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Paz social en el Palace: despidos por encima del mínimo legal y letra pequeña para recepcionistas, botones y maleteros

Archivo - Fachada del Hotel The Westin Palace Madrid.

Víctor Honorato

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El trajín de compras y ventas, refundaciones y reajustes del mercado hotelero madrileño afectó de lleno en abril a uno de los clásicos de la capital, el hotel Westin Palace. Tras reabrir a finales de agosto después del paro forzado por la COVID-19, la empresa anunció el mes pasado el despido de 152 trabajadores, casi la mitad de la plantilla fija (si se suma a los discontinuos, la cifra de partida eran 420). Los afectados plantaron batalla y, después de un mes de movilizaciones y huelga en uno de los cinco estrellas más emblemáticos de la capital, dirección y representantes han llegado a un acuerdo. Los despidos siguen adelante, pero en vez de los 157 iniciales serán 124, y las indemnizaciones, algo superiores al mínimo legal. La calma laboral vuelve al Palace. De momento.

En sus inicios en el Palace, Ralf Aragonés fue un trabajador irregular. Era 1980, tenía 15 años y se acababa de aprobar el Estatuto de los Trabajadores, que elevó la edad laboral de los 14 a los 16 años. Así que, durante unos meses, estuvo trabajando de tapadillo. Han pasado cuatro décadas y hoy Aragonés es el presidente del comité de empresa, por el sindicato CSIF. Lo seguirá siendo, pese a que ha estado a punto de entrar en el expediente de salida; la dirección aceptó que fuesen los propios trabajadores los que decidiesen quiénes se iban, y Aragonés, que está en conserjería, se lo pensó, visto, además, que a los mayores se les ofrecía un convenio especial con la Seguridad Social hasta la edad de jubilación. “Si hubiésemos arrancado las 36 mensualidades de indemnización, a lo mejor ya no estaba aquí”, apunta. Al final han sido 26 las pactadas, a razón de 40 días por año de trabajo, para los menores de 59 años. Para los mayores, de 20 días y mensualidades decrecientes cuanto mayor sea la edad. No es lo deseado, pero la empresa tenía, cortesía de la reforma laboral de 2012, causas objetivas de despido por las pérdidas acumuladas, con lo que no cabía forzar la máquina mucho más allá.

La plantilla también ha aceptado que el ERTE por la COVID-19 siga en vigor hasta marzo del año que viene, independientemente de lo que decida el Gobierno, y la flexibilidad de las jornadas laborales se alargará hasta junio de 2023. Además, se entra de lleno en categorías históricas de la jerarquía laboral. Por ejemplo, los conserjes y telefonistas podrán, en algún caso, registrar la entrada de los clientes, campo exclusivo de los recepcionistas, hasta ahora. Y los maleteros, botones y porteros dejarán de tener roles diferenciados y pasarán a ser “auxiliares de recepción”. El acuerdo también pone negro sobre blanco que las camareras de piso habrán de reponer las cápsulas de café y limpiar las máquinas. Hay un plan de recolocación previsto y otros detalles en los que se pactaron hasta las comas, resultado de largas jornadas de negociación que se alargaron incluso para los últimos flecos, cuando el acuerdo ya se había anunciado.

La reorganización era necesaria ante la pérdida de empleos, pero cabe preguntarse cómo un hotel de cinco estrellas de 468 habitaciones, emblema de la ciudad, puede dar el servicio excelente que se le presupone si echa a cerca de la mitad de la plantilla. Y aquí los trabajadores se temen que el aligerar masa salarial es anuncio de próximos cambios. “Normalmente, es porque hay otro movimiento empresarial por detrás. Que quieran vender o hacer una reforma, pero son teorías”, especula Juanjo Rodríguez Cabrera, representante del sindicato USO en el comité de empresa, para quien el hotel tiene hoy “un servicio muy deteriorado respecto a la competencia”, en el que se dan circunstancias “impensables” en un hotel de este abolengo, como que en estos momentos no exista servicio de habitaciones por la noche.

Al Palace le hace falta un lavado de cara. Adecuar el aire acondicionado, paredes y techos; es un hotel de 1912, al fin y al cabo

La dirección lo niega. “No hay nada, en absoluto”, asegura una portavoz. Pero a los oídos de los trabajadores ya han llegado comentarios oficiosos sobre planes de remodelación. “Al Palace le hace falta un lavado de cara. Adecuar el aire acondicionado, paredes y techos; es un hotel de 1912, al fin y al cabo”, reflexiona, en ese sentido, Aragonés, que se fija en el espejo del Ritz, que acaba de volver a abrir tras tres años cerrado por reforma, una vez que lo ha aquirido el grupo Mandarin, que tampoco ha reparado en gastos. El Palace es propiedad de Archer Hotel Capital (sociedad conjunta entre GIC, el fondo soberano de Singapur, y APG, gestora de fondos de pensiones holandeses), que no ha avanzado planes para el inmueble. Este mismo año, no obstante, se ha hecho por 220 millones de euros con el Madrid Edition, hotel de lujo en construcción situado en el edificio del antiguo Monte de Piedad, en pleno centro.

“Todas las empresas tienen pérdidas por la situación [epidémica], pero con los números que estamos teniendo estaba totalmente injustificado: estábamos subiendo, empezamos con tres habitaciones ocupadas y ahora con Fitur ya estábamos en 120. Se estaba viendo la luz al final del túnel”, abunda Juanjo Rodríguez de USO. “El problema del Palace [para la empresa] es que los trabajadores son inherentes al edificio; por eso han hecho la limpieza”, sospecha Aragonés, que se queda con una sensación “agridulce” tras la pelea sindical y el acuerdo. “Se van compañeros que han pasado más tiempo conmigo que con sus mujeres e hijos. A la gente antigua nos han laminado”, lamenta. Se consuela, al menos, en que haber pasado por aquí es muy vistoso en los currículums de los que se van: “Teniendo un poco de preparación e idiomas, los jóvenes conseguirán en seguida trabajo; se trata del Palace”.

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