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El PP desempolva nada más llegar a la alcaldía el Madrid olímpico que fracasó cuatro veces y costó 6.500 millones

Ana Botella, en un acto de la candidatura Madrid 2020

Raúl Rejón

En julio de 2016 las candidaturas olímpicas de Madrid eran casi un lejano recuerdo con resaca millonaria para las arcas públicas de 6.500 millones de euros. En ese momento, un miembro de varias comisiones del Comité Olímpico Internacional y presidente de la Federación Internacional de Pentatlón Moderno, Klaus Schormann, reflexionaba sobre las intentonas madrileñas: “No veremos un Madrid olímpico en lo que nos queda de vida”.

Schormann no es sospechoso de animadversión contra España. Le debe gran parte de su destacada posición olímpica a Juan Antonio Samaranch, que salvó a su federación de salir del programa olímpico y desaparecer en el olvido. Sin embargo, tras presenciar tres rondas de votación con Madrid involucrada, fue así de rotundo.

En junio de 2019, el nuevo alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, ha agitado de nuevo la idea de recuperar la candidatura olímpica. Solo pide “consenso”, no unanimidad. La idea rebrota a pesar de haber sido rechazados tres proyectos consecutivos en el siglo XXI –más otro para 1972– cuyos apoyos populares fueron del 91, el 90 y el 86%, según expusieron sus responsables, y que supusieron 6.500 millones de euros en dinero público.

Martínez-Almeida ha dicho para justificar este movimiento: “Se nos deben unos Juegos Olímpicos”. “Es la única gran capital del mundo donde no ha habido unos”, ha argumentado al tiempo que consideraba que albergarlos es “beneficioso” para la ciudad. Ha asegurado que va a hacer una ronda de consultas.

“Me resulta extraño cuando los líderes de ciudades muy bien conocidas aseguran que los Juegos ayudarán a impulsar su imagen en el mundo. ¿Quién no ha oído hablar de Madrid?”, explica a eldiario.es el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad del Pacífico (Oregón, EEUU) y experto en política deportiva Jules Boykoff.

La siguiente fecha libre es 2032. Hasta ahora, las ciudades se han elegido normalmente siete años antes. ¿Por qué la prisa del nuevo alcalde? El Comité Olímpico Internacional ha eliminado ese plazo hace menos de una semana. Reunido del 24 al 26 de junio en Lausana (Suiza) para analizar el proceso de elección, el COI ha eliminado la regulación que establecía ese plazo y podrá pedir a las ciudades que hagan una consulta popular previa a ser consideradas candidatas.

También han establecido que se mantenga un “diálogo” previo con las aspirantes que podría desembocar en que no hubiera carrera entre candidatas. “Para evitar que haya demasiadas perdedoras”, ha justificado el presidente del COI, Thomas Bach. Incluso ha admitido que cabe la posibilidad de que se designe una sede sin competición alguna. El COI ha aprobado que se puedan lanzar candidaturas conjuntas de varias ciudades o diferentes países.

Jules Boykoff analiza que estos anuncios “pueden crear una sensación de urgencia entre las ciudades” por presentarse. Además, estos cambios harían el proceso “todavía más opaco confinándolo más a reuniones a puerta cerrada entre el COI y las ciudades interesadas”.

Sueño con despertares bruscos

“Yo también quiero volver a ver nuestra capital hacer soñar a toda España”, ha dicho la candidata a presidir la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso, tras las palabras de su compañero de partido. Cada uno de los tres anteriores sueños del PP tuvieron despertares bruscos: un supuesto voto equivocado en Singapur para 2012. Un invento sin resultados para 2016 con el que justificar la idea de que el COI podría saltarse la rotación de continentes que condenaba a Madrid: “Es una rotación de culturas”, aireaba el entonces alcalde Alberto Ruiz-Gallardón. Y un golpe de gracia final para 2020 con Ana Botella como alcaldesa: el desempate perdido contra Estambul que proponía piscinas segregadas por sexo.

Por el camino, Madrid puso 6.500 millones de euros. Si las infraestructuras de transportes y comunicación han podido ser utilizadas, las sedes deportivas se comieron más de 500 millones con poco recorrido. La Caja Mágica de tenis se fue hasta los 294 millones y alberga un torneo anual. Fracasaron los intentos de que allí se instalaran una escudería de fórmula uno o el club Atlético de Madrid de balonmano. Peor fue con el Centro Acuático: un esqueleto sin acabar de 86 millones. Incluso para el “austero”, como se calificó, proyecto para 2020 se reconocía que hacía falta 207 millones de euros extras para completar las sedes del programa. El presunto estadio olímpico en la peineta es ya el feudo local del Atlético de Madrid. Campo de fútbol sin pista de atletismo.

Sobre la segunda gran ventaja atribuida recurrentemente a celebrar unos Juegos, el impacto económico, Boykoff subraya que “hay pocas evidencias de que albergar los Juegos empuje la economía”. De hecho, los JJOO cuestan, al menos, el doble de lo que se presupuesta al presentar la candidatura. Así ha ocurrido en Atenas, Londres, Sochi...

Boykoff, que ha analizado el rastro que dejan los grandes eventos deportivos en sus sedes, subraya que “en las grandes ciudades donde el turismo ya es pujante, los Juegos tienden a dañar esa actividad. Desde luego que el sistema olímpico mueve un montón de dinero, pero fluye hacia arriba, hacia las élites bien conectadas. Para los ciudadanos de a pie, el beneficio económico es, como mucho, despreciable”.

Nada más remover Martínez-Almeida la posibilidad de pedir al COI unos Juegos, el Comité Olímpico Español se ha mostrado favorable. Su presidente, Alejandro Blanco, se ha apuntado al viaje de nuevo: “Hay que sentarse y hay que hablar para que el sueño viva”, ha dicho este junio. Blanco fue el presidente de la candidatura para 2020. El dirigente del COE dejó este análisis al conocerse el fracaso de 2013 en Buenos Aires: “La victoria o la derrota no tienen ninguna importancia si lo hacemos juntos y esa es la gran lectura que tiene este proyecto”. Remató su despedida halagando a los políticos responsables del proyecto. Calificó a Ana Botella como “una grandísima alcaldesa” y al expresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, “mi gran amigo Nacho. Un grandísimo presidente”.

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