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El barrio no estaba invitado a la fiesta: se estrena rascacielos con áticos de 1,5 millones en zona humilde de Madrid

Parte superior de las torres encendidas

Luis de la Cruz

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Un nuevo espectáculo lumínico ha cambiado el horizonte en el barrio madrileño de Saconia (Valdezarza). Lo comprueban los vecinos, anonanados. Las dos torres Skyline, situadas en el Paseo de la Dirección (al final de la calle Capitán Blanco Argibay), en el distrito de Tetuán, se terminaron de construir la semana pasada y, como si se tratara de un pavo real que abre su cola en busca de atención, encendieron sus luces. “Llevan unas cuantas semanas iluminando los edificios, cada una de sus plantas a lo largo y ancho de su fachada, durante seis o siete horas, dando lugar a una iluminación exagerada en la zona que ocasiona molestias (en mi casa sin ir más lejos) a la vez que contribuye a la enorme contaminación lumínica que ya padecemos”, relata una vecina a Somos Tetuán. “Y, lo que es lo más importante, en plena crisis energética, cuando se nos está pidiendo a todo el mundo restricciones. Esta gente solo con fines comerciales se salta todas las normas legales y morales. ¡Me tienen indignada!”, insiste en su queja.

Las Skyline son dos torres de 25 pisos y 100 metros de altura del fondo de inversión suizo Stoneweg, una de apartamentos en propiedad –comercializados por la inmobiliaria CBRE– y otra de alquiler a través de Bext Space, una sociedad conjunta creada con la gestora M&G Investments. Al principio, se encendían las dos torres, luego solo la destinada al alquiler, que es el activo que parece estar costando más colocar en el mercado (el fondo canceló el pasado 30 de septiembre la venta de la torre, presuntamente por no haber recibido las ofertas esperadas). El gigantesco escaparate sigue consumiendo megavatios a la espera de que se fije en él un nuevo operador para que siga girando la noria del capitalismo inmobiliario.

Estos días, cuando la campaña de prensa y presentación del proyecto alcanzaba su punto álgido, han vuelto a brillar ambos rascacielos. El martes 18 de octubre se inauguraban y los preparativos se hicieron sentir en el barrio: pruebas de encendido a primera hora de la mañana, focos, movimiento de personas y hasta drones sobrevolando las torres. El gran momento estaba a punto de llegar.

Y llegó. A eso de las siete de la tarde el movimiento de trajes caros era intenso alrededor de la torre del Paseo de la Dirección 163 (la dedicada a alquiler). Seguridad privada, azafatas y azafatos con la lista de invitados en la puerta, corrillos de gente guapa y coches de lujo descargando. Los vecinos de toda la vida miraban de reojo al paso. Algunos sacaban fotos con el móvil disimulando. El gran reclamo de la presentación, el famoso atardecer de este paseo tetuanero, un secreto antaño guardado por los vecinos que ahora se vende a un público nuevo a 5.000 euros el metro cuadrado.

¿Cuánto cuesta vivir allí? Según explicó La Razón la semana pasada, la promoción del edificio construido para pisos en propiedad ha llegado al 95% de ocupación con la venta de uno de sus áticos de tres habitaciones por 1.615.000 euros. La mayoría de los compradores son inversores, según datos de Stoneweg publicados por El Periódico de España. Un apartamento de dos habitaciones cuesta 449.000 euros (más iva). Vivir de alquiler oscilará entre los 1.000 euros para los apartamentos hasta los 2.500 en las que tienen tres estancias.

