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Pelotón ciclista para reclamar más carriles bici por las grandes calles de Madrid

Decenas de ciclistas circulan juntos en Madrid para reclamar más carriles bici segregados.

Víctor Honorato

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En la Plaza de Cibeles esperaban este mediodía cientos de ciclistas a que arrancase una nueva marcha para reclamar que se construyan más vías segregadas para bicicletas en Madrid. Ocupaban un tramo del Paseo del Prado y a simple vista podía parecer que la convocatoria había tenido un éxito razonable, pero Mariano, casco estándar, barba blanca y bicicleta poco conspicua, llegaba a la cabecera molesto. “Pasé por Madrid Río y había mucha más gente allí”, lamentaba el hombre, que había salido de Aluche. “Somos los de siempre”, corroboraba a un metro un periodista aficionado a las dos ruedas, que esperaba que se fuesen sumando más rodadores a lo largo del circuito, que iría hasta Plaza de Castilla para seguir por Bravo Murillo, Joaquín Costa, Manuel Becerra y Alcalá hasta llegar de nuevo a Cibeles.

Puede que a mediados de noviembre el cielo cubierto invite más a circular junto al agua que por el asfalto de la Castellana, pero era precisamente la arteria capitalina uno de los objetos de la llamada 'bicifestación', convocada por varias asociaciones ciclistas y apoyada por la federación de asociaciones de vecinos. Hay un compromiso municipal de habilitar tres carriles para la circulación de bicicleta que no acaba de concretarse, la apuesta por las bicis eléctricas del servicio público BiciMAD sigue siendo tibia, a pesar de la buena acogida, y ahora el Ayuntamiento amenaza con prohibir aparcar en las aceras.

“Siempre vamos retrasados respecto a otras ciudades europeas”, indica José Luis, que lleva mascarilla quirúrgica y monta una bicicleta de montaña que da la impresión de ser de las buenas. “Bueno, regular”, despeja, para insistir en la necesidad de que se construyan más kilómetros de carril bici (solo hay 47, en sentido estricto, que pasan a 700 si se les suman los carriles no segregados, con las bicicletas pintadas en la calzada, y las sendas habilitadas).

Un altavoz ameniza la espera con música, y algunos empiezan a hacer sonar los timbres. Ana, Álvaro y Pedro aguardan un poco más atrás. Este último recuerda la tranquilidad de montar durante el confinamiento, cuando no había que estar pendiente de los coches. Ana señala que su trayecto habitualmente va de Santa María de la Cabeza a Malasaña. “Al principio me daba mucho miedo, pero me acostumbré”. Tuvo algún susto (la tiraron una vez circulando de noche) y hoy los tres defienden el aumento de carriles. “Lo coches tienen que respetar”, añade Álvaro, que reflexiona sobre la tierra de nadie en que se mueve el ciclista, que no es ni auto ni peatón.

Rodrigo y Ana han venido con sus dos hijos. “Por lo menos que pongan el carril de la Castellana, es fundamental”, dice él. Les gustaría desplazarse en bicicleta no solo en fin de semana, pero de momento lo descartan “por lo complicado que está”. Más atrevida es Cristina, cuya máquina tiene cuentakilómetros, sujeción para el teléfono móvil y silla adaptada para niños, ocupada por una pequeña que se retuerce. Ella va al trabajo desde Carabanchel a Getafe y ve “muchas dificultades” en los trayectos, como esos carriles segregados que sin previo aviso desembocan en una calzada tradicional. Detrás hay un remolque con otros dos niños pequeños. Uno de ellos no entiende la espera: “¡Por favor, que este atasco pare ya!”, reclama. La gente alrededor ríe. “A ver si nos hacen caso”, se despide Cristina.

A un lado de la vía hay un ciclista que parece un motero, con cazadora de cuero y un tupé perfectamente definido. Su bicicleta personalizada lleva una chapa de Harley Davidson en el cuadro. “Así eran las primera motos”, cuenta, pero la suya es una de las denominadas de pedaleo asistido, con un pequeño motor eléctrico que ayuda en cuestas y arrancadas. “Hago más ejercicio que otros, porque pesa más”, avisa. Fernando lamenta la ausencia de la marcha de los conocidos como “calzadistas”, los aficionados que se sienten más cómodos sin vías específicas para las dos ruedas y con los que libran guerras de guerrilla en las redes sociales. “No todo el mundo puede ir a 25 por hora, hay gente mayor, o con bicis viejas. Es normal que tengan miedo”, razona. En la bici tiene incorporada una cámara que registra los desmanes de tráfico de diario. Explica que es complicado lidiar con taxistas o coches con licencia VTC, más aún con las motos tipo 'scooter', que “no se conocen la norma y adelantan en el propio carril”.

Empieza la marcha y un grupo pequeño espera ante el primer semáforo. Llaman la atención porque no van en bicicleta sino en monociclos eléctricos y, en el caso de Alejandro, en un patinete que recuerda vagamente, por aparatoso, al monopatín del matón de instituto de la película Regreso al futuro II. Reclaman que se dé la misma consideración que a las bicicletas a los VMP o vehículos de movilidad personal. Están un poco nerviosos porque en teoría la marcha no iba con ellos y la Policía, aunque hace la vista gorda, está pendiente. Cuando cambia el semáforo se van y un agente acude a preguntar si todo va bien. “Esta es una marcha muy familiar”, explica, antes de marcharse.

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