El Barça alarga el mito
El FC Barcelona salió nuevamente victorioso del Santiago Bernabéu (1-2) en el partido de ida de los cuartos de final de la Copa del Rey, donde los goles de Puyol y Abidal --en la segunda parte-- remontaron el que marcó Cristiano Ronaldo a los diez minutos, momento en el que los blancos desaparecieron del campo debido a su exacerbada obsesión defensiva, además de por el fútbol brillante de los blaugrana, quienes han cogido gusto al campo del eterno rival.
Da igual que camino coja el Real Madrid si enfrente está el Barça. Los culés, que han cogido gusto al Bernabéu, esperaron al segundo acto para apuntillar las ideas más rocosas de Mourinho. Noveno partido en nueve meses y sexto triunfo culé. Mayoría absoluta para un equipo que brindó a su mister el mejor regalo de cumpleaños y que complicó, 'in extremis', la trayectoria merengue para alcanzar las semifinales coperas. El primer asalto dio la razón al fútbol.
La propuesta de Mourinho no dejaba dudas. La jaula ideada por el portugués para frenar la construcción culé era evidente. Lass y Pepe escoltaban a Xabi Alonso en la medular. Poco talento y mucho músculo. Eso era el Real Madrid, el gigante con pies de barro que trataba de acumular gente para ganar el partido a la contra. Y de primeras salió bien. Cristiano Ronaldo tardó apenas 11 minutos en inaugurar la cuenta. El '7' aprovechó un gran pase de Benzema, milimétrico en sus movimientos, inteligente al lado de Higuaín, pero como una isla casi siempre.
El conjunto merengue comenzó el duelo igual que el último clásico. Con efervescencia y con la firme creencia de poder derribar el mito blaugrana. Los de Guardiola, echando mano de la paciencia para madurar los partidos, pronto dieron señales de vida. Iniesta no tuvo que empeñarse mucho para superar a Altintop, la sorpresa blanca en la defensa junto con Carvalho, que estuvo más fino de lo esperado pese a no jugar desde el 27 de septiembre. El Barça no tenía prisa, su fútbol le permite jugar con el tiempo y con el rival.
Y así pasó, el insaciable Alexis mandó el segundo aviso con un testarazo al larguero y Messi se quitaba los grilletes que le había puesto Pepe en el ecuador del primer acto. Ya estaba. La historia de siempre. El argentino lanzó con peligro y Casillas pudo detener su lanzamiento en el palo corto. Los de Mou eran carne de cañón, un niño pequeño que pedía el amparo del descanso. Resoplar y convencerse de que estaban ganando al Barça. Al todopoderoso equipo que no tiene rival, a ese club que le resulta agradable visitar el estadio del vecino.
Dicho y hecho. Bastaron dos minutos para que Puyol repitiese una de sus jugadas favoritas. Error garrafal de Pepe en la marca y remate del de La Pobla en el segundo palo (1-1). El Barcelona tenía lo que quería mucho antes de lo que hubiera imaginado. Iniesta, a la cruceta, y Busquets --que cabeceó solo en un córner-- fueron los argumentos que añadió el cuadro blaugrana a su zurrón. El Real Madrid únicamente ofreció balones largos, sin fundamento. Los culés iban a la guerra con cañones y los blancos, con pistolas de agua.
MESSI INGENIA EL SEGUNDO.
Los de Chamartín se encogían en los últimos metros. No había control, ni tan siquiera un pase que dinamizase la estática situación de los locales. El Barça, por contra, movía el cuero a su gusto, daba forma a lo que sería un nuevo ejercicio de amor por el fútbol y ¡zas! apareció la pulga. Fue en ese momento, a un cuarto de hora del final, cuando Messi pidió paso en las portadas de este jueves. El argentino frenó la carrera, pensó y habilitó a Abidal, que había dejado a Altintop no se sabe dónde.
El lateral francés, que logró su segundo gol con el Barça, definió con el exterior y estampó el definitivo 1-2. El partido ya no tenía más historia. Los de Guardiola (cinco victorias en sus siete visitas al feudo merengue) buscaron sin obsesión el tercero. A Mourinho, le habían vuelto a meter el dedo en el ojo. Era su peor pesadilla: un equipo de azulgrana que está decidido a que no le pare nada ni nadie. Los blagranas ya están más cerca de las semifinales; los blancos, de hincar la rodilla... una vez más
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