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A Story About My Uncle - Análisis PC

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David Lebrato / David Lebrato

Madrid —

A Story About My Uncle es un juego de aventuras y plataformas en 3D y primera persona nacido en 2012 como un proyecto universitario, que en aquél momento se estuvo distribuyendo gratuitamente. Ahora, y con la atención que ha sido capaz de atraer hacia sí gracias a la evolución que ha sufrido desde sus inicios, se ha dejado caer por Steam como un producto comercial al módico precio de 11.69 euros. Gone North Games se alía con Coffe Stain Studios que pretende de esta forma alejarse de la fama de locos que le ha reportado el divertidísimo Goat Simulator.

Todo comienza cuando un padre es requerido por su pequeña a la hora de dormir para que le cuente una historia. Entonces se decide a relatarle las locas investigaciones de su tío, un misterioso y aventurero inventor. La fórmula narrativa del padre contando la historia y la hija preguntando de vez en cuando, se mantiene durante todo el juego. El hecho es que el descubrimiento de un peculiar traje, que parece dispuesto a medida del narrador, da pie a que la curiosidad le lleve a una aventura en pos de los misterios que su difunto tío ha ido dejando tras de sí. A partir de aquí A Story About My Uncle es todo un salto tras otro, con la ayuda de una suerte de gancho magneto-eléctrico (no sabemos cómo definir el rayo azul que nos sustenta) y un jetpack que nos hará alcanzar tremendas alturas y cubrir larguísimas distancias de un solo salto.

Este es un juego que pone una infranqueable barrera entre los fans de los shooters y los de los juegos de plataformas, pero es más: también entre los que prefieren el 3D a la perspectiva plana. Ya era hora de que alguien pensase en aquellos que gustan de pensar cuál será su siguiente movimiento (o salto) y de qué manera emprenderlo, pues lo más probable es que, de lanzarse sin pensar, acabará con nuestros huesos en el insondable abismo que se extiende a nuestros pies, bien por quedarnos cortos o por pasarnos de largo. Lo que diferencia A Story About My Uncle de otros título similares son los enormes (enoooooormes) espacios que habrá que salvar, que resaltan la extraordinaria capacidad de movimiento del protagonista o, mejor dicho, del traje que le ayuda a realizar tales proezas.

Los increíbles saltos, como ya hemos remarcado y es del todo obvio, requieren de un gran control y precisión, y el camino que deberemos seguir no siempre será todo lo claro que les gustaría a los que no pierden el tiempo en esa estupidez llamada pensar… El trabajo realizado para que hasta el movimiento indiscutible quede oculto al jugador es buenísimo. El claro ejemplo son las rocas que orbitan alrededor de otros pedruscos que de nada nos sirven. Es preferible detenerse a observar el itinerario que siguen éstas y las que las van detrás para determinar con exactitud qué es lo que vamos a hacer. O intentar, que no es siempre lo mismo. Fracasar es una tónica en uno de cada dos saltos pero, lejos de ser una experiencia traumática deriva en experiencia para entender qué distancia nos separa de la siguiente plataforma estable.

Se podría decir que, esencialmente, la muerte forma parte del juego como un elemento más. Eso es lo que podemos sacar en conclusión de los numerosísimos controles que nos encontramos en el camino, que llegan a verse en cada lugar con estabilidad y nos sirven para que el progreso se guarde automáticamente y no tengamos que realizar los diez últimos saltos en los que hemos tardado media hora larga. Esto conjura la potencial frustración que infiere la dificultad y simplifica la experiencia, pero a la vez la dota de una agradable evolución que de otro modo nos haría abandonar a la más mínima complicación. Pero es el deseo de exploración lo que nos mantiene en guardia, así que si no se es de este tipo de jugador será mejor no acercarse al juego. Al no haber un camino marcado, y a pesar de las pocas pistas que el tío Fred ha ido marcando en la roca, se hace necesario la paciente observación y el denostado prueba y error que tan bien funciona en algunos casos. Esta será, de hecho, la única forma de encontrar los coleccionables que nuestro pariente ha ido dejando por los más intrincados recovecos, que no son, de ninguna manera, sencillos de alcanzar y que tampoco siguen el camino natural. Menos mal que emiten un sonido fácilmente reconocible que podremos escuchar si realmente estamos atentos.

