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De profesión, ver 25 veces al día el dolor de quienes se despiden de sus mascotas

De izquierda a derecha, Javier Martínez, Francisco Javier Bautista y Robustiano Pulido, operarios del servicio de recogida de animales domésticos

Antonio Pérez

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A las 10, la llamada telefónica de este periódico pilla a Javier Martínez Velilla en ruta, conduciendo el camión en el que va con dos compañeros más -Francisco Javier Bautista y Robustiano Pulido- del servicio de recogida de animales domésticos muertos del Ayuntamiento de Madrid. Nos pide cinco minutos para detenerse y atendernos. 

Acaban de acudir a un domicilio para retirar el cuerpo de un caniche que había fallecido pocas horas antes y a su dueña le han tenido que decir que no le podrán dar las cenizas de su perro una vez que lo hayan incinerado en el crematorio del Parque Tecnológico de Valdemingómez, destino final de este vehículo isotérmico -el único de la ciudad- que va recorriendo todo Madrid, de forma gratuita, llevándose mascotas fallecidas. 

Desde las 7 de la mañana el equipo de Javier está en marcha. A las 14 horas le sustituirá otro formado por otros 3 compañeros, que trabajarán hasta las 20 horas. Entre ambos grupos vienen recogiendo una media de 20 a 25 animales diariamente, entre 7.300 y 9.125 al año, en un servicio municipal poco conocido pero que funciona todos los días desde hace cuatro décadas -incluyendo festivos y fechas tan señaladas como Navidad y Año Nuevo- y que tampoco quedó interrumpido durante el confinamiento y la pandemia.

Juan Carlos González vive en el centro de Madrid, en el barrio de Malasaña. Hace poco sufrió la pérdida de su gata, la cual lo había acompañado durante los últimos 14 años. Cuando se planteó qué hacer con el cuerpo de su mascota descubrió por casualidad en internet la existencia de este servicio. “A mi anterior mascota la llevé a que la incinerara el veterinario, pero ésta se murió en día festivo y no sabía qué hacer con el cuerpo. Al final llamé al 010 y tardaron sólo cuatro horas en venir a recogerla”.

Pese a la rapidez del servicio no fue eso lo que más sorprendió a González, sino el hecho de que al entregar el cuerpo de su gata los operarios se interesaran por cómo se llamaba el animal, los años que llevaba con él, qué era lo que le había pasado... “El tacto que mostraron fue excelente y después de preguntar por el animal se interesaron por mí, por cómo me encontraba. Me acompañaron en mi duelo”.

Javier Martínez, quien lleva casi ocho años en este trabajo, corrobora lo que dice este usuario del servicio. “Aunque nuestro trabajo consiste en recoger al animal fallecido, sabemos lo que nos vamos a encontrar: personas muy afectadas por la reciente pérdida de un ser querido; a veces, familias enteras llorando. Nunca les metemos prisa ni con las entregas ni con los trámites de papeleo que hay que cumplir al llevarnos al animal”.

“A los domicilios subimos dos, uno procura retirar cuanto antes el cuerpo de la mascota fallecida, lo cual ayuda a calmar el ambiente, mientras otro se queda hablando y tranquilizando a los afectados, al tiempo que rellena papeles y les da ánimo, en una suerte de pésame”, continúa explicando el día a día de su jornada laboral.

“Tenemos muchas tablas, son muchos avisos y sabemos que no se trata simplemente de cumplir con el trámite sino también de acompañar en un momento difícil. Nos ponemos en la piel de las personas que tenemos delante y que acaban de sufrir una pérdida. Los hay que, llegado el momento, no nos quieren dar al animal porque les cuesta desprenderse de él”.

El servicio de recogida de animales domésticos muertos depende de Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento de Madrid y se presta mediante una empresa concesionaria, encuadrada en el contrato de recogida de residuos de la ciudad de Madrid, la UTE Recogida Sur Madrid (Urbaser-Ferrovial). “Inicialmente el servicio se instauró para evitar que los propietarios hiciesen una mala práctica tras la muerte de sus mascotas, como enterrarlos en zonas no autorizadas”, afirman desde la citada área de gobierno. 

La forma de contactar con el servicio es sencilla: llamando al 010, a través del canal de avisos de la aplicación Madrid Móvil o bien telemáticamente, a través de la web madrid.es. Una vez que los avisos quedan registrados en un ordenador se envían por mensajería móvil a los operarios y, aunque a los usuarios se les dice que podrían pasar hasta 24 horas desde que se reciben hasta que se atienden, lo normal, según Javier Martínez, es que en cuestión de dos o tres horas el equipo de recogida se presente en el domicilio de quien ha llamado. Cada mañana salen desde su sede vallecana, en el 171 del Camino de Hormigueras, con una hoja de ruta que suele completarse sobre la marcha.

De un jabalí en Entrevías a una mangosta en María de Molina

La mayoría de los cuerpos que recogen pertenecen a perros y a gatos, pero tampoco es inusual que se trate de conejos, hurones, ratas domésticas, pájaros, loros o cobayas, según Martínez, quien asegura que en domicilios particulares no se ha encontrado realmente con mascotas extrañas que retirar pero que en la calle, y dado que también acuden a avisos de animales hallados muertos en la vía pública -por atropello en la mayoría de los casos-, sí que surgen trabajos sorprendentes como el de tener que retirar un jabalí en Entrevías, una culebra en la calle Velázquez o una mangosta en María de Molina… “¿Cómo habría ido a morir un animal salvaje como ése al alcorque de un árbol de María de Molina”, se pregunta aún hoy este operario.

“Para los avisos de animales muertos en la vía pública la que nos suele contactar es la policía, aunque también mucha gente llama desde sus casas a la policía cuando se les muere un animal porque desconoce de nuestra existencia. A pesar de que el boca a boca funciona, aún son muchos los ciudadanos que no saben de nosotros”. 

Según el área de Medio Ambiente, a los animales que aparecen muertos en la calle antes de incinerarlos “se les pasa un lector de microchip que, en caso de existir, permite identificar al propietario. Las lecturas efectuadas se remiten al Colegio Oficial de Veterinarios, que es donde obran los datos de los dueños”.

En el censo de animales domésticos de la ciudad de Madrid había 276.873 perros registrados en 2019, último año del que se tienen datos, junto a 105.683 gatos. A estos números, que no reflejan la cantidad de mascotas de otras especies que pueda haber, habría también que añadir el de animales no identificados, pese a que en la Comunidad de Madrid la identificación de perros y de gatos tiene carácter obligatorio.

Son cifras que hablan por sí solas de la necesidad de un servicio de recogida de animales como el que se ofrece en la capital, un servicio que por iniciativa propia de quienes lo prestan incluye, además, un muy humano consuelo por la pérdida.

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