Muchas medidas de prevención “seguramente llegan para quedarse”, según un experto de la UNIR
La crisis del coronavirus ha obligado a modificar hábitos y costumbres que nos parecían impensables hace unos meses y que afectan también al ámbito comunicativo. Nuestra forma de relacionarnos con los demás ha cambiado y la pandemia ha provocado unas relaciones sociales diferentes ante el escaso contacto físico a la hora de interactuar con los demás para protegernos y cuidar a la población.
Unas medidas que se han incorporado a pasos agigantados en nuestro día a día pero ante las que nos surge una pregunta: ¿Han llegado para quedarse?.
El experto de la UNIR Zósimo López Pena ha explicado que el coronavirus nos ha impuesto mantener unas relaciones “más frías y más distantes”. En este sentido, ha explicado, la comunicación ha cambiado en todos los ámbitos y en todas las relaciones, entre desconocidos (“ahora es impensable darse la mano y muchos menos dos besos al saludarse”), con amigos, también con tu propia pareja o tus familiares y no hay que olvidar, “como nota curiosa”, que también nos ha cambiado la forma de relacionarnos con nuestras mascotas.
El también coordinador académico de los Grados de Infantil y Primaria de UNIR ha explicado que, además, se nos obliga a mantener una distancia social que “en realidad” es más bien una “distancia física” y todo ello hace que la comunicación sea menos cercana.
Si a ello le sumamos “los elementos que debemos llevar puestos” como pueden ser las mascarillas o caretas, los guantes o las gafas de protección... “todo ello provocan barreras comunicativas que han modificado nuestra forma de actuar”.
Unos elementos que, como ha reconocido el experto, “en España y en Europa no eran para nada habituales antes de la pandemia pero en otras culturas, como la japonesa, sí que lo eran. Aquí no estábamos acostumbrados y al principio chocó muchísimo pero no ha sido igual para todo el mundo”.
Las mascarillas, en definitiva, han cambiado nuestras formas de relacionarnos pero, como ha reconocido el docente de la UNIR, también dice mucho de “cómo es una persona”. A juicio del experto, una simple mascarilla “puede significar muchas cosas” como, por ejemplo, cortesía.
En este punto, ha matizado, podemos ver “cómo es una persona por cómo lleva la mascarilla puesta”. Es decir, “si la llevas bien implica que quieres proteger a los demás pero, por ejemplo, si la llevas mal puede incluso sonar a rebeldía o falta de empatía con la gente que está alrededor”.
El uso de la mascarilla, además, ha hecho que nos fijemos mucho más en otras partes del rostro o incluso en las manos. “La expresión de los ojos y la mirada ayuda a la cercanía y a hacer una comunicación un poco menos fría. La gesticulación y las manos que podrían pasar más desapercibidas ahora han cogido más fuerza que nunca y también nos ayudan a comunicarnos”.
López Pena asegura también que “estos propios elementos que nos han cortado en cierta manera la cercanía en nuestra forma de comunicarnos con los demás también nos ayudan en otro sentido”. Así, el profesor y miembro del colectivo internacional PanMeMic, ha explicado que, por ejemplo, cada vez es más habitual ver mascarillas “personalizadas”.
Mucha gente ha querido pasar de la cierta 'frialdad' o recuerdo de hospital que nos dan las quirúrgicas o las FFP2 blancas y muchos se animan a expresar su imagen y personalizarlas. “Es como cuando en el colegio te pintaban la escayola, todo ello hace que se marque una personalidad con la que se puede decir mucho de uno mismo”, ha afirmado.
Con respecto al futuro de estos elementos, el experto explica que de todas las crisis sanitarias que se han vivido anteriormente se han quedado ciertos “posos culturales o sociales” que se han mantenido a lo largo de los años.
Por ejemplo, ha detallado, de la protección de la peste negra en Venecia con esas mascarillas tan terroríficas en forma de ave hoy nos han quedado disfraces icónicos de esas máscaras tan reconocibles en Italia. De la malaria, por su parte, se inventó el 'gin tonic' “como excusa para poder prevenirla” y seguro que del coronavirus también “nos quedará algo”.
“Las mascarillas, por ejemplo, pueden llegar a quedarse porque se ha visto que ayudan mucho a rebajar además ciertas enfermedades como una alergia, un catarro o una gripe común”, ha explicado. Además, “también puede ser hasta un símbolo de moda en función de lo que se quiera expresar”.
Lo mismo puede ocurrir con los geles hidroálcoholicos: “Cada vez hay más olores e incluso marcas importantes de perfumes quieren realizar sus propios geles que ya los llevamos en el bolso casi sin darnos cuenta, algo que en enero era impensable. Ahora lo hemos hecho nuestro y seguramente muchas de ellas lleguen para quedarse, serán hábitos que, finalmente, se normalizarán en nuestra sociedad y no nos parecerán extraños”, ha concluido.
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