La herencia más valiosa de Ruth: “Cuidar de mi madre hasta el final ha sido el regalo más bonito que me ha dado la vida”

Ruth Álvarez forma parte de la generación sandwich

Laura Olave Lozano

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Cuatro de cada diez (45,6%) personas cuidadoras en La Rioja pertenece a la conocida como “generación sándwich”, según el I Estudio del Observatorio Cinfa de los Cuidados “Radiografía de los cuidados familiares en la sociedad española”, elaborado por Laboratorios Cinfa con el aval de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG). Es decir, atienden al mismo tiempo a un familiar mayor y a sus hijos o hijas, y tres de cada cuatro (77,1%) dicen compaginar este rol con su actividad profesional. Y Ruth es una de esas cuatro personas de cada diez y una de esas tres de cada cuatro personas en La Rioja que a la vez compaginan el rol de cuidadora con su actividad profesional.

Ruth asumió el cuidado de su madre con 30 años

Asumió el cuidado de su madre con 30 años, su hijo entonces tenía 7. Cuatro años después está convencida de que fue el regalo más bonito que le ha dado la vida: “cuidar a quien me ha cuidado”. Y es que la historia de su familia parte de una “historia de amor” como dice porque cuidó de su madre, pero antes, ella cuidó de su padre aun estando separados. Cuando él comenzó con Alzheimer, su madre decidió ser su cuidadora habitual, “incluso se lo llevó a su casa” donde lo cuidó hasta el final“. A los tres meses de fallecer su padre, a su madre le dio un ictus que derivó en una demencia frontotemporal, un término general para un grupo de enfermedades cerebrales que afectan principalmente los lóbulos frontal y temporal del cerebro. Estas zonas del cerebro están asociadas con la personalidad, la conducta y el lenguaje.

Hizo las maletas y se fue a vivir con su madre. Ella tenía 30 años, su hijo 7. Y así estuvo durante dos años hasta que sufrió un segundo ictus. “La cuidé hasta que pude”. Dos años que describe como una “experiencia brutal y complicada” que incluso cambió su forma de ver la vida. “Cuando la gente decide cuidar es como la maternidad, se convierte única y exclusivamente en tu dedicación, pero yo cambié mi forma de ver la vida”. Y ese cambio implicaba no renunciar a pequeños placeres de la vida, planes con amistades o paseos en solitario. “¿Por qué no me puedo tomar un café con mis amigas y con mi madre? ¿Por qué no puedo ir a un concierto con mi madre y con mi hijo? Éramos un equipazo. Íbamos a museos, salíamos de paseo... nunca nos hemos quedado en casa encerradas porque con un niño pequeño era imposible”. Y es que había algo que Ruth tenía claro: “nunca la culpabilicé de una situación que yo misma decidí asumir”.

A lo largo de la conversación, Ruth repite que el rol de persona cuidadora le ha permitido vivir una experiencia brutal y complicada que en muchas ocasiones“depende de como se afronte”. Durante estos dos años siendo cuidadora de su madre y de su hijo sentía que necesitaba momentos para ella sola en los que “coger aire y volver con las pilas cargadas”. Y así lo hacía. Su hijo vive con ella quince días y otros quince con su padre de forma que cuando el trabajo se lo permitía (también tiene turnos los fines de semana) “me escapaba por ahí unos días en los que lograba desconectar”. Ese tiempo, su madre se quedaba al cuidado de su hermano y si éste no podía, “buscaba ayuda externa porque también necesitaba tener momentos”.

Dar visibilidad a la figura del cuidador

El Observatorio nace con la vocación de dar visibilidad a las personas que cuidan de sus familiares en España y conocer el impacto que este rol tiene en sus vidas y en sus hogares. Su presidenta y médica del Grupo Cinfa, Alicia López, explica que con este estudio también pretenden profundizar en el bienestar físico, mental además de saber si se sienten reconocidas y apoyadas, todo ello con un enfoque inclusivo y desde la empatía porque cada forma de cuidar es válida y todas deben ser respetadas“. En cuanto al perfil de la persona cuidadora, en La Rioja es una mujer de unos 49 años de edad. Sin embargo, Ruth no casa con este perfil porque ella asumió este rol muy joven. ”No tenía amigas en mi misma situación, de hecho ni siquiera tenía amigas que fueran madres así que muchas veces sentía que no tenía a nadie con quien hablar de esto aunque sabía que no estaba sola“. Y por eso celebra que cada vez se le dé más presencia a la figura del cuidador porque en estos procesos ”se invisibiliza al cuidador, todo el protagonismo recae en el enfermo y en la enfermedad y todo lo demás pasa desapercibido“.

Me voy a quedar esta casa porque me parece una herencia preciosa. Lo fácil sería huir del dolor y de la tristeza, pero yo no soy así

Ruth pidió ayuda cuando su madre sufrió un segundo ictus. “Me pagué un psicólogo porque sentí que no podía cuidarle más y necesitaba cuidarme yo también, no podía cuidarle de la forma que lo había hecho hasta ahora”. Y es que tras este segundo ictus, su madre ingresó en una residencia. “Mi ayuda cambió de espacio, en vez de cuidarle exclusivamente, voy a hacerlo en la residencia o donde esté”. Una forma de pensar diferente a la que llegó de la mano del profesional.

La madre de Ruth falleció hace menos de un año

La madre de Ruth falleció hace algo menos de un año y todavía la siente cerca. Dos años de cuidados de los que se siente “orgullosa y agradecida”, porque además han sido una importante enseñanza para su hijo. “Un día comiendo, mientras mi madre no estaba me preguntó si alguna vez iba a ser como la abuela, si iba a estar malita como ella”. Su repuesta le impresionó: “No te preocupes porque yo te voy a cuidar igual de bien que estás cuidando tú de la abuela. Su contestación me ratificó que lo estaba haciendo bien”.

Ruth y su hijo continúan viviendo en la casa de su madre. “Me voy a quedar esta casa porque me parece una herencia preciosa. Lo fácil sería huir del dolor y de la tristeza, pero yo no soy así. Cuidar a mi madre ha sido una experiencia increíble, con sus cosas negativas por supuesto, pero ahora con perspectiva, ha sido el mejor regalo porque me ha permitido ayudar a quien me ha ayudado”.

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