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De refugio castizo a barrio 'cool': ¿qué queda del Lavapiés de los 80?

La plaza de Lavapiés durante la jornada de elecciones generales en 1982. En segundo plano, el cantante de Aviador Dro, Servando Carvallar

Mario Escribano

Primero, refugio de madrileños castizos. Más tarde, de trabajadores procedentes de toda España. A la entrada del nuevo siglo, barrio de acogida de inmigrantes de decenas de países. Y, ahora, penúltimo barrio del centro de Madrid convertido en epicentro del turismo, en pleno proceso de gentrificación. Es la (breve) historia de Lavapiés o, como gusta decir a sus vecinos, lo que llegó a ser un pueblo en pleno centro de Madrid.

“La motivación para mudarme a Lavapiés fue evidentemente económica. Yo estudiaba en la Complutense y necesitaba vivir en un barrio por el que pasara la línea 3”, que era la más cercana en aquel momento a la universidad. Quien habla es la periodista y fotógrafa Mariví Ibarrola, que acaba de publicar el libro 'De Lavapiés a la Cabeza' [en referencia a la calle De la Cabeza], autoeditado con la colaboración del Ayuntamiento de Madrid.

“Fue lo que encontramos. Me afinqué aquí y ha sido estupendo. Quiero mucho al barrio”, continúa la autora, que vive en Lavapiés desde finales de los años 70, recordando que la zona de Argüelles “era también cara en su momento porque se nutría de los estudiantes que veníamos de provincias”.

Lavapiés era, entonces, un barrio obrero que acogía a aquellos trabajadores y estudiantes que no se podían permitir una vivienda en otras zonas de la ciudad, mucho más adineradas. “Éramos gente de provincias buscándose la vida”, enfatiza la fotógrafa. Hoy, la situación se ha equilibrado: Lavapiés, siguiendo el trayecto de Malasaña, se ha convertido en barrio 'cool', y sus precios ya igualan (cuando no superan) los de Argüelles.

El libro de Ibarrola recoge una selección de 50 fotografías documentales tomadas por ella misma en la época, teniendo como base el archivo analógico de la fotógrafa en los años 80. “Es un proyecto que se me ocurrió en 2013 y hasta ahora no ha podido ver la luz”, subraya la periodista, que lamenta las numerosas dificultades que presentan estas propuestas de digitalización (de hecho, apunta que buena parte de su archivo lo conserva únicamente en formato analógico).

Las instantáneas son acompañadas de textos de vecinos del barrio, que hacen su humilde aportación a la causa. “Siempre cuento con gente que ha vivido experiencias alrededor de ese dato para dar un valor añadido, aportan datos, otra forma de ver las cosas”, explica en conversación telefónica con este periódico.

Uno de estos colaboradores es Enrique del Olmo, que llegó a Lavapiés en la década de los 80, atraído por “la vida que tenía, la entidad de barrio: los vecinos se conocían, los comercios eran cercanos...”. “El origen histórico era el de típico barrio popular, luego más obrero, con las primeras industrias, y la generación de un tejido popular que se ha mantenido, a pesar de los cambios”, apunta el vecino, subrayando la “llamativa capacidad para cambiar de piel” del vecindario.

Ibarrola reivindica la 'mirada personal' de este archivo, que “documenta desde una mirada personal un periodo y un lugar en pleno cambio político, social y cultural”. Pero también las circunstancias de quien las toma: “Cuando yo hice esas fotos no pensaba en nada, con 19 o 20 años no tenía intención, solo era hacer el encuadre y poco más”.

“Era inocente, sin prejuicios, sin referencias, por eso las fotografías tienen esa fuerza documental y narrativa, son muy crudas”, detalla la autora de 'De Lavapiés a la Cabeza', que recuerda la escasez de recursos a la hora de hacer el revelado: “Eso al paso del tiempo de repente produce cierto tenebrismo, pero el efecto no es adrede, es una manera de haber tratado fotogénicamente un celuloide”. En cualquier caso recalca que “las viviendas estaban así, abandonadas”.

El Lavapiés que se fue...

Lavapiés es un barrio en plena transformación dese hace décadas, con todas las tensiones que ello conlleva, y “muchas veces se ha conservado gracias a algunas administraciones, pero sobre todo gracias a las asociaciones de vecinos, que han luchado por preservar el barrio y su idiosincrasia”.

Es el caso del colectivo Lavapiés, ¿dónde vas?, que trata de poner freno al proceso de gentrificación y sus consecuencias para la vida de barrio. Mar, integrante de esta asociación y vecina desde hace casi dos décadas, llegó atraída por el estatus de “lugar de referencia” para los artistas ya que, explica, al tratarse de zona profundamente deteriorada, había muchos espacios amplios y baratos. En 1998, cuando se aceptó del plan de rehabilitación de Lavapiés, Mar vinculó su actividad artística con la organización vecinal, “el elemento de enganche más fuerte”.

La peor parte de la turistificación, comenta, es “la pérdida de unos beneficios intangibles de la vida de barrio que era la enorme capacidad de vecindad, de ayuda mutua. Todo ese tejido se ha erosionado de forma brutal”.

“Es verdad que tenía vida como barrio, como pueblo”, recuerda Ibarrola sobre el primer Lavapiés que conoció, en la década de los años 80: “Con la gentrificación todo cambia y de repente esos servicios ya no existen en los barrios”.