Los precios de las inmobiliarias de lujo contrastan con el panorama socioeconómico del distrito en el que están ubicadas (en el apartado localización de la web de Skyline prefieren nombrarse en el “borde de Madrid Norte” que Tetuán). En la sección censal del barrio de Valdeacederas, donde se encuentra la torre del ático millonario, la renta media por hogar (datos del INE para 2020) es de 29.534 euros. Para ubicarnos, debemos saber que la renta media neta por hogar de la ciudad es de 43.003 euros y la del distrito de Tetuán de 38.799. La cifra del entorno del Paseo de la Dirección se acerca más a los 27.714 de renta familiar media de Puente de Vallecas (el distrito con la media más baja) que a los 69.202 euros de Chamartín (el distrito de mayor renta media), a donde quieren mirar los propietarios (y los precios) de los rascacielos.

Algunos vecinos del barrio sueñan con que la llegada de las torres ayude a la apertura de nuevos negocios, redundando en la prosperidad de la zona, pero otros piensan que los nuevos habitantes no serán vecinos en el sentido estricto de la palabra. “Probablemente, a la torre de alquiler vengan vástagos de familias bien que estudien en el Instituto de Empresa (en la quinta torre), que está muy cerca, o trabajadores del norte de Madrid; saldrán a correr por el parque y harán su vida dentro de la torre, poco más. Luego, a trabajar en las Cinco Torres”, vaticina un vecino de la calle Capitán Blanco Argibay.

Mientras el vecindario especula sobre cómo se integrarán los nuevos moradores, experiencias anteriores apuntan al riesgo de que las torres se erijan en islas con vida propia alejadas del día a día del barrio. Los rascacielos cuentan con gimnasio, sauna, jardines, gastroteca, dos piscinas –una de ellas en la azotea–, zona de coworking, aparcamiento, huerto urbano y por supuesto, recepción.

“Son miles de personas más en el barrio, ¿dónde están los servicios públicos para todas ellas? Si no los hay ni para los que ya estamos”, añade otro vecino recordando que los colosos albergan más de 600 pisos de entre uno y tres dormitorios, y que al final de la calle Marqués de Viana también están en marcha dos grandes torres.

¿Dónde están los servicios públicos para los nuevos? Si no los hay ni para los que ya estamos

Esta última es otra de las preocupaciones históricas del vecindario del área del Paseo de la Dirección: los servicios públicos y zonas verdes. La reforma interior del barrio se ha dilatado décadas por la subcontratación de la operación a Dragados-ACS en tiempos de Alberto Ruiz Gallardón. La empresa de Florentino Pérez se comprometió a cobrar sus servicios en suelo, pero la explosión de la burbuja inmobiliaria y sus consiguientes cambios en los precios ocasionaron que dejara la operación a medias, con el barrio levantado durante años y los realojos sin concluir. Los años de vivir en un barrio en situación de cataclismo, cierres de negocios y otros problemas asociados al dilatado proceso urbanístico encuentran una justificación a ojos de los vecinos en la llegada de las dotaciones a un barrio donde no hay centro de salud ni colegios. Ver crecer los dos gigantes blancos en su horizonte mientras que las parcelas de titularidad pública siguen vacías se les hace doloroso, si bien es cierto que al fin están proyectadas la piscina y una escuela infantil.

Además del despliegue lumínico para llamar la atención, el entorno de las torres se ha estado “poniendo guapo” para su presentación en sociedad en las últimas semanas. O, al menos, eso piensan los vecinos consultados. Después de años de permanecer aislado y okupado en su solar, el edificio del número 121 de Capitán Blanco Argibay, expropiado en la reforma del área y muy cerca de las torres, fue desalojado y derribado con gran fanfarria mediática el pasado 5 de octubre. En el último mes se han producido otros derribos y desalojos.

Las vistas al atardecer valen dinero

La última publicación en la cuenta de Instagram de Skyline muestra la imagen de Madrid desde la piscina panorámica de la azotea con “un increíble 360 grados de esta increíble ciudad y capital del mundo”. Los lemas que animan las lonas comerciales de los dos edificios inciden en su principal reclamo: “terrazas con vistas espectaculares”, o “esta podría ser su nueva piscina”, con lontananza al fondo de la lámina de agua.

Las vistas siempre entