Mensaje de esperanza en el Domingo de Resurección
Durante la celebración, el Romano Pontífice explicó a los numerosos fieles congregados en la Plaza de San Pedro, que le aclamaban “Viva el Papa”, “Benedicto, Benedicto”, que Jesús resucitó para que el hombre no desesperase pensando que con la muerte se acaba totalmente la vida.
“En efecto, una de las preguntas que más angustian la existencia del hombre es precisamente ésta: ¿qué hay después de la muerte?”, señaló el gran Obispo de Roma, quien detalló que la solemnidad que los católicos celebran hoy “permite responder a este enigma afirmando que la muerte no tiene la última palabra, porque al final es la vida la que triunfa”.
Y así, sostuvo que la certeza de los creyentes “no se basa en simples razonamientos humanos, sino en un dato histórico de fe: Jesucristo, crucificado y sepultado, ha resucitado con su cuerpo glorioso”.
“No es un mito ni un sueño, no es una visión ni una utopía, no es una fábula, sino un acontecimiento único e irrepetible: Jesús de Nazaret, hijo de María, que en el crepúsculo del Viernes fue bajado de la cruz y sepultado, ha salido vencedor de la tumba”, añadió.
Para Benedicto XVI, el anuncio de la resurrección del Señor ilumina las zonas oscuras del mundo, refiriéndose “particularmente al materialismo y al nihilismo, a esa visión del mundo que no logra trascender lo que es constatable experimentalmente, y se abate desconsolada en un sentimiento de la nada, que sería la meta definitiva de la existencia humana”.
“SIGNOS DE SU ANTIGUO DOMINIO”
Con todo, dijo, pese a que es verdad que la muerte ya no tiene poder sobre el hombre y el mundo, “quedan todavía muchos, demasiados signos de su antiguo dominio” por lo que Dios necesita hombres y mujeres que lo ayuden siempre y en todo lugar a afianzar su victoria con las armas de la justicia y de la verdad, de la misericordia, del perdón y del amor, mensaje que, explicó, ha llevado recientemente a África con motivo de su viaje apostólico a Camerún y Angola, y que repetirá en mayo “con fuerza” en Tierra Santa, donde es “indispensable” la reconciliación israelí-palestina, en los países limítrofes y el mundo entero.
No en vano, reclamó, “en un tiempo de carestía global de alimentos, de desbarajuste financiero, de pobrezas antiguas y nuevas, de cambios climáticos preocupantes, de violencias y miserias que obligan a muchos a abandonar su tierra buscando una supervivencia menos incierta, de terrorismo siempre amenazante, de miedos crecientes ante un porvenir problemático” como “urgente” descubrir nuevas perspectivas “capaces de devolver la esperanza”.
Finalmente, dijo que la Iglesia proclama hoy, Domingo de Resurrección, con alegría, un anuncio de “esperanza” que quiere “compartir con todos, en cualquier lugar, especialmente allí donde los cristianos sufren persecución a causa de su fe y su compromiso por la justicia y la paz”.
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