 29 años, Sameh murió desangrado porque el ejército israelí no despejó la carretera para permitir el paso de la ambulancia.

Aqtash ha sido la única víctima mortal de la inédita embestida de colonos en los alrededores de Huwara esa noche. Según las autoridades palestinas y organizaciones de derechos humanos, más de 350 palestinos resultaron heridos y decenas de casas y negocios y centenares de vehículos fueron incendiados. Horrorizado por la supuesta inacción del ejército, un conocido columnista israelí de derechas publicó un artículo en la mañana del lunes en el que calificaba lo sucedido como “noche de los cristales rotos en Huwara”.

El desencadenante de los disturbios del domingo fueron los asesinatos de los hermanos Hillel Yaniv (22) y Yagel Yaniv (20), del cercano asentamiento de Har Bracha. La ruta 60 israelí, que atraviesa de norte a sur el centro del territorio, pasa justo por en medio de Huwara, lo que convierte al pueblo en un conocido foco de tensión.

Según la información publicada, un hombre armado atacó el coche de los hermanos cuando pasaban por el lugar y disparó varias veces contra ellos a quemarropa antes de huir. Las fuerzas israelíes siguen buscando al atacante, que aun no ha sido identificado. Se cree que consiguió escapar gracias al caos que desató el ataque de los colonos.

“Por supuesto que hay muchos colonos y militares por aquí y a veces la situación es difícil, pero nunca antes habían venido de esta manera hasta Za'atara”, dice Fadi Aqtash mientras abraza a uno de los cinco hijos de Sameh a las puertas de la carpa donde velan al fallecido. A lo lejos se oyen disparos esporádicos. “Estamos muy preocupados por lo que pueda pasar ahora”, añade el joven.

Los colonos protagonizan incidentes de violencia a diario en Cisjordania y estos han aumentado sin cesar en los últimos años. Muchos de los aproximadamente 700.000 israelíes que viven en Cisjordania y Jerusalén Este se sienten motivados por lo que consideran una misión religiosa: devolver al pueblo judío las tierras ancestrales de Israel. Las comunidades de asentamientos se consideran ilegales, de acuerdo con el derecho internacional, y uno de los principales obstáculos para la paz.

La idea es que los tiroteos, los ataques con cuchillos, el incendio de las cosechas, el vandalismo y el robo de tierras y de ganado hagan tan insoportable la vida a los palestinos que no les quede más remedio que marcharse. Hay muchas ocasiones documentadas en las que el ejército israelí no ha detenido la violencia o incluso se ha unido a ella.

Aun así, ninguna de las personas de la zona con las que The Guardian ha hablado recuerda un episodio tan intenso y generalizado como el de este domingo. Israelíes y palestinos temen que esto pueda provocar nuevos ataques de ambas partes y un retorno al conflicto en toda regla.

Podría decirse que la estabilidad en la región ya se ha hecho trizas. En Israel y Cisjordania el año 2022 ha sido el más sangriento del que hay registros desde la segunda intifada (el levantamiento palestino de la década de 2000). En lo que va de 2023 han muerto unos 63 palestinos y 13 israelíes, en su mayoría por incursiones del ejército de Israel y por atentados terroristas palestinos.

El domingo, autoridades de seguridad de Israel y de Palestina se reunieron en Jordania con el objetivo de mantener las primeras conversaciones de alto nivel en años y calmar las tensiones antes del inminente mes sagrado del Ramadán, que suele ser un catalizador de la escalada.

No parece probable que vaya a mejorar la situación sobre el terreno. La Autoridad Palestina, el órgano de gobierno semiautónomo de Cisjordania, es débil, corrupto y percibido por muchos palestinos como poco más que una subcontrata para la ocupación. El Ejecutivo palestino ha perdido prácticamente el control de varias zonas del norte en favor de milicias de reciente creación que no aceptan órdenes de las facciones palestinas tradicionales.

Por el otro lado, las fuerzas de seguridad de Israel no parecían estar preparadas o dispuestas a atajar la violencia de los colonos en Huwara este domingo. Y eso que los líderes de los colonos habían hecho una convocatoria pública para “arrasar” Huwara en venganza por la muerte de los dos hermanos.

Según las estimaciones del ejército israelí, entre 300 y 400 personas participaron en los tumultos, aunque solo han detenido a 10 personas. Fuentes de seguridad israelíes han declarado a los medios que los planes del mando central del Ejército para atajar la violencia eran “defectuosos”.

El comunicado conjunto de la cumbre de Jordania expresaba la “disposición y el compromiso de trabajar inmediatamente” para evitar nuevos actos de violencia. Sin embargo, quedó desautorizado rápidamente por los disturbios en Huwara y la actuación de varios miembros del Gobierno israelí.

El nuevo Gobierno de extrema derecha tiene entre sus miembros a participantes activos del movimiento de los colonos. Pide la anexión total de Cisjordania, una relajación de las normas para iniciar el combate en la policía y los soldados israelíes, así como penas más severas para los palestinos que cometen atentados terroristas. Los planes de este grupo para neutralizar al Tribunal Supremo de Israel han provocado la mayor crisis política de la historia del país, sacando a cientos de miles de israelíes a las calles en protesta contra unas medidas que, según ellos, erosionarán las normas democráticas.

Mientras el primer ministro, Benjamin Netanyahu, difundía el domingo un vídeo pidiendo a la gente que “no se tomara la justicia por su mano”, varios miembros de su coalición echaban más leña al fuego visitando el lugar de los hechos en apoyo a los alborotadores y exhortando al Ejército a que “no tuvieran piedad”.

El lunes, los alborotadores ya se habían disgregado y las calles de Huwara estaban desiertas, salvo por los soldados y las patrullas blindadas que subían y bajaban por su calle principal. En el cruce de Tapuach (un asentamiento israelí al sur de Huwara que es conocido por su disposición a la violencia), los colonos con pistolas y rifles automáticos se mezclaban con las unidades del Ejército. Esa tarde marcharían de nuevo hacia Huwara como parte de la procesión funeraria por los hermanos asesinados. Mientras tanto, en el sur de Cisjordania circulaba información de otro ataque armado que provocó la muerte de un israelí de 27 años.

Sakir, un mecánico de 22 años, inspecciona los daños provocados en su lugar de trabajo en el centro de Huwara. En su opinión, los colonos israelíes que viven en la zona se han vuelto más agresivos desde la toma de posesión del nuevo Gobierno israelí en diciembre. “Saben que pueden hacer lo que quieran”, dijo.

Traducción de Francisco de Zárate

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