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El inicio del cambio en Túnez

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Cuando el pasado 17 de diciembre, el joven Mohamed Bouazizi, de 26 años, se quemaba en Túnez para protestar porque la policía le había confiscado su puesto de verduras; pocos podían imaginar que su acto derivaría en una revolución social capaz de acabar los 23 años de presidencia de Zine al Abidine Ben Alí. Y es que la acción de desesperación de este joven tunecino evidenció las necesidades de un pueblo que se sentía completamente ignorado por sus gobernantes.

Aún cuando la sociedad tunecina ha conseguido que Ben Alí y su familia huyan del país, los actos de rapiña han mostrado cuanta razón esconden las quejas de la población. Poco antes de abandonar el país, Leila Trabelsi, mujer del ex mandatario, sacó del Banco Central de Túnez 1,5 toneladas de oro, tal como ha informado el Elíseo, en base a la información con que cuentan los servicios secretos franceses sobre el último día de Ben Alí al frente del país, según informa el diario galo Le Monde.

Sin embargo, cabe preguntarse que pasará en Túnez tras la salida de Ben Alí. ¿Serán capaces los nuevos gobernantes de no caer en el mismo sistema corrupto? ¿Se convertirá Túnez en un nuevo modelo de Estado en el Magreb?

Nuevo gobierno

Por el momento, lo único que se conoce es que el nuevo gobierno interino es una coalición formada tanto por opositores al régimen anterior como miembros del gobierno de Ben Alí. Así lo hizo público el primer ministro del país, Mohamed Ghannouchi, quien aseguró la integridad de los antiguos aliados del ex presidente y que ahora forman parte del nuevo Ejecutivo. Según Ghannouchi, estos ministros “tienen las manos limpias y una gran competencia”.

En declaraciones a Europe 1, Ghannouchi ha afirmado haber “intentado hacer una mezcla que tenga en cuenta a las diferentes fuerzas del país”. De manera que el gobierno interino queda formado por ex ministros de Ben Alí: Ridha Grira (Defensa); Mohamed Richa Chalghoum (Finanzas); Ahmed Friaa (Interior) y Kamel Morjane (Asuntos Exteriores); e históricos opositores como el líder del partido Ettajdid, Ahmed Brahim (Educación Superior); el líder del Foro Democrático del Trabajo y las Libertades, Mustafá Ben Jaafar (Sanidad), y el líder del Partido Democrático Progresista, Nejib Chebbi (Desarrollo Regional). Quedan fuera de este gobierno de coalición opositores como los islamistas y el Partido Comunista, ambos prohibidos en el país.

“Gracias a su abnegación, han conseguido reducir la capacidad de perjudicar de ciertos círculos. Han maniobrado, han dado largas, han intentado ganar tiempo para preservar el interés nacional”, ha alabado el primer ministro.

También formará parte de este nuevo Ejecutivo tunecino Slim Amamou, miembro del Partido Pirata del país y activo blogger recientemente detenido.

Amamou es el nuevo Secretario de Estado de Juventud y Deportes de Túnez, según informa Torrent Freak. El blogger ha confirmado la noticia en Twitter. Lo curioso es que su cuenta en la red de microblogging en Túnez (@slim_amamou) continúa censurada y ha escrito sobre la cuestión en otra cuenta a la que él mismo dirige: @slim404.

El nuevo secretario de Estado de Juventud y Deportes de Túnez bromea con su situación: “Nombrado en el Gobierno. Es como si un artista underground fichara por una gran firma. Los puristas lo difundirán y la masa lo adorará”.

Pero este no es el único cambio que espera a Túnez, ya que la posible vuelta de los exiliados hace prever un clima de pluralidad para las futuras elecciones. Así, ante este nuevo ámbito, el político tunecino Moncef Marzouki, líder exiliado del partido opositor de carácter secular Congreso para la República, anunció su vuelta a Túnez y confirmó su candidatura para los próximos comicios.

Para Marzouki, la principal duda pasa por saber si “habrá elecciones libres y honestas” y si se permitirá que a ellas se presenten todas las opciones políticas. En este sentido, preguntó si se va a abolir el código electoral vigente, “elaborado bajo la dictadura y para la dictadura”.

Por otro lado, Ghannouchi insiste en el “cambio histórico” que está viviendo su país y parece decidido a mejorar la imagen que Túnez está dando en el exterior. Así, cuando es preguntado por si la dictadura continúa, el primer ministro ha respondido: “¡Eso no es justo en absoluto! Ahora hay una época de libertad que se manifiesta en la televisión, en la calle. Se ha liberado un nuevo espíritu, totalmente diferente del que prevalecía en el pasado”.

En cuanto al futuro inmediato del ex presidente del país, todo se torna en una incógnita. Exiliado en Arabia Saudí, todavía se desconoce si se presentarán cargos en su contra por cómo deja el país y por las supuestas ilegalidades que podría haber cometido estando en el poder. El propio Ghannouchi ha manifestado esta incertidumbre. “No puedo decirlo. En los primeros años, Ben Alí hizo mucho bien a Túnez”. “Pero luego hubo un cambio importante a causa del enriquecimiento ilícito de parte de su entorno”, ha admitido, refiriéndose a la familia de la esposa de Ben Alí, que creó un sistema basado en la corrupción.

“Tendrán un proceso justo y, si son culpables, deberán responder ante la Justicia” ha prometido el primer ministro. “Existe la impresión de que es ella”, la esposa del ex presidente, “la que mandaba”, ha agregado.

Otras revueltas

Mientras los cambios se van sucediendo en Túnez y el nuevo Ejecutivo va buscando la estabilidad; el descontento popular de los tunecinos hecho público ha animado a sus vecinos del Magreb a mostrar su disconformidad con sus respectivos gobiernos.

En esta línea, recientemente un ciudadano egipcio se prendió fuego cerca de la sede del Parlamento en El Cairo. Según un responsable de seguridad, se trataba de un abogado, pero no se precisaron más detalles sobre los motivos que llevaron al hombre a cometer tal acto. Sin embargo, no ha sido un caso aislado, anteriormente, otro egipcio se inmoló cerca del Parlamento para protestar contra el paro y la pobreza.

También se han registrado casos similares en Mauritania y, especialmente, en Argelia, donde son ya cuatro los hombres que se han quemado a lo bonzo para protestar por los mismos motivos.

“Túnez es ahora el modelo a seguir para todos los árabes. La época de los dictadores y las dictaduras ha terminado”, sostiene el analista político y profesor de Políticas en la Universidad de Argel, Mohamed Lagab, en declaraciones a Reuters.

Estos actos provocan una inmediata reacción de protesta de la población en las localidades donde se producen, como en el caso de Mohsen Bouterfif, un argelino que se quemó a lo bonzo el sábado en la localidad de Boujadra, muy cerca de la frontera con Túnez. Esta acción provocó que un centenar de personas salieron a la calle, aunque fueron dispersados por la Policía.

“Se han invertido miles de millones de dólares en programas de desarrollo sin ningún impacto en la vida diaria de los ciudadanos argelinos”, denuncia el editorial de este lunes del diario argelino El Watan. “Los signos de miseria social son visibles en todo el país [...]. Un ruido sordo recorre las calles de Argelia. Es muy probable que sea un caldo de cultivo para la violencia”, señala.

Y es que para el secretario general de la Liga Arabe, Amr Musa, el ejemplo que ha supuesto Túnez para el mundo árabe es claro. “Tenemos que seguir de cerca lo que está ocurriendo en Túnez y esperamos que la población allí acabe por construir el sistema que quiere. Y, por supuesto, hay una lección y hay un mensaje de lo que ha ocurrido en Túnez”, ha considerado Musa al ser preguntado sobre si estos acontecimientos podrían tener un efecto dominó en los países de Oriente Próximo.

Musa ha señalado que “la sociedad árabe tiene unos elementos de construcción, actuación y reacción similares, así que no podemos simplemente considerar a Túnez como un incidente aislado”.

Mientras estas posibles revoluciones se producen o no y mientras la sociedad tunecina intenta construir un nuevo modelo de Estado que responda a sus expectativas (que convoque unas elecciones libres y justas y acabe con la corrupción); sólo queda esperar para ver como se desarrollan los acontecimientos y comprobar si realmente Túnez puede convertirse en un ejemplo de revolución social para el resto del Magreb y del mundo.

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