Rusia encarcela a tártaros de Crimea en hospitales psiquiátricos
Abogados y activistas de derechos humanos denuncian que las autoridades rusas en Crimea están encarcelando cada vez más a defensores de derechos humanos en hospitales psiquiátricos y sometiéndoles a abusos psicológicos.
Desde la anexión de la región hace tres años, muchos activistas tártaros que se oponen a la ocupación han sido arrestados y sometidos a abusos y confinamiento en instituciones mentales obsoletas, señala Robert Van Voren, un politólogo y activista de derechos humanos holandés.
“El número de casos ha aumentado considerablemente en los últimos años, particularmente contra los tártaros de Crimea y activistas ucranianos que se oponen a la anexión rusa”, explica Van Voren.
Emil Kubedinov, un destacado abogado crimeo, afirma que entre diciembre y marzo 10 activistas de Crimea han sido enviados por la fuerza a un hospital psiquiátrico en la península. Cuatro de ellos siguen ahí, mientras que los otros seis han sido trasladados a prisión.
De acuerdo con Kurbedinov, los activistas sufren terribles condiciones en los hospitales psiquiátricos. “Algunos son puestos en aislamiento y se les niegan sus necesidades básicas, como el acceso al baño. Otros son alojados con muchas personas que sufren graves problemas mentales”.
“Los activistas son interrogados sobre su supuesta participación en el 'extremismo' y sobre su opinión del Gobierno. También se les niega el derecho a hablar con su familia y a reunirse con su abogado a solas sin un guarda presente. Todo esto viola el derecho internacional”, denuncia Kurbedinov. Todos han sido arrestados por las sospechas de su participación en Hizb ut-Tahrir, una organización que Rusia ha declarado terrorista.
Acusados de terrorismo
El Grupo de Protección de Derechos Humanos Kharkiv (KHPG por sus siglas en inglés) afirma que no hay pruebas para pensar que la organización está ligada al terrorismo ni existe ninguna prueba de que los hombres fuesen parte del grupo. De acuerdo con KHPG, otros 19 activistas crimeos están actualmente bajo custodia acusados de formar parte de Hizb ut-Tahrir.
Memorial, una organización rusa de derechos humanos, ha descrito a todos los activistas bajo custodia como presos políticos. Un nuevo informe presentado por Crimea SOS, un grupo ucraniano, afirma que un total de 43 activistas tártaros han sido secuestrados desde la anexión, supuestamente por las autoridades rusas. De esos 43, 18 siguen desaparecidos y seis han sido encontrados muertos.
El 26 de enero, Kurbedinov, abogado, fue detenido en Crimea acusado de “difundir material extremista”. Amnistía Internacional afirma que el abogado fue perseguido por su trabajo de derechos humanos y ha pedido su liberación inmediata.
Kurbedinov afirma que su liberación final se debió al apoyo de la gente corriente, los activistas y los colegas. “Me han demostrado que la sociedad civil está viva, que la gente no permanece impasible a las violaciones de derechos humanos”.
El año pasado, Kurbedinov defendió a Ilmi Umerov, un activista tártaro de Crimea que se opuso abiertamente a la ocupación rusa y que fue confinado en un hospital psiquiátrico el pasado agosto. Human Rights Watch criticó el caso, describiéndolo como “un vergonzoso intento de usar la psiquiatría para silenciarle y manchar su reputación”. Umerov fue liberado tras 20 días de confinamiento.
En las últimas décadas de la era soviética se utilizó la psiquiatría para recluir y castigar sistemáticamente a los disidentes. Bajo el gobierno del actual presidente ruso, Vladímir Putin, han vuelto a salir a la luz varios casos de 'psiquiatría correctiva', llevando a muchos a pensar que la práctica soviética ha vuelto.
El abuso de la psiquiatría en los juicios penales rusos es común, de acuerdo con Yuri Savenko, director de la Asociación Independiente de Psiquiatría en Rusia. “La psiquiatría es ahora parte de un proceso frecuente en los juicios criminales donde no hay pruebas concretas. [En lugar de reunir pruebas] es más económico en términos de esfuerzo y tiempo obtener una evaluación psiquiátrica”, explica Savenko.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti