Bancos del Tiempo, otra manera de vivir
Hace unos días se reunían en Barcelona los responsables de los Bancos del Tiempo de España con algunos representantes de Inglaterra, Francia, Portugal e Italia. De esta interesante mezcla de pareceres, formas de hacer, contextos socio políticos y demás condicionantes, y a pesar de todas las diferencias que les separan: más, menos o ninguna subvención pública o privada, trabajadores voluntarios o contratados, local o no local propio de reunión... todos coincidieron en lo mismo: los Bancos del Tiempo son parte de la solución.
Un Banco del Tiempo, o un S.E.L de Francia o un Tim Banking de Reino Unido, es algo muy simple que a su vez genera relaciones complejas, o mejor, redes complejas y ricas que se traducen, una vez consolidadas, en respaldo, apoyo, ayuda. En una palabra, en comunidad.
Uno de los aspectos más repetidos en las jornadas impartidas en Cataluña (comunidad por cierto con gran tradición asociacionista y que actualmente cuenta con una importante red de Bancos del Tiempo), es la creación de un sentimiento común, que hace a los implicados sentirse parte de “algo”, sobre todo a través de los intercambios, reuniones, actividades conjuntas... Estas curiosas asociaciones fomentan, sin lugar a duda, el sentimiento de pertenencia, o como se mencionaba antes, de comunidad.
Como alguien comentó en alguna de estas reuniones, te sientes seguro en la calle, en la ciudad en la que vives, si se dan al menos dos condiciones: saber el nombre de no menos de seis personas que vivan cerca y encontrártelas por la calle de vez en cuando. ¿A que nos remiten estas curiosas afirmaciones? Sin duda a la vuela atrás, en el buen sentido. Al me siento arropado, acompañado porque conozco a mis vecinos, y se que si necesito algo, alguien me echará una mano.
Tras mucha introducción, llega el momento de concretar, ¿qué es un Banco del Tiempo? Algo que siempre estuvo ahí sin que le pusiéramos nombre. Solo, exclusivamente, un grupo de personas que se asocian para ayudarse mutuamente (recurriendo a la definición negativa, no es voluntariado), que intercambian saberes, habilidades al margen del dinero, “una hora por una hora”, quizá la frase más utilizada en estos ámbitos.
Elvira Méndez, Directora General de la Asociación Salud y Familia, que sustenta en buena medida la red nacional de Bancos del Tiempo, asesora a los nuevos que emprenden su proyecto, da formación a quien la necesita etc., hacía alusión a las “actividades lentas”, al “respeto por la temporalidad humana”, a “vivir para vivir”. Hablaba, simplemente, de la importancia de disfrutar de las actividades cotidianas, de que no se puede “acelerar” una lección de francés, o un paseo por el campo, o tejer una bufanda... simplemente porque lo estropeas. Los Bancos del Tiempo son un espacio para intercambiar saberes, para compartir tiempo, para estar, para colaborar y para disfrutar.
En una sociedad cada vez más acelerada, inundada por las nuevas tecnologías, inmersa ahora en una seria crisis económica, en la que cada vez faltan más espacios de encuentro, es un respiro que alguien le ponga un clavo al marco de tu puerta solo porque lo necesitas, se tome un café contigo o te pida (con la sensación de utilidad que eso genera en el que da), que le eches una mano con las matemáticas, le cortes el pelo, o te des un paseo con él.
Elvira, una convencida del valor de esta iniciativa, terminaba afirmando, alentadora, “hay otras formas de vivir”.
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