La recuperación tendrá que esperar

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Los ministros de Economía de la eurozona constatan que todos los indicadores económicos apuntan a un agravamiento de la recesión y que la recuperación se retrasará al menos hasta 2010. Pese a las malas perspectivas económicas, los países del Eurogrupo aseguraron que no adoptarán nuevas medidas de estímulo económico para “no añadir más déficit al déficit”.

“La recesión que atravesamos es profunda y supera en amplitud a la que vivimos a principios de los años 90”, aseguró el primer ministro luxemburgués y presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, en rueda de prensa al término de la reunión. Destacó que la situación se ha deteriorado desde febrero y que todos los indicadores económicos y previsiones son “negativos”.

Por su parte, el comisario de Asuntos Económicos, Joaquín Almunia, destacó que “la recuperación tardará más de lo que esperábamos” y no se producirá durante la segunda mitad del año como había dicho el Ejecutivo comunitario en las previsiones económicas que publicó en enero. “Teniendo en cuenta los riesgos a la baja que han aparecido y están empezando a materializarse, tiendo a pensar que el escenario de recuperación gradual se traslada a 2010”, explicó Almunia.

Indicó que los dos principales problemas son la restricción del crédito y la debilidad de la economía real, tal y como demuestran los malos indicadores sobre producción industrial y confianza. “Confiamos en que las decisiones de política monetaria, los estímulos fiscales y los planes de apoyo al sector bancario tengan efectos positivos en los próximos meses y trimestres. Pero todavía es demasiado pronto para percibir estos efectos positivos”, dijo el comisario de Asuntos Económicos.

En todo caso, los ministros de Economía de la eurozona acordaron que no pondrán en marcha nuevas medidas de estímulo económico, incluso aunque lo pida Estados Unidos durante la reunión del G-20 que se celebrará el 2 de abril en Londres. “Europa y el Eurogrupo ya han hecho lo que debían”, resaltó Juncker. Y recordó que los paquetes de estímulo fiscal y el aumento de gasto público por las prestaciones por desempleo desde el inicio de la crisis representan entre el 3,3% y el 4% del PIB de la UE.

“No queremos añadir ahora déficit al déficit y deuda a la deuda”, insistió el presidente del Eurogrupo. A su juicio, antes de tomar nuevas decisiones hay que ver cuáles son los efectos de las medidas ya aprobadas. Y estos efectos se sentirán sobre todo en 2010, según Juncker, que insistió en la necesidad de diseñar una “estrategia de salida” del deterioro de las finanzas públicas.

AYUDA A RUMANÍA

Los países de la eurozona examinaron también el deterioro de la situación económica en el centro y este de Europa y coincidieron en que no se debe tratar a estos países como un “bloque” sino que se prestará asistencia a los Estados que lo necesiten caso por caso. En este sentido, Almunia explicó que espera recibir en los próximos días una petición de ayuda de Rumanía para hacer frente a los problemas de financiación de su deuda.

A partir de ese momento, la UE negociará, junto con el Fondo Monetario Internacional (FMI) las necesidades financieras del país, que Almunia no quiso anticipar, y las condiciones para el apoyo. Rumanía será el tercer país de la UE, tras Letonia y Hungría, que recurre a esta facilidad para la balanza de pagos. El comisario de Asuntos Económicos se mostró convencido de que los 25.000 millones de euros con que está dotado este mecanismo serán suficientes para atender a todos los países que lo necesiten.

Los ministros de Economía de la zona euro acordaron también que no flexibilizarán los criterios para adoptar la moneda única pese a la petición en ese sentido de Hungría, que quiere reducir el plazo de dos años que los candidatos tienen que pasar en el sistema monetario europeo. “En una situación de volatilidad excesiva no es el momento de abrir un nuevo debate sobre la definición de los criterios de adhesión a la eurozona, o sobre una nueva interpretación de los criterios”, dijo el primer ministro luxemburgués, que avisó de que lo contrario pondría en riesgo la credibilidad de la moneda única.

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