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El Johnny quiere renacer pero no a cualquier precio: antiguos alumnos piden “una residencia de colegiales, no clientes”

Estudiantes del colegio mayor San Juan Evangelista, conocido como El Johnny, en las protestas contra su cierre.

Guillermo Hormigo

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El sueño va sobre el tiempo / Flotando como un velero. Estos legendarios versos de Federico García Lorca quedaron inmortalizadas para siempre en la desgarradora voz de Camarón de la Isla, con la que tantas veces interpretó La leyenda del tiempo. Una voz que resonó en público por última vez, allá por 1992, en una residencia de estudiantes: el Colegio Mayor San Juan Evangelista, adscrito a la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Popular y cariñosamente conocido como El Johnny, fue centro neurálgico de la vida cultural madrileña desde su inauguración en 1966 hasta su cierre en 2014. Ahora trata de emprender de nuevo el rumbo ante ese tiempo que avanza sin clemencia. Y ante la amenaza de la especulación y el mercado inmobiliario, para los que el rédito económico engulle en importancia a lo artístico y lo creativo.

“Se abrió sin calefacción, casi sin ventanas, era una historia de austeridad total”, recuerda en conversación con Somos Madrid Juan Cuesta, vicepresidente de la Fundación San Juan Evangelista. Esta organización lleva desde 2013 luchando por la protección (primero) y recuperación (después) de este icónico espacio situado en el número 4 de la Avenida Gregorio del Amo, en plena Ciudad Universitaria, así como por la reivindicación de su memoria.

Teatro, certámenes literarios, festivales musicales de cualquier género (el de flamenco, organizado por el gestor cultural Alejandro Reyes, trajo a Camarón) y múltiples conciertos (Chet Baker, Dexter Gordon, Enrique Morente o Diana Krall) copaban la agenda de un recinto donde cualquier cosa parecía posible. Aquí residieron o se pasearon habitualmente El Gran Wyoming, Rosa Montero, Joaquín Sabina o la pareja de intérpretes Petra Martínez y Juan Margallo, entre muchas otras figuras.

“Surgió con un patronato de enorme vocación y compromiso, pero con pocos fondos detrás. De tal manera que hubo un momento en que no pudieron hacer frente a los pagos y la concesión del colegio pasó al banco (no así el terreno, que siempre ha sido Complutense), quien había dado los créditos. Era la caja de ahorros Ronda, que con el tiempo se convirtió en Unicaja”, detalla Cuesta.

Batalla por la propiedad, abandono y rehabilitación

Durante décadas, los intereses bancarios y los educativos convivieron con cierta tranquilidad, hasta que la situación comenzó a torcerse cuando la concesión de 50 años llegaba a su fin. “Lo que intentó entonces la obra social de Unicaja fue, digamos, una especie de trampa: prorrogar la cesión, pero como no le acababa de interesar, hacerlo incorporando al proyecto otra empresa que se ocuparía de su gestión, una que casualmente controla la mayor parte de las residencias de España”, relata.

El entonces rector de la UCM, José Carrillo (hijo del histórico dirigente comunista Santiago Carrillo), avisó de que el proceso podía incurrir en “fraude de ley”. “Si tú se lo vas a dar a una empresa para que haga negocio, yo tengo que convocar un concurso público para que puedan aspirar a ello otras compañías en igualdad de oportunidades”, era el argumento esgrimido por Carrillo, que reproduce Cuesta. El exidirigente universitario fue asesorado por abogados de la Fundación San Juan Evangelista durante un tira y afloja que ha mantenido sin actividad El Johnny durante nueve años.

Ahora El Johnny parece alejar los fantasmas que le han asolado durante casi una década. La degradación alcanzó sus cotas más altas en noviembre de 2015, cuando la Policía desalojó a 350 personas que habitaban el inmueble y detuvo a 80 de ellas por posesión y tráfico de drogas o documentación irregular. Posteriormente, la UCM contrató un vigilante, único poblador de un lugar que otrora fue un auténtico hervidero social. Pero el declivo físico continuó debido a la falta de mantenimiento: erosión de la estructura, pintadas, malas hierbas...