En nuestro camino nos encontraremos con extraños seres a los que resultaremos familiares por llevar el traje de nuestro tío y que lo conocen perfectamente, dado que sus andanzas lo han llevado a deambular por los mismos derroteros que tomamos nosotros. Muchos de los diálogos podrán ser evitados con el simple hecho de seguir hacia adelante sin hacerles ni caso, pero el extraño y bello cuento de hadas resultante de poner atención a todo lo que hacemos, nos rodea o nos habla se perdería, y únicamente nos quedaría un juego de saltos más. De hecho hay cosas que nos hemos encontrado gracias a detenernos a observar que nos han dejado bastante intrigados, como el dibujo de alguien extrañamente parecido al alter ego de Walter White, Heissenberg, de la que es considerada mejor serie dramática televisiva de todos los tiempos. Nos referimos, claro está, a Breaking Bad.

El manejo, que se puede realizar desde el teclado y el ratón, se simplifica bastante si conectamos un pad compatible. Y dada la dificultad del juego es algo que se agradece mucho. No harán falta más que dos pares de botones, además de los pods, para conseguir manejar hábilmente al personaje. En realidad hay más funciones, como la interactuación con objetos, pero se mapean en los mismos botones y se activan automáticamente cuando se da el caso. La distribución es tan ergonómica que no tendremos que hacer malabares con los dedos hasta que nos dé una tendinitis para que todo fluya correctamente.

En el terreno visual nos encontramos con cosas que van desde la admirada exclamación hasta el bronco bufido. Sin duda el comienzo en la casa del tío es lo que más horas de dedicación ha tenido, y eso se nota. El resto no llega a la misma calidad estética aunque, y a pesar de que veamos texturas sin vida y demasiado repetidas y algún que otro polígono que destaca como un orco en medio de un campo de rosas, los niveles son tan colorídamente vivos y la iluminación está tan bien seleccionada que todo se puede perdonar. Artísticamente no se le puede poner ninguna pega, y los efectos añadidos, como el blur o movimiento borroso, añaden veracidad a las velocidades y alturas que alcanzaremos.

En lo musical sería injusto recalcar que las melodías se repiten con demasiada frecuencia sin destacar su hermosura. Esto no es un triple A y, aunque lo fuera, ni siquiera éstos se libran muchas veces de dejar la banda sonora de lado como al pariente pesado en la cena de Navidad. Los efectos sonoros van desde el que se escucha con una sonrisa complice en los labios hasta el que parece que hayamos oído en otros cien mil juegos. Las voces, básicamente la del sobrino/narrador, pues no hay muchas más, son agradables, calmadas y envolventes. Ojo, a los que se resisten a aprender el idioma que diez de cada diez Norteamericanos usa a diario, el juego no se ha doblado y, lo que es peor, no se ha traducido, así que se perderán lo que dicen los subtítulos y, con ello, el 70 por ciento del total de la experiencia.

Sin que A Story About My Uncle llegue al nivel de otros juegos de exploración/plataformas/puzle como podría ser Portal, no deja de ser un muy digno entretenimiento para aquellos que echan de menos los juegos en los que apuntar y disparar son el único aliciente. No nos atrevemos a dar una cifra de tiempo estimado porque, en este estilo de juegos más que en otros, dependerá de la habilidad del jugador para conseguir pasar de un nivel a otro. Además, si se es de los que se empeñan en encontrar hasta el último secreto, estaríamos hablando de largas horas de entretenimiento.

Lo mejor:

  • ¡Un plataformas en 2014!
  • El plano artístico, ya sea en lo visual o musical, está muy cuidado
  • Aunque tenga un grado alto de dificultad no resulta desquiciante

Lo peor:

  • La calidad del acabado es fluctuante
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