Trump abandona de momento el estilo apocalíptico, pero los demócratas no se fían
Lo más sorprendente del discurso de Donald Trump de este martes fue que no hubo nada sorprendente en absoluto.
En una sesión conjunta del Congreso y dirigiéndose a un auditorio de senadores, congresistas, jueces del Tribunal Supremo y generales, Trump se ajustó al guión. No presumió de su victoria electoral (excepto para declarar que en 2016 “la tierra cambió bajo nuestros pies”). Tampoco atacó a los medios de comunicación ni utilizó ninguno de sus habituales rodeos discursivos.
Trump, con tan solo algunos resbalones sobre el “caos anárquico”, evitó el tono oscuro y apocalíptico que dominó en su discurso de aceptación durante la convención republicana y en su discurso inaugural. No hubo referencias a la 'carnicería' de asesinatos y violencia ni quejas de que las drogas ilegales son ahora más baratas que las chocolatinas.
En su lugar, el presidente utilizó los tradicionales tópicos optimistas que utilizan la mayoría de políticos pero que él, el antipolítico, rara vez se ha permitido. Trump habló del futuro: “Nuestros hijos crecerán en una nación de milagros. Solo necesitamos el valor de compartir los sueños que llenan nuestros corazones”.
En alguna ocasión Trump se salió del guión. El ejemplo más destacado fue cuando el presidente afirmó que Ryan Owens, el Navy SEAL fallecido en una reciente operación en Yemen, estaba en el cielo, contento por la cantidad de aplausos que le dedicaron: “Y Ryan está mirando aquí abajo, ahora, ¿y sabes qué? Está muy contento porque creo que acaba de lograr un récord”. Fue algo evidentemente extraño para lo habitual en los discursos presidenciales, pero apenas hubiese sido una nota al pie de página en la mayoría de los discursos de los mítines de Trump.
El ambiente en la sala no tenía nada que ver con el de un mitin de Trump. Hubo pocos abucheos y prácticamente ningún grito. Nadie coreó el “¡Enciérrala!” [a Hillary Clinton] o “construye ese muro”, y ningún espectador molesto tuvo que ser expulsado a la fuerza por la seguridad.
Pocos aplausos en un país dividido
Los demócratas habían pedido a los miembros de su partido que se abstuvieran de abuchear o interrumpir al presidente. Y en general, cumplieron. Hubo sonoras carcajadas cuando Trump se jactó de “secar el pantano” [expresión que utiliza el presidente para limpiar el gobierno federal] y quejas cuando habló de una agencia recién creada para defender a las víctimas de crímenes cometidos por inmigrantes indocumentados (VOICE).
Pero nadie gritó “¡estás mintiendo!” ni intentó interrumpir el discurso. Las demostraciones más incómodas se produjeron cuando dos miembros demócratas mostraron carteles con el pulgar hacia abajo al tiempo que Trump pedía la derogación y sustitución de Obamacare. O cuando el congresista por Nueva York Joe Crowley agitó su mano en el aire después de que Trump afirmase que “el tiempo para batallas triviales se ha terminado”. Aparentemente, el gesto de Crowley era una referencia a las muchas batallas banales en las que Trump se ha visto involucrado, incluidos los debates sobre el tamaño de sus manos y sobre el número de personas que acudieron a su ceremonia de inauguración.
Muchas mujeres demócratas vestían de blanco, el color del sufragio y símbolo de la protesta. Los demócratas aplaudieron en muy pocas ocasiones, aun estando de acuerdo con Trump. A diferencia de anteriores discursos al Congreso, en los que los presidentes recibieron aplausos de ambos partidos al tratar temas no controvertidos, en esta ocasión muchos demócratas se quedaron de brazos cruzados, negándose a reconocer hasta la declaración más anodina del presidente.
El único demócrata que se puso en pie para aplaudir en varias ocasiones fue el senador Joe Manchin, un político moderado que se enfrenta a la reelección en 2018 en el Estado de Virginia Occidental, donde Trump obtuvo su mejor resultado, haciéndose con cerca del 70% de los votos.
Muchos demócratas ni siquiera se levantaron con la llamada a un importante incremento del gasto en infraestructuras, algo en lo que muchos republicanos discrepan. Un demócrata instó a sus compañeros a ponerse en pie mientras muchos republicanos, en un principio sentados incómodos y dubitativos, acabaron levantándose en apoyo a su líder del partido.
Probablemente el discurso de Trump no cambie el escenario político. Ya hemos pasado por esto: un día parece presidencial y el siguiente publica un tuit a las 6 de la mañana que desata una tormenta, convirtiendo cualquier progreso en seriedad temporal. Pero la ocasión mostró lo dividido que está el país y el Congreso. Si los demócratas ni siquiera se ponen en pie o aplauden cuando Trump habla de un soldado caído en combate, es poco probable que estén dispuestos a llegar a acuerdos en infraestructuras. Ni que decir tiene cuando se trate de asuntos controvertidos como la reforma migratoria.
No importa lo que Trump diga ni lo formal que sea el escenario desde el que habla. Salgan las palabras que salgan de la boca de Trump, los demócratas solo van a escuchar los ecos de “¡Enciérrala!”.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti