Irlanda, “El sí de las niñas”
Europa acepta un trato desigual a cada estado. Al hilo de este asunto, aparecen otros temas, como la autoridad de la Comisión Europea sobre los estados, la libertad de elección que éstos tienen, los nacionalismos que la encorsetan. El conflicto se salda, momentáneamente, por medio del uso de la inteligencia y la razón, que hacen que nadie salga perjudicado, aparentemente.
Si con un referéndum no es suficiente, se hacen dos. Por el medio, se cede un poquito, sin que se note demasiado, y se consigue modificar el sentido del voto de los ciudadanos de un estado, aunque sea uno de los estados pequeños que conforman la UE.
El primer ministro de Irlanda anunció la victoria del sí con un gesto de absoluta seriedad. A pesar del triunfo, el paso no fue del gusto de nadie, ni siquiera del resto de los europeos. Y así se construye Europa. Puede que no nos guste, pero mejor esto que cada uno por su cuenta, y sobre todo, construir Europa sin guerras de por medio. Recuérdese que en la construcción de los EE.UU. medió de una guerra civil, de la que todavía quedan restos activos.
En el fondo de todo esto – faltan las firmas de los recalcitrantes presidentes de Polonia y la República Checa – late el todavía poderoso corazón de los nacionalismos. Nacionalismo hay que decirlo en plural para no molestar la singularidad que cada nacionalismo reclama.
Pero se va construyendo Europa.
Irlanda ha necesitado una profunda crisis para poder atemorizar a sus ciudadanos y dirigir su voto hacia el sí. Bienvenida sea la estratagema. Todo sea por avanzar en la construcción de Europa.
Como en la comedia de Fernández Moratín, la Comisión Europea, debe tener en cuenta los caprichos de cada estado, para así armonizar los intereses-capricho de todos.
Napoleón trató de formar Europa con la fuerza de las armas, H. Balzac trató de conquistarla con el corazón y la inteligencia, Irlanda con el poder de los intereses.
El juego está claro: hoy se cede en alguna cosa a unos u otros estados, y poco a poco se van diluyendo los efectos de estas cesiones.
Aparentemente no es un camino ideal, y los privilegios y excepciones que se reconocen a pequeños grupos de personas, molestan a muchos ciudadanos que no han tenido la oportunidad de manifestar sus preferencias.
Pero Europa es de construcción difícil: la adhesión a las políticas comunitarias por encima de las disputas internas de los estados, la aceptación de las estrategias establecidas de común acuerdo entre todos, y la aplicación local de los recursos de forma coherente con estas estrategias, necesita tiempo y sobre todo voluntad.
En el fondo está la necesidad de superar todo nacionalismo, y convencer a los ciudadanos de que Europa es mejor fórmula de vida que cada uno de los estados.
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