No obstante, la autora de 'De Lavapiés a la Cabeza' advierte: “Yo no quiero sacar consecuencias en el libro, sino contar mi mirada en esa década”, aunque también defiende el modelo tradicional de barrio. “Lo importante es que no nos vayan a abrir un comercio de cafés que ya está distribuida en todo el mundo. Es un poco de sentido común”.

“En los 90 sigo fotografiando y observo que viene muchísima inmigración extranjera de muchas nacionalidades”, cuenta la fotógrafa, que explica que en ese momento se da “cuenta de que lo importante en esa época es la integración de esas familias y sus hijos”, dice, mientras detalla que en este periodo llegó a contabilizar hasta 47 nacionalidades diferentes en el barrio, “con distintos idiomas, con problemas de integración”. “La labor de integración costó muchísimo, pero lo digo sin reproches, sin acritud, porque es algo muy difícil”, reconoce.

En este momento se produjo el asentamiento de grandes almacenes mayoristas en el barrio y, dice Ibarrola, “Lavapiés se convierte en un polígono industrial”. “Había veces que iba con el carrito de los niños y no podía pasar por la calle: sin carga y descarga, sin control... Al final se tuvo que regular porque era imposible vivir así”.

Tras la proliferación de comercios mayoristas, que acabó desapareciendo, Mar señala que “en la zona sur había mucho comercio ya orientado a la población inmigrante, pero que los utilizábamos todos los vecinos”. “Es un barrio de acogida donde no ha habido grandes actos de rechazo, salvo algún caso puntual, sino que se fomentó la convivencia”, añade Enrique.

Este vecino, que colabora en el libro con un texto sobre el desaparecido Cine Olimpia, lamenta: “Lo que más echo en falta son los comercios del barrio, la desaparición de esas tiendas que eran atendidas personalmente por otros vecinos, aunque sigue habiendo”.

Así, Enrique señala que aunque el proceso de gentrificación todavía “convive con los sustratos históricos, sociales y culturales de Lavapiés”, todos estos cambios han supuesto, en definitiva, “una pérdida de la vida de corrala, que era un elemento emblemático de la vida de Lavapiés”.

... Y el Lavapiés que viene

Los dos elementos centrales que están acelerando la gentrificación en Lavapiés son el comercio y la vivienda. Mar lamenta que “se han instalado muchos comercios que no dan servicio a la vida de barrio”, aunque distingue entre las empresas que se han instalado en Lavapiés los últimos años.

Por un lado, empresas vinculadas al mundo de la cultura, como locales de ensayo o productoras de cine. Luego, lo que ellos mismos llaman 'comercios hipster', “que son para gente en la treintena, con una carga de diseño muy fuerte: desde una barbería 'vintage' llena de chicos con camisas de cuadros hasta pastelerías de diseño”.

El tercer tipo de comercio es la restauración, que no solo se ha transformado, sino que también ha aumentado notablemente. Esta vecina habla directamente de una 'barificación' del barrio: “Ha sido brutal, en el entorno de Cascorro, por ejemplo, casi todo son bares. Quitando dos o tres casos excepcionales, lo demás está orientado al turismo: esos bares se han comido todo el espacio público, es una terraza pegada con otra y casi no se puede andar”.

La vivienda es la otra cara de la moneda de esta turistificación. Ibarrola admite que, ahora, en “ese centro neurálgico tan importante, donde se ha buscado la vida mucha gente, si no eres propietario quizá te pueden despachar”. “La riqueza del barrio la han construido los vecinos que trabajaban 12 horas al día, manteniendo sus tipos a capa y marea, y que han tenido que aguantar un montón de cosas”, puntualiza la fotógrafa.

Mar, integrante de Lavapiés, ¿dónde vas?, cuenta que “el precio de la vivienda ha subido de forma espectacular” en las dos últimas décadas, con dos momentos de especial repunte. El primero, al inicio de la década de los 2000 pero “con la crisis se estancó y ahora ha vuelto a repuntar”. “El barrio está forrado de carteles de venta de piso por todas las calles, algunos se ofrecen como vivienda, pero otros los anuncian abiertamente para inversores”, critica.

“Hay mucha gente que se ha tenido que ir a otros barrios, ya no solo por cuestiones personales, sino por la imposibilidad de asumir estos precios”, lamenta la vecina de Lavapiés, que repunta que “el alquiler a largo plazo ha desaparecido prácticamente”.

¿Valoran la posibilidad de irse? “Hay ratos en los que te agobias y fantaseas con la posibilidad, pero es terrible. Están convirtiendo los barrios del centro en parques temáticos de los barrios originales, pero sin vecinos ni nadie que encarne la convivencia”, responde Mar, que asegura: “Me da tanta rabia que, mientras pueda, voy a resistir, pero para eso hay que organizarse porque es un expolio brutal”.

Enrique tampoco contempla la opción de dejar el barrio. “Observo con mucha preocupación el proceso. Hay que actuar rápida y drásticamente, pero tiene que haber mucha decisión por parte de los poderes públicos”, sostiene el vecino, que concluye reivindicando el espíritu de corral que no hace tanto inundaba Lavapiés: “La vida de barrio es un patrimonio de todos, no algo que tenga que ver con el interés particular de un propietario. Todas las ventajas de estar en un sitio tienen también condicionantes: esto no puede ser la ley de la selva”.

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