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Completada la vacunación en el geriátrico: “La inmunidad es la única esperanza”

Un residente de Domus Vi Leganés recibiendo la segunda dosis

Laura Galaup

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La residencia Domus Vi de Leganés ha alcanzado esta semana el sueño que anhelaban desde que en marzo entró el virus y se cobró la vida de 64 personas —41 de ellos con síntomas compatibles con el virus— en la devastadora primera ola. Los trabajadores no se cansan de recordar el sacrificio y la dureza de aquellos días en los que intentaron contener la expansión de la Covid-19 sin derivaciones hospitalarias y escasos de material. 

El pasillo donde se encuentra la consulta del médico ha acogido en el último año escenas muy dispares provocadas por el coronavirus. Este martes 96 residentes hicieron cola pacientes para recibir la segunda dosis de la vacuna. Una luz en mitad de la oscuridad de casi diez meses sin ver salida.

Desde la irrupción del virus en el centro, ese mismo emplazamiento se había convertido en una unidad de cuidados intensivos, ante la imposibilidad de derivar a los usuarios enfermos. “Solo se oían las máquinas de oxígeno”, recuerda Carmen, supervisora de la residencia. “Lo hemos pasado tan mal que la única esperanza actual es conseguir la inmunidad. No quiero ni pensar qué pasaría si nos dicen que no lo hemos logrado”, así explica el inicio del fin de la campaña de vacunación en su centro. 

Pese a todo, según su jefa, Beatriz Fernández, directora de la residencia, el suministro de la segunda dosis es asumida todavía con cautela. “No llegas a ver la luz al final del túnel. Surgen dudas. Al final, nosotros somos los primeros” a los que vacunan, plantea la máxima responsable del centro, preguntada por las consecuencias que va a tener ese segundo pinchazo entre residentes y empleados. Como explica Carmen, la esperanza de las trabajadoras pasa por conseguir la realización de un test serológico posterior que permita comprobar la eficacia de la campaña de vacunación. “Si nos dicen que no tenemos inmunidad, nos hunden”, incide Beatriz. El último estudio realizado por la Comunidad de Madrid estipuló que el 66% de los mayores tenía anticuerpos. 

Los residentes más independientes asumen con impaciencia los minutos previos a la vacunación. “Se hace largo”, comentan un par de ancianos, mientras las dosis se adaptan a la temperatura ambiente. Se trata de un proceso que requiere alrededor de media hora. A la espera de que los viales se compongan, otra anciana se queja porque una compañera se ha colado. Luciano y Alfredo también apremian a las enfermeras para recibir su dosis. “¿Vacunan o no vacunan? Se nos echa encima la hora de comer”, apunta el primero, que amenaza con desenfundar su libro de “cuarenta páginas” —en alusión a una baraja de cartas— como se demore mucho el procedimiento. Para este residente la dosis recibida este martes es “especial”. “He estado muy jodido, como los demás. Hemos aguantado, con días buenos y días malos”, señala Alfredo sobre la llegada de la pandemia a la residencia.

En la misma fila, Carolina, que se desplaza en silla de ruedas y se presenta como una mujer dicharachera, cuenta que “tiene ganas de ver a su familia”. “Me parece bien que se vacune todo el mundo. Ojalá se haga pronto”, añade. Esta residente dio positivo en el test serológico, aunque asegura que el virus no ha sido duro con ella y no tuvo síntomas. De todo lo vivido y visto en los medios de comunicación en estos meses, lo que más lamenta es que “se vaya [muera] la gente joven”. 

La directora reconoce que la vacunación ha elevado las expectativas de los residentes con reducido nivel de dependencia. Estos usuarios antes de la emergencia sanitaria tenían libertad y se marchaban del centro para comer fuera o dar un paseo. “Ahora me preguntan si van a poder salir” tras recibir las dosis, explica Beatriz. Por ahora el funcionamiento de la residencia poco va a cambiar. Entre las dudas que plantea la responsable del centro de cara al futuro, se pregunta qué va a pasar con aquellos residentes que no se han vacunado. En su residencia hay una decena de usuarios y cinco trabajadores que han descartado la inmunización.

“Todavía tenemos que seguir con las medidas de la Comunidad de Madrid”, explica la directora de Domus Vi Leganés. De cara a los meses de enero y febrero, el Gobierno autonómico ha elaborado una estrategia que elimina “el criterio de inmunidad” [IgG positiva o negativa] y condiciona las restricciones “al nivel epidemiológico de la Comunidad”, apuntan fuentes de la Consejería de Políticas Sociales. Para la situación en la que se encuentra la región, con una incidencia acumulada de 900 casos por 100.000 habitantes, muy superior al parámetro planteado de 250 casos, “quedarían restringidas las salidas a dos veces por semana, una hora y por las inmediaciones del centro”. El protocolo también contempla que “las visitas de familiares se reducen a una a la semana”. Además, la mascarilla no desaparece, en todo momento continúa siendo obligatoria.  

Este centro es uno de los primeros en los que se ha conseguido terminar el proceso de vacunación. Las organizaciones que agrupan a residencias de mayores, como Lares y Amade, aseguran que los centros que tienen asociados ya han recibido la primera dosis. Pilar Ramos, presidenta de la Asociación Madrileña de Atención a la Dependencia, estima que alrededor del 20 de febrero todos sus centros estarán vacunados. Según los cálculos de la Consejería de Políticas Sociales, a mediados de marzo salud “tendrá que elaborar” un nuevo protocolo para el funcionamiento de estos centros.

Estrategia para las dosis sobrantes

A partir de ahora, otro de los asuntos que tienen que gestionar desde la residencia es la vacunación de nuevos empleados y nuevos residentes. En Domus Vi Leganés, han tenido ingresos recientes. Las indicaciones de la compañía estipulan que si sobrase alguna de las vacunas enviadas por la Comunidad (por un fallecimiento o la derivación a un hospital de un usuario) irían destinadas a los ancianos que se acaban de incorporar al centro. De esta forma, evitarían casos de vacunación irregular, como los sucedidos en varios municipios, uno de los últimos casos se produjo en Dénia (Alicante), donde la concejala de Sanidad, Igualdad y Bienestar Social por el PSPV-PSOE de Dénia y su marido recibieron la inmunización. El obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, también acudió a un centro de mayores donde ni vive ni trabaja para recibir la vacuna. En la Comunidad de Madrid, la residencia Casablanca Valdesur (Valdemoro) incumplió la estrategia estipulada por las autoridades sanitarias colando a familiares de sus empleados en el proceso. 

La compañía cuenta con un dispositivo propio para realizar la vacunación en sus centros. Dos enfermeras son las encargadas de inmunizar a todos los usuarios y los trabajadores. Las dosis llegan la tarde previa a su suministro y se mantienen en una cámara frigorífica a una temperatura que “oscile entre dos y ocho grados”. “La caja [en la que viajan las vacunas] solo puede ser abierta por las enfermeras [encargadas de la inmunización]. Se saca media hora antes de que se utilicen para que se adapten a la temperatura ambiente”, explica Beatriz. Empleadas y usuarios se aferran a la vacunación como tabla salvavidas para superar la situación vivida. Dentro del centro las normas son claras. Fuera, con una incidencia acumulada disparada, los trabajadores asumen con tristeza la evolución del virus. “Me da mucha pena. Todavía hay gente que no es consciente de lo que hemos vivido aquí dentro”, sentencia Carmen.

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