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Opinión - El problema de los tres gorros. Por Elisa Beni

Elecciones al sur de la M-30, la zona más vulnerable de Madrid: “Mi barrio es antiguo, pero no chungo”

Una mujer y un niño pasean por San Diego, en Puente de Vallecas

Analía Plaza

Bajando por la calle de Sierra Carbonera, antes de llegar al parque en el que se juntan cada tarde los mayores del barrio, hay un pequeño local con un mapa lleno de chinchetas. El espacio es de la asociación de vecinos y cada chincheta representa a un narcopiso. “Desmantelaron varios, pero aún quedan”, cuenta una trabajadora. Acto seguido, señala el que considera el origen del problema. “Esto es la M-30. Y justo al otro lado estamos nosotros. Estamos cerca del centro, ha habido muchos desahucios y compras de pisos por bancos. Si es el barrio más degradado es por eso: por la famosa gentrificación”.

En el parque, los abuelos juegan a las cartas en las mesas y los jóvenes comen pipas en los bancos. Iñaki Rodríguez, un cartero que trabaja en la oficina de Correos más cercana, no vive allí aunque pasa mucho tiempo. “Yo vivo en el barrio de La Estrella, en Retiro. Allí las casas son mejores y no hay nadie en la calle”, señala. “Aquí son pequeñas, más viejas. Y los parques se llenan. Existe esa relación”.

San Diego, en Puente de Vallecas, es el barrio más vulnerable de Madrid. Lo dicen los datos - el Ayuntamiento publicó un ranking que mezcla cifras de desempleo, inmigración, valor catastral o tasa de dependientes - y lo corroboran sus habitantes, que llevan años viendo cómo las calles no se limpian y proliferan los puntos de venta de droga. “Prefiero decir 'antiguo', que no suene chungo”, apunta Lucho, un joven peruano. “Entrevías sí es chungo, hay pisos en los que pillas droga hasta tarde. En San Diego hay vecinos que están de fiesta en la terraza y terminan a botellazos. Simplemente, no es un lugar adecuado”.

Entrevías, en el mismo distrito, es el segundo lugar más vulnerable de la ciudad. También el más pobre. Incluso ambos están entre los que sus habitantes perciben como más sucios, según se desprende de la Encuesta de Calidad de Vida del Ayuntamiento.



“San Diego puede salir primero o quinto, pero no es relevante. Es un cálculo matemático y si cambias alguna variable saldrá otro”, añade Vicente Pérez, responsable de urbanismo y vivienda de la FRAVM. “En estos barrios siempre es igual: altísimas tasas de paro, de población sin estudios, mucha población inmigrante, precariedad en el empleo... Luego sumas la vivienda, que es antigua y defectuosa, y la droga, y tienes un retrato generalizado”.

En el sur de Madrid viven 1,3 millones de personas, el 41% de población madrileña, y es el área más castigada por la desigualdad. Los barrios de San Diego y Entrevías lideran el ranking, que completan los distritos de Puente de Vallecas, Villaverde, Usera, Carabanchel, Latina, Vicálvaro, Villa de Vallecas y, al este, San Blas. En 2015, la tarta electoral dio un vuelco cuando Ahora Madrid arrasó en todos ellos y desbancó al PP, que, salvo en el irreductible Puente de Vallecas, había sido el más votado en las municipales de 2011.

En las elecciones generales del 28A, el mapa se ha pintado de rojo: el PSOE ha pasado del 30% del voto en todo el cinturón.



La pregunta es ahora qué pasará el 26M: si Carmena mantendrá con Más Madrid los 222.755 votos que sacó estos distritos, si perderá parte en favor del PSOE o Madrid en Pie o si aumentará. El sur, obrero, es clave para todos los partidos de izquierda, que han convocado sus actos de apertura de campaña ahí - Más Madrid en Orcasitas, Madrid en Pie en Puente de Vallecas y el PSOE en el Casco Histórico de Vicálvaro - y que abanderan la lucha por la desigualdad entre el rico norte y el pobre sur. Pero es que además los narcopisos, la okupación y la falta de seguridad de Puente de Vallecas se han convertido en uno de los ejes del discurso del PP y, especialmente, de Ciudadanos.

