Tras la pesadilla, Strauss-Kahn vuelve a casa

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Dominique Strauss-Kahn abandonó hoy Nueva York rumbo a Francia y dejó atrás una “pesadilla” judicial en EEUU tras una demanda por agresión sexual que le costó su cargo al frente del Fondo Monetario Internacional y que todavía está por ver si arruinará definitivamente sus planes de luchar por el Eliseo.

La “pesadilla” había comenzado un día como hoy hace 16 semanas, cuando Strauss-Kahn se encontraba ya en el interior de un avión de Air France para viajar a París y un par de agentes se acercaron al por entonces uno de los hombres más poderosos del planeta para detenerle tras una denuncia por intento de violación.

Puede que nunca se llegue a esclarecer toda la verdad de lo que ocurrió aquella mañana del 14 de mayo en el interior de la suite 2806 del hotel Sofitel de Manhattan entre DSK, como es conocido por la prensa el político francés, y Naffissatou Diallo, la camarera que puso entre las cuerdas al entonces máximo responsable del FMI.

Lo cierto es que tras su arresto en el aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York, el mismo desde donde volvió hoy a Francia, DSK pasó varios días en la cárcel de Rikers Island bajo vigilancia ante un posible suicidio, y tras comparecer ante un gran jurado escuchó como le imputaban siete cargos por asalto sexual e intento de violación.

Días más tarde, el juez Michael Obus decretaba su libertad bajo fianza de un millón de dólares y un aval bancario de otros cinco millones, pero le mantenía bajo arresto domiciliario y obligado a llevar un grillete electrónico en el tobillo y estar vigilado las 24 horas del día.

Su equipo de abogados ya había puesto en marcha para entonces la maquinaria para intentar desacreditar a la demandante, de la que poco o nada se conocía, salvo que era una inmigrante guineana de 32 años, viuda y madre de una niña pequeña y que trabajaba en el hotel Sofitel el día del incidente.

Los primeros informes médicos hablaban de indicios de agresión sexual y los primeros testimonios de Diallo resultaron lo suficientemente convincentes como para que la oficina del fiscal de Manhattan, Cyrus Vance, decidiera presentar siete cargos penales contra Strauss-Kahn.

La Fiscalía siguió adelante con la investigación pero poco a poco empezaron a aparecer las primeras sospechas en torno a la supuesta víctima: demandas por agresión sexual en su país que resultaron ser falsas y mentiras en su solicitud de asilo político para entrar en EEUU, dudas que empezaron a minar la credibilidad de Diallo.

Vance mantuvo las pesquisas y descubrió entonces inconsistencias en la versión de la demandante sobre lo ocurrido en la habitación del Sofitel, e incluso una polémica llamada de teléfono que hizo tras el incidente a un hombre encarcelado en la que habría hablado de los posibles beneficios económicos que podría obtener de DSK.

La defensa del político francés aseguró desde un primer momento que Strauss-Kahn era inocente y habló siempre de un encuentro sexual “consentido”, mientras las dudas sobre Diallo seguían amontonándose hasta que el juez del caso no tuvo más remedio que poner fin al arresto domiciliario el 2 de julio.

Instalado ya en un lujoso apartamento del barrio de Tribeca, DSK siguió esperando a que el juez tomara una decisión sobre el caso, que llegó finalmente el pasado 23 de agosto, cuando la Fiscalía no tuvo más remedio que recomendar la retirada los cargos al no poder probar “más allá de toda duda razonable” la supuesta agresión.

Antes, Diallo había iniciado una campaña en los medios para dar a conocer su verdad y a medida que el caso penal se iba derrumbando, sus abogados, capitaneados por Kenneth Thompson, optaron también por abrir otras vías con la presentación de una demanda civil contra DSK en la que exigen una jugosa compensación económica.

Una vez en libertad, y tras retirarse los cargos que pesaban en su contra, DSK voló con su esposa Anne Sinclair a Washington para despedirse de sus antiguos empleados del FMI y “poner en orden” sus asuntos antes de volver a Nueva York para retomar hoy el viaje a París que se había quedado truncado el pasado 14 de mayo.

Ahora en Francia le espera una ciudadanía dividida, donde el 53 % de la población no quiere que el exdirector del FMI y antes favorito en las encuestas para las presidenciales de 2012 “participe en el debate político en los próximos meses”, según un sondeo publicado por medios franceses la semana pasada.

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