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ANÁLISIS

Por qué todos los países deben perseguir una estrategia para eliminar el virus en lugar de contenerlo

Un empleado desinfecta asas como precaución contra el coronavirus en un tren de metro en Seúl, Corea del Sur.

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Si algo nos ha enseñado este último año es que el comportamiento de los gobiernos, más que el del propio virus o el de los individuos, es la variable clave para determinar la experiencia de cada país en esta crisis. Hablar de olas pandémicas ha dado demasiado protagonismo al virus.

Hasta hace poco, las aparentes olas de contagios tenían más que ver con lo que hacían o dejaban de hacer los gobiernos. Con la aparición de variantes más contagiosas, ahora sí que podría ser apropiado hablar de una verdadera segunda ola.

Es de esperar que los gobiernos centren sus esfuerzos en la lucha contra la pandemia en este segundo año basándose en los datos que indican qué funciona mejor. Hasta la fecha, la evidencia sugiere que a los países que buscan la erradicación total de la COVID-19 les va mucho mejor que a aquellos que solo intentan contenerlo. Aspirar al 'coronavirus cero' está produciendo resultados más positivos que intentar “convivir con el virus”.

A continuación, las 16 razones por las que creemos que todos los países deberían, al menos, considerar el enfoque de la erradicación.

1. Salva vidas. A nadie sorprende que eliminar el contagio del virus minimice las muertes por COVID-19. En general, los países que persiguen la erradicación total tienen tasas de mortalidad inferiores a 10 por millón, 100 veces menos que muchos de los países que “conviven” con el virus.

2. La eliminación de la transmisión comunitaria también evita a sus ciudadanos la posibilidad de contraer la COVID persistente, que genera problemas de salud a largo plazo en los pacientes. La mayoría de las personas que son hospitalizadas por la COVID-19 declaran tener secuelas. Pueden afectar incluso a aquellos que contraen el virus de una forma leve.

3. Es más equitativo. Las pandemias casi siempre perjudican de forma desproporcionada a los grupos más desfavorecidos por su origen étnico, sus ingresos o sus enfermedades crónicas. La erradicación de la COVID-19 puede minimizar esta desigualdad, sobre todo cuando la sociedad dispone de una buena “red de seguridad”.

4. La contracción económica experimentada por los países que han luchado por erradicar la COVID-19 es menor que la de los países que intentan convivir con el virus. China continental y Taiwán son posiblemente los únicos lugares del mundo con crecimiento económico neutro o positivo para 2020.

5. La erradicación es posible y funciona en contextos diferentes. A nivel mundial, varios países y territorios están aplicando con éxito este enfoque: China continental, Taiwán, Vietnam, Camboya, Laos, Mongolia, Singapur, Australia y Nueva Zelanda. Un grupo heterogéneo por sus recursos, sus tipos de gobierno, su geografía y el tamaño de su población.

6. El virus puede ser erradicado incluso después de haber obtenido una gran transmisión local. China continental lo demostró en Wuhan. El estado australiano de Victoria también fue capaz de erradicar la COVID-19 incluso después de un periodo de intensa transmisión local: tenían tasas mayores que las registradas entonces en el Reino Unido.

7. Es más fácil cuando hay más países adoptando la misma estrategia. Eso permite relajar los controles fronterizos, creando “zonas verdes” y viajes libres de cuarentena con los beneficios sociales y económicos que ello implica. Esta apertura ya se está produciendo entre estados australianos así como entre islas del Pacífico y Nueva Zelanda.

8. El despliegue de vacunas eficaces hará que sea más fácil erradicar la COVID-19. En combinación con otras medidas de salud pública, en muchos países las vacunas eficaces han sido cruciales en la erradicación exitosa de enfermedades como la polio o el sarampión.

9. Tener el objetivo explícito de “COVID-cero” representa una motivación fuerte y un objetivo de coordinación. La estrategia de contención no ofrece una meta clara y deja a los países susceptibles de rebrotes rápidos, como se ha visto recientemente en Irlanda. La incertidumbre que eso genera hace imposible la planificación, con consecuencias gigantescas, entre otros, para los colegios, las empresas y las familias.

10. Es sostenible. Los países que persiguen la erradicación han tenido contratiempos, con fallos en las fronteras y nuevos brotes, pero han podido controlar los problemas y volver al objetivo de la erradicación total.

11. Si el virus muta, la estrategia sigue funcionando. Los principales mecanismos usados para erradicar la COVID-19 son el control de fronteras, la distancia social, la imposición de mascarillas, la realización de pruebas y el rastreo de contactos. Todas estas medidas no se ven afectadas por las mutaciones del virus aunque teóricamente las pruebas sí podrían perder eficacia con una mutación sustancial del virus y las variantes más contagiosas harían más difícil el control de los brotes.

12. También sigue funcionando cuando la protección a largo plazo de las vacunas es limitada. Por ejemplo, si las vacunas son poco eficaces para evitar que una persona vacunada contagie a otras, los métodos de erradicación pueden suplir esa limitación.

13. Puede reducir la aparición de variantes más peligrosas. Los métodos de erradicación hacen que haya muchos menos virus en circulación. Eso quiere decir menos oportunidades para que aparezcan nuevas variantes más contagiosas que podrían escapar a la protección de la vacuna o incluso ser más letales.

14. No harían tanta falta los confinamientos. Un confinamiento intenso y relativamente corto que erradique la transmisión de COVID-19 en una zona debería permitir la relajación de medidas de control mientras no haya virus en circulación. En países como Nueva Zelanda ha habido mucho menos tiempo de confinamiento que en la mayoría de países con una estrategia de contención, donde han tenido que entrar y salir del confinamiento durante largos períodos para evitar la saturación de sus servicios sanitarios.

15. Controlar de forma contundente el contagio de la COVID-19 tiene beneficios colaterales importantes. Los enfoques de erradicación han reducido la transmisión de otros virus respiratorios, especialmente la gripe, lo que ha dado lugar a menos hospitalizaciones y muertes por estos patógenos.

16. Mientras encontramos el mejor enfoque para el largo plazo, algo que todavía es incierto, la estrategia de erradicación representa una buena estrategia provisional. Un escenario posible es la erradicación regional o incluso global, como vimos con el SARS. Otra opción es el contagio endémico, con las vacunas ocupándose de aliviar la carga sobre el sistema sanitario, como ocurre con la gripe.

Los beneficios de seguir la estrategia de erradicación de la COVID-19 deben medirse junto a sus costes y posibles efectos negativos. Pero estos costes también los sufren los países que intentan contener el virus, salvo que en su caso se producen de forma repetitiva, después de cada brote.

En conjunto, la erradicación parece la “opción menos mala” para muchas jurisdicciones. Esperamos que todos los gobiernos y la Organización Mundial de la Salud consideren esta estrategia cuando planifiquen el segundo año de nuestra respuesta global a la pandemia.

Michael Baker es profesor de Salud Pública en la Universidad de Otago, Nueva Zelanda.

Martin McKee es profesor de Salud Pública Europea en la London School of Hygiene and Tropical Medicine.

Traducido por Francisco de Zárate.

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