“Nadie puede discutir la indignación de los vecinos de Vallecas con la inseguridad y la narco-okupación”, dijo en marzo Almeida para quejarse de que aún no se hubieran instalado cámaras. Villacís, por su parte, lo menciona en muchas de sus intervenciones y llegó a afirmar que se había convertido en el “paraíso de la okupación”.

El punto de inflexión

Ricardo lleva cinco años viviendo en San Diego. “Estaba cerca del trabajo y quería un barrio tranquilo que no estuviese lejos del centro. Los primeros dos años fueron bien: es un barrio obrero, normal, en el que solo puedo destacar como problema la suciedad”, cuenta. “Pero el tema de los narcopisos se acentuó cuando cerraron partes de la Cañada Real y mucha gente vino aquí”. Frente a su piso, en Alfredo Castro Camba, hubo uno. “Todo el vecindario sabía lo que pasaba y llamábamos. Y hasta que no se hizo la manifestación y salió en la tele no hubo un punto de inflexión”. La marcha tuvo lugar a finales de 2017: desde entonces, ha habido varias operaciones policiales que han clausurado narcopisos.

“Al edificio en el que hay un narcopiso le cae una desgracia. La vida de esa gente la joden, sin duda”, dice Pérez, de la FRAVM. “Y los medios para luchar contra eso son poquitos. Las tres administraciones tienen competencias: está el brazo policial, de la delegación del Gobierno, la atención a la drogodependencia, de la Comunidad, que desmanteló hace años la agencia antidroga, y el Ayuntamiento, que tiene competencias en seguridad y servicios sociales. Y no han estado a la altura”.

Muchos vecinos -como la trabajadora de la asociación vecinal- ven en esta degradación del barrio un paso previo a su gentrificación. Los barrios del sur son los más rentables para inversores y fondos, que pueden comprar barato y alquilar más caro: si su imagen empeora y pueden comprar aún más barato, el negocio saldrá mejor. “Esta imagen conspirativa es un poco rebuscada”, continúa Pérez. “No creo que haya un ser malvado que diga: meto droga, bajo precios, los echo y subo precios. Otra cosa es que sí sea la consecuencia”.

La okupación de pisos vacíos, de bancos, también causa problemas de convivencia. Por el edificio de Ricardo, el que había frente a un narcopiso, ya han pasado varios okupas. “Primero había una persona mayor y no había problema. Pero la señora se fue a una residencia y su hijo vendió las llaves a una pareja”, continúa. “Él trapichea con drogas y entra y sale mucha gente del portal, que está más sucio. La consecuencia es que todo el portal ha puesto alarmas en casa”.

“La convivencia ha empeorado”, añade Mari Carmen, una señora que lleva 21 años viviendo en el barrio. “El año pasado fue una locura: dieron un piso de protección oficial y vino mucha gente. Es gente que viene de fuera, no respeta y no se integra”. Mari Carmen no tiene claro su voto para las municipales, ni siquiera si votará. La abstención en el barrio alcanzó cotas de entre el 30% y el 40% en las generales, una tónica habitual en los barrios más pobres. “Carmena ni me va ni me viene. Apenas salgo de casa, así que según me pille ese día”.

Iñaki, el cartero, tiene un curioso pronóstico preelectoral. “Yo reparto cartas de multas. Y en este barrio nadie está enfadado con la alcaldesa”, apunta. “Aquí no se quejan, pero no veas en los barrios nobles: cada vez que les llega una insultan a Carmena, dicen 'ya me ha multado otra vez esta h...'. Los que votaron izquierda no van a cambiar. Saben que es una forma de luchar contra la derecha”.

La lectura que hacen desde la FRAVM es similar: la izquierda ganará en estos barrios, como hizo en 2015 y en las generales. Para la próxima legislatura, su receta -que ya ha puesto en marcha el actual gobierno con sus estrategias de reequilibrio- no es tanto dotar de infraestructuras a estos barrios sino fomentar su actividad económica. “El problema es que en el sur tienes Valdemingómez, depuradoras... son infraestructuras que rompen en el territorio. Había polígonos y la crisis de la industria los barrió. Por eso es fundamental hacer políticas que permitan el asentamiento de la actividad económica, además de invertir en política social y educativa”.

“La gente, cuando llega a un límite, sí que castiga. Pero la gran mayoría... no. Vallecas es de izquierdas”, concluye Ricardo. “Llegar al extremo de cambiar solo pasaría si también cambia el panorama de las personas que viven en el barrio”.

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