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Adiós a los “quioscos antiprostitutas” que ocupaban con sus terrazas dos plazas en el centro de Madrid

Quiosco terraza de la plaza Luna, ya desmantelado

Diego Casado

Madrid —

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El modelo de terrazas otorgadas por el Ayuntamiento y que ocupaban la parte central de plazas del centro de Madrid para que desapareciera el botellón parece haber quedado caduco. El consistorio está dejando extinguir las actuales concesiones sin renovarlas: la última ha expirado en la plaza Luna, a escasos metros de Callao, donde ha desaparecido el quiosco que llevaba allí instalado más de una década.

Las 21 mesas y 84 sillas autorizadas de la terraza The Moon desaparecieron hace unos días de Soledad Torres Acosta al finalizar la concesión, informan a este periódico fuentes municipales, y solo está pendiente de ser retirada la estructura que albergaba la zona cerrada del negocio. El final de este negocio ha dejado una plaza diáfana y despejada, donde ya solo quedan el parque infantil levantado durante la legislatura de Carmena, la fuente y una zona de ejercicios.

Esta concesión de terraza nació hace 13 años como instrumento del Ayuntamiento para evitar usos incívicos en varios puntos del centro de Madrid. “El objetivo que buscamos con la instauración de estos quioscos con veladores es triple: revitalizar las tres zonas, intentar evitar la marginalidad y luchar contra el botellón”, explicaba en 2010 el entonces concejal de Centro, Enrique Núñez, para justificar su implantación, dentro de un artículo publicado por El Mundo y titulado Quioscos antiprostitutas.

Pasados 13 años, las razones por las que había sido colocado quedan obsoletas: la hostelería ha florecido alrededor de esta plaza, no existe consumo de alcohol fuera de las terrazas de estos nuevos negocios y la marginalidad y la prostitución se ha trasladado a otras calles del barrio como Ballesta o Puebla, tal vez amedrentadas por la comisaría que se instaló en los bajos de uno de los edificios de la plaza Soledad Torres Acosta.

La conocida como plaza Luna está pendiente de unas importantes obras en su subsuelo. El Ayuntamiento de Madrid renovará la concesión que privatiza su aparcamiento municipal, uno de los más rentables de Madrid con 1,5 millones de facturación al año. Las obras prevén renovar algunos espacios y talar todos sus árboles.

El quiosco montado en esta plaza situada en las traseras de Gran Vía y que ahora ha sido desmantelado tenía permiso para colocar una terraza de 100 metros cuadrados. Su periodo de explotación contemplaba inicialmente diez años, aunque se ha acabado alargando bastante más. Formó parte de un plan municipal también desarrollado en la plaza Pedro Zerolo y en Jacinto Benavente.

El concejal de Centro de entonces, Enrique Núñez, había autorizado previamente grandes terrazas en varias plazas del distrito donde se producían habitualmente botellones, con el objetivo de dejar sin espacios de acera para los jóvenes que lo practicaban. Fue el caso, por ejemplo, de San Ildefonso en Malasaña. Pasado el tiempo el consumo de alcohol en la calle desapareció, pero todas las mesas y sillas autorizadas se quedaron. También autorizó mercadillos navideños en lugares como Santo Domingo “para comprobar el efecto disuasorio que tenían sobre la marginación y la seguridad” explicaba el artículo. Estos también se han repetido desde entonces, todos los años.

Desaparece el quiosco de Pedro Zerolo, aguanta Jacinto Benavente

De los quioscos-terraza autorizados en 2010 por el Ayuntamiento también desapareció el que ocupaba buena parte de la plaza Pedro Zerolo, en el corazón de Chueca.

Fue clausurado en el año 2021, por el fin de la concesión. Allí los vecinos esperan una reforma integral anunciada por el Ayuntamiento de Madrid desde hace dos legislaturas, que se ha ido postergando con diferentes excusas.

De las tres licitaciones puestas en marcha en su día por el consistorio solo resiste la de la plaza Jacinto Benavente, donde el Ayuntamiento buscaba que los turistas “pararan a tomar un café”. El lugar permanece abierto a día de hoy sin que por el momento se conozca por qué no ha expirado su concesión, también firmada hace más de una década, a la vez que los dos anteriores ya desaparecidos.

El local de concesión municipal opera bajo el nombre de The Food y cosecha las peores críticas posibles en las reseñas online. Las más recientes escritas en Google Maps alertan de la baja calidad de su comida, de largos tiempos de espera y de la presencia de ratas y basura bajo su soporte.

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