La enfermedad más común es también la más escondida

La enfermedad más común es también la más escondida

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“¿Cómo te sentirías si por tener un diagnóstico tus amigos te apartasen de su lado? ¿Cómo te sentirías si te echaran de un empleo sin poder mostrar tu valía por tener un problema de salud mental?”. Nicolás es uno de los miles de riojanos que padecen una enfermedad mental. Él ha decidido no ocultarse. Muchos no se atreven a dar ese paso.

En 2016 se registraron 30.000 consultas por asuntos relacionados con la salud mental en La Rioja donde cada año se detectan unos 2.800 nuevos casos, nueve por cada mil habitantes. Un 9% de la población de La Rioja padece alguna enfermedad mental, unos 8.000 de ellos de carácter grave. En definitiva, una de cada cuatro personas, según la Organización Mundial de la Salud, padece alguna de estas patologías. Tan comunes y tan desconocidas.

¿Por qué no se ve como una enfermedad más? ¿Por qué no se habla con normalidad y no se destinan a ello más recursos? Los motivos son varios según desvelan desde ARFES (Asociación Riojana de Familiares y Personas con Enfermedad Mental). Se trata de un colectivo históricamente mal visto y marcado con un estigma que les hace esconderse.

Este 10 de octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental con el lema 'Trabajar sin máscaras, emplear sin barreras' porque, “si para cualquier persona es beneficioso un empleo digno y saludable, para alguien con una enfermedad mental lo es aun más”. Sin embargo, el 85% de estas personas están en situación de desempleo y sólo el 5% tienen un empleo estable, a pesar de que el 80% tiene estudios universitarios. La barrera está muy clara y se construye a base de prejuicios, miedo, falta de información y sensibilización empresarial y ausencia de adapatación del puesto de trabajo.

“Cualquiera podría decir en su empresa que tiene que ir al médico porque tiene un problema de salud pero decir que vas al psiquiatra porque esa enfermedad es mental es mucho más complicado”, explican desde ARFES. Sin duda, no es una patología más y, aunque esté tan extendida que afecta a una cuarta parte de la población, no se habla como si se tratase de cualquier otra enfermedad. “También hay personas famosas que la padecen pero no ves a ninguno en nuestras campañas como sucede con otras enfermedades, no se atreven a dar ese paso”.

Tan desconocida es esta realidad que el 51% de la población confunde las enfermedades mentales con la discapacidad intelectual, y no tiene nada que ver. “O te tratan como un loco peligroso o como una persona con retraso, y bastante tenemos ya con una enfermedad como para tener más”, bromean algunos chicos de ARFES.

Lo cierto es que, en la mayoría de los casos y gracias a un buen diagnóstico y un tratamiento adecuado, tanto farmacológico como psiquiátrico, se puede llevar una vida normal. Sin embargo, se siguen encontrando dificultades a la hora de recuperar ese proyecto de vida, especialmente en el ámbito laboral. Muchos empresarios tienen miedo a sus reacciones o a una recaída que conlleve un ingreso, pero eso se combate con información. “Un empleador sabría adaptar un puesto de trabajo a una persona con silla de ruedas pero no a una con una enfermedad mental, porque eso no se ve, pero para eso estamos nosotros, para informarles, orientarles y ayudar en todo lo posible”, explican desde ARFES.

LAS CIFRAS CRECEN A UN RITMO ALARMANTE

Desde el año 2000 se ha incrementado en un 143% el número de menores de 15 años que padecen algún tipo de enfermedad mental. Además, hay actualmente en el mundo más de 615 millones de personas que las padecen, un 30% más que hace 15 años. Su aumento es mucho más rápido que el crecimiento de la población mundial. ¿Qué está pasando?

Desde ARFES tienen claro que el cambio en los estilos de vida tiene mucho que ver en esto. La competitividad cada vez más asfixiante de esta sociedad, los niveles de frustración, el consumo de sustancias y sobre todo la crisis, son algunos de esos factores detonantes. Perder un empleo o una vivienda o no tener comida para alimentar a tus hijos hacen que los casos de depresión y ansiedad se hayan multiplicado.

Y mientras todo crece, el silencio continúa. Porque esa misma sociedad que lo fomenta, no hace nada por entenderlo.

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