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Pekín prepara el congreso del Partido Comunista entre acoso a disidentes y detenciones masivas

Un fotógrafo es cacheado por la seguridad al entrar en el Hotel Xiyuan en Pekín, China, el 14 de octubre de 2022.

Verna Yu

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Dentro de su política de represión a la disidencia, las autoridades chinas han intensificado la vigilancia y el acoso a las personas críticas con el Gobierno en vísperas del próximo congreso del Partido Comunista, la vigésima edición de su principal encuentro político.

Numerosos activistas y personas críticas con el gobierno han sido detenidas o puestas bajo arresto domiciliario por todo el país desde mediados de septiembre. A muchos abogados de derechos humanos la policía los ha intimidado, acosado y seguido. Las autoridades temen que las críticas al Gobierno generen un descontento social que amenace al régimen y están haciendo todo lo posible por silenciarlas antes del congreso, que se celebra dos veces por década y que comienza este domingo.

Se espera que Xi Jinping obtenga en este congreso un inédito tercer mandato como líder del partido, lo que ha llevado al máximo las medidas de seguridad con el objetivo de mantener a raya cualquier posible alteración.

“Todas las mañanas, la policía me llama para comprobar mi plan para el día, me ordenan que no vaya a ningún sitio, que no vea a nadie ni diga nada”, dice un abogado inhabilitado al que le cerraron el despacho por defender casos políticos delicados. “El mensaje es claro, 'estamos vigilando todos tus movimientos'”. Según el abogado, que no quiere revelar su identidad por miedo a represalias, las plataformas de redes sociales de China bloquean todo lo que sube y cuando se salta el cortafuegos para publicar en Twitter, la policía local lo cita y le advierte de las consecuencias de publicar contenidos políticamente sensibles.

El abogado Yu Wensheng, que pasó cuatro años en la cárcel, recibió este miércoles la prohibición de salir a la calle por parte del personal de seguridad de su complejo residencial. La policía le había dicho que no podía visitar embajadas extranjeras ni hablar con periodistas o publicar en Twitter antes del congreso. “Supongo que intentan asustarnos”, dice.

Wang Quanzhang es otro abogado especializado en derechos humanos que también pasó un tiempo en prisión (acusado de incitar a la rebelión por su trabajo en defensa de activistas). Cuenta que en los últimos días las autoridades han intensificado la vigilancia sobre su familia. Esta semana se han desplegado más agentes para vigilar y seguir a sus familiares cuando salen y la policía le ha advertido de que no debe airear sus opiniones. “Supongo que la vigilancia se intensificará en los próximos días”, dice.

El veterano abogado Li Heping recibió el mismo trato. Su esposa, Wang Qiaoling, cuenta que desde mediados de septiembre hay agentes de paisano vigilando su complejo de viviendas y que cada vez que salen hay coches de policía siguiéndolos. “Es una estrategia de intimidación para meternos miedo”, señala. Según el abogado Xie Yanyi, en los últimos días han mejorado las cámaras de seguridad alrededor de su casa y hay coches de policía vigilando el complejo residencial.

El abogado Jiang Tianyong sigue bajo estrecha vigilancia en su ciudad natal, en la zona rural de Henan, con pocas formas de comunicarse con el resto del mundo. La destacada escritora Gao Yu, cuyo estado de salud es frágil, no puede ser localizada. El veterano activista Hu Ju dijo el jueves en su cuenta de WeChat que le habían obligado a abandonar Pekín durante unos 10 días y que temía no poder regresar a tiempo de atender a su madre enferma debido a las estrictas medidas impuestas por la COVID-19.

Personas de toda China que planeaban llevar sus reivindicaciones hasta Pekín han sido sacadas de sus casas por la fuerza y detenidas. La policía detuvo a muchas que se encontraban en las cercanías de Pekín y las obligó a regresar a sus ciudades de origen para que las detuvieran allí. Una de esas personas dijo a la emisora Radio Free Asia que la policía había fijado puestos de control en carreteras y estaciones de tren para impedirles acceder a Pekín. Una vez que las detectaban, las enviaban de vuelta a sus ciudades de origen, donde eran detenidas.

La página web Minsheng Guancha (Derechos Civiles & Vigilancia del Sustento), donde se publican violaciones a los derechos humanos en China, ha documentado decenas de casos de activistas y demandantes confinados en sus casas, repatriados a la fuerza, o arrestados en las vísperas del congreso del partido. Muchos de ellos han sido detenidos durante plazos de hasta 15 días bajo la vaga acusación de “buscar pelea y provocar problemas”.

Hace mucho que las autoridades chinas usan acusaciones generales, como la de “provocar problemas”, para ir contra aquellos que representan una molestia para el Gobierno. Apenas dos semanas antes del congreso, el Ministerio de Seguridad Pública anunció que su operación de lucha contra la delincuencia, llamada “100 días” y comenzada en junio, había permitido detener a 1,43 millones de personas. Según el jefe del operativo, Qiu Baoli, la “mano dura” de la campaña dejó sentada una “sólida base” para garantizar la seguridad del encuentro político. Según los analistas, la represión de disidentes y activistas habría formado parte de esta campaña ya que suelen ser acusados de “buscar peleas y provocar problemas” con sus protestas.

Pero ni siquiera una operación tan generalizada como esta ha conseguido silenciar por completo a la voz de la disidencia: este jueves, una poco común protesta contra el Partido Comunista y sus políticas en Pekín avivó las tensiones políticas a solo tres días del congreso que reeligirá a Xi como líder del partido para los próximos diez años.

En fotos y vídeos que circularon por las redes sociales se ven dos pancartas colgando de un paso elevado en una de las principales vías de comunicación del extremo noroeste de Pekín. Del puente salían columnas de humo. “Queremos comida, no pruebas PCR. Queremos libertad, no encierros. Queremos respeto, no mentiras. Queremos reformas, no una revolución cultural. Queremos un voto, no un líder. Queremos ser ciudadanos, no esclavos”, rezaba una de las pancartas. Otra pedía huelgas, un boicot a los colegios y la destitución de Xi.

La policía de Internet ha censurado las palabras clave relacionadas con la protesta y las imágenes, pero en las redes sociales chinas muchos aludían al incidente de manera indirecta. “Es extraño que la palabra 'valiente' se haya convertido en una palabra clave sensible”, decía uno en WeChat. En Twitter, que solo es accesible con mecanismos para eludir el cortafuegos de China, las imágenes y los vídeos se hicieron virales y suscitaron una gran cantidad de comentarios de apoyo. Al parecer, la comunidad de disidentes chinos en el exilio también se ha animado y algunos han organizado seminarior por Internet para analizar el significado de la protesta.

Los censores chinos de Internet también han hecho todo lo posible para controlar el ciberespacio, prohibiendo palabras y frases políticamente sensibles como las descripciones de un tiempo tormentoso, los apodos de Xi o hasta el emoji de la cabeza de oso (a Xi lo comparan con el personaje de dibujos animados Winnie the Pooh), según Radio Free Asia.

Se ha ejercido una presión extrema sobre las autoridades locales para que aseguren un ambiente estable y positivo en China durante la reunión, pero han tenido que enfrentarse a estallidos generalizados y a un enfado creciente por las medidas de cero COVID. Por toda China hay personas informando de que les impiden regresar a Pekín tras sus vacaciones de la Semana Dorada. Los mensajes de alerta de una aplicación obligatoria de salud informaban a los usuarios del riesgo de haber estado en contacto con la epidemia por haber compartido un momento y un lugar, y que estaban obligados a retrasar su regreso hasta que se descartase el riesgo o hubieran pasado siete días en una zona de “bajo riesgo”. Para el gobierno chino, en torno al 90% del país es ahora mismo una zona de riesgo medio o alto.

Incluso el aire está controlado. El viernes, la industria siderúrgica de la provincia de Hebei recibió la orden de reducir a la mitad su producción durante una semana. No dieron ninguna razón para la orden, pero cuando se acercan los grandes acontecimientos, el Gobierno de China suele limitar la actividad de las industrias contaminantes para garantizar un cielo despejado.

Traducción de Francisco de Zárate

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