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Teófilo Stevenson, el mejor boxeador del mundo que nunca peleó como profesional

Teófilo Stevenson (a la derecha), durante una pelea en los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980.

Javier Martín Galindo

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“¿Qué significa un millón de dólares comparado con el amor de ocho millones de cubanos?”. Con esta respuesta sorprendió Teófilo Stevenson cuando se le preguntó por qué rechazaba una suculenta oferta para convertirse en boxeador profesional, una de las muchas que el boxeador cubano tendría a lo largo de su carrera. Stevenson acababa de triunfar en los Juegos Olímpicos de Múnich y muchos esperaban que ese escaparate le sirviera de trampolín hacia la fama y la fortuna, como había sucedido tantas veces antes.

Ese era el camino que había seguido Muhammad Alí, después de conquistar el oro en Roma 1960, cuando se llamaba Cassius Clay y aún no se había lanzado a desafiar al sistema. Los mismos pasos siguió su enemigo íntimo Joe Frazier (Tokio 1964) y también George Foreman (México 1968). Todos ellos usaron la gloria olímpica para lanzarse al profesionalismo y gozar de dinero, glamour y celebridad. Pero siempre hay alguien que elige otro camino. Es probable que el nombre de Teófilo Stevenson no diga nada al público no especializado. Excepto en Cuba. Allí Stevenson es un dios.

El púgil cubano no era uno de los favoritos en los Juegos de Múnich. Con 20 años, Stevenson era un boxeador prometedor, pero aún poco experimentado en el concierto internacional. El combate que definió el torneo, y probablemente la carrera de Stevenson, fue el de cuartos de final contra el estadounidense Duane Bobick, que llevaba una racha de 62 victorias consecutivas. Bobick había derrotado al cubano solo un año antes en los Juegos Panaméricanos y era la gran esperanza de Estados Unidos para perpetuar su dominio en el boxeo olímpico. Bobick debía ser el Alí de 1960, el Fraizer de 1964, el Foreman de 1968. Sin embargo, Stevenson lo mandó a la lona tres veces en el tercer asalto y el árbitro tuvo que detener el combate. El resto del camino hacia su primer oro olímpico fue sencillo.

Antes rojo que rico

El impacto de Stevenson fue tal que inmediatamente recibió las primeras ofertas para desertar de Cuba y convertirse al profesionalismo. En el país caribeño estaba prohibido el deporte profesional y la única salida para abandonar el amateurismo era el destierro voluntario. La propuesta más seria y tentadora llegó desde Estados Unidos: un millón de dólares por un combate contra Joe Frazier en Florida, con el título de campeón del mundo de los pesos pesados en juego. Stevenson rechazó la propuesta y pronunció las palabras que le definen y que han pasado a la historia: “No dejaré mi país por un millón de dólares ni por mucho más. ¿Qué significa un millón de dólares comparado con el amor de ocho millones de cubanos?”

Stevenson se había convertido en Cuba en una celebridad deportiva y en un mito del castrismo por sus declaraciones de amor a su país y su adhesión incondicional a la revolución cubana. Le siguieron llegando ofertas para pasarse al profesionalismo, pero las desechó una tras otra. “No quiero convertirme en profesional. Cuando hubo boxeadores profesionales en Cuba, fueron tratados como mercancía”, afirmó el púgil. Su celebridad era tal que la revista Sport Illustrated le dedicó un extenso artículo en marzo de 1974 con un titular elocuente: “Antes rojo que rico”. En el texto, no obstante, se deslizaba cierto escepticismo hacia lo firme que podía ser la postura del boxeador cubano: “Dentro de dos, quizás tres años, se podría convertir en el campeón mundial de los pesos pesados. Aunque él asegura que no”.

Stevenson Vs Alí: la pelea del siglo que nunca sucedió

El ofrecimiento más tentador llegó del afamado promotor Don King, que pretendía enfrentar a Stevenson con el campeón Muhammad Ali. Hubo incluso conversaciones con el gobierno cubano, pero no fructificaron y Teófilo no quiso saber nada del asunto. El combate tenía incluso nombre grandilocuente: la pelea del siglo. “Es un buen amateur, un buen púgil para disputar tres asaltos, pero si le han ofrecido dos millones y no los ha aceptado, es porque es un maldito idiota”, espetó Ali al enterarse. Ante la imposibilidad de convencer al cubano, Don King organizó en Kinshasa (Zaire) la mítica “Rumble in the jumble” (pelea en la selva), con Foreman en el puesto que estaba reservado a Stevenson.

Los pesos pesados vivían entonces una era dorada, con Ali, Frazier y Foreman coincidiendo durante los mismos años. La personalidad de Ali era inigualable, pero Stevenson tenía un carisma que lo hacía también muy atractivo para la prensa. La combinación de ambos habría sido un espectáculo dentro y fuera del ring. Muchos expertos piensan que el cubano podría haber derrotado al gran campeón. En 1974 Alí tenía 32 años y su carrera ya estaba en declive, mientras Stevenson, con 22 años, acababa de ganar el primero de sus tres oros olímpicos. El resultado de la pelea del siglo que nunca sucedió es uno de los grandes interrogantes de la historia del deporte.

Ahuyentada la tentación del profesionalismo, Teófilo Stevenson acudió a Montreal en 1976 para participar en sus segundos Juegos Olímpicos. En los cuatro años transcurridos desde Múnich, había mejorado su destreza y se encontraba en el cénit de su madurez. De piernas ligeras y derecha demoledora, Stevenson avasallaba a sus competidores desde sus casi dos metros de estatura. En Montreal no tuvo rival y se colgó su segundo oro olímpico.

Todavía hubo un último intento para que la pelea del siglo fuera posible, con una oferta de cinco millones para Stevenson, pero tampoco salió adelante. El boxeador cubano consiguió un tercer oro en los Juegos de Moscú, igualando el récord del húngaro Laszlo Papp. Se preparó a conciencia para conseguir su cuarto título olímpico antes de retirarse, pero el boicot de Cuba a los Juegos de Los Ángeles le privó de la oportunidad. El mejor boxeador del mundo que jamás peleó como profesional se retiró en 1988 con tres oros olímpicos y un palmarés inalcanzable para cualquier púgil amateur.

En 1996 Stevenson ejerció de anfitrión de la visita de Muhammad Ali a La Habana, viaje inmortalizado por el escritor Gay Talese en “Ali en La Habana”. Stevenson y Ali recorrieron la isla, se entrevistaron con Fidel y bromearon enseñando sus puños y simulando un amago de combate. Esas fotografías son lo más cerca que estuvo el mundo de presenciar el ansiado duelo entre los dos colosos. “Stevenson habría sido fenomenal como profesional”, dijo de él Don King, resignado al fin a que la pelea del siglo nunca tuviera lugar. “Podría haber estado al mismo nivel que Muhammad Ali o Joe Frazier, pero nunca lo sabremos”. 

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