Finalmente, Unicaja renunció a la prórroga y las instalaciones de la residencia quedaron definitivamente en manos de la Complutense, que ya era propietaria del suelo, en febrero de 2020: “En un Consejo de Gobierno y por unanimidad, la Complutense aprobó que sería un centro propio y de gestión pública”, añade Juan Cuesta. “Sin esto, la universidad no hubiera podido hacer absolutamente nada. Es un detalle mínimo, pero la llave que abría o cerraba todo”, asegura en diálogo con este medio el presidente de la Fundación San Juan Evangelista y catedrático de Filología en la UCM, Jose Joaquín Caerols. “Queda garantizado que forma parte de la red de colegios de la Universidad, que no será entregado a una institución tercera para que lo explote: ni instituciones religiosas, ni fondos buitres, ni fondos de inversión”.

Recuperar el espíritu, no solo el espacio

La rehabilitación del edificio que aloja el San Juan Evangelista queda “garantizada”, ha afirmado en varias ocasiones el actual rector, Joaquín Goyache. “Es necesario acondicionarlo porque el colegio, por todas las circunstancias por las que ha pasado y también porque estaba ya obligado por el paso del tiempo, más de 50 años, tiene que adaptarse a la normativa vigente”, apunta Caerols. La vuelta del espíritu cultural que se desarrolló en sus paredes, sin embargo, está por ver. Porque la Complutense se ha comprometido a una reforma que presupuesta entre los 10 y los 12 millones de euros, pero no concreta el modelo de residencia que surgirá a la conclusión de estos trabajos. Tampoco responden a las preguntas al respecto que este diario les ha trasladado.

“El Johnny siempre atendió con becas y precios asequibles a las personas con bajo poder adquisitivo. Nuestro referente son los llamados colleges británicos, con cuartos pequeños para que la actividad se concentre en las zonas comunes y haya una intensa vida social”, expone Jose Joaquín Caerols. Lo contrapone al diseño de los colegios mayores en manos de las grandes potencias del sector españolas, que le recuerdan “más bien a hoteles” con habitaciones que poseen todas las comodidades y limitan la experiencia compartida: “Son estudiantes que pagan cuotas importantes, porque son menos personas en un mismo espacio. Esta tiene que volver a ser una una residencia con colegiales, no clientes”.

El Johnny siempre atendió con becas y precios asequibles a las personas con bajo poder adquisitivo. Nuestro referente son los 'colleges' británicos, con cuartos pequeños para que la actividad se concentre en las zonas comunes y haya una intensa vida social

José Joaquín Caerols Presidente de la Fundación San Juan Evangelista

Porque ese cambio en quienes habitan la residencia es uno de los grandes miedos de quienes atisban ahora más cerca que nunca la segunda vida del Johnny: “Era alumnado con un determinado nivel económico no demasiado elevado, y por tanto también un determinado tipo de interés en la universidad y en su formación. No solamente en la formación profesional y en las clases, sino en el conjunto de su formación como universitario, cívica y ética. Ese era uno de los pluses más importantes que daba el San Juan porque había muchísima gente que sabía lo que eran las dificultades y que se enfrentaba a esa situación cada día. No eran niños de papá ni mucho menos, sino que sabían esfuerzos que debían afrontar”.

Para Caerols, la UCM debe aclarar cuál es el enfoque por el que apuesta antes de iniciar las obras: “No es lo mismo a nivel de equipamientos o instalaciones pensar en un colegio como el que era y queremos que siga siendo el San Juan, con 400 habitaciones que no son muy grandes (un modelo digamos más funcional), que un modelo para 200 o 300 habitaciones que permite una serie de comunidades, pero también tiene otros requerimientos específicos”.

Cuesta tampoco ve con buenos ojos esa visión “más turística que estudiantil”. Desde su organización pretenden “fomentar el talento, la investigación y el ingenio para hacer de este colegio lo que fue para nosotros: un máster de vida”. Con estas ideas en mente, abogados y arquitectos de esta entidad que ya cuenta con 200 miembros (todos exresidentes, como los propio Caerols y Cuesta) han presentado un detallado proyecto a los dirigentes de la UCM y a su vicerrectorado de Relaciones Institucionales: “Somos conscientes de la deuda que tenemos con el colegio y queremos devolvérsela”.

La Complutense está obligada por ley a otorgar el proyecto mediante concurso público. “Pues ya está, convóquese. El rector Goyache lo teníaen su programa electoral”, espeta Cuesta. La Fundación quiere presentar su plan, una apuesta por “la transformación en clave medioambiental, con la sostenibilidad y la digitalización en el centro, aunque manteniendo esa forma de entender la vida universitaria desde lo compartido y lo accesible que siempre ha caracterizado a El Johnny”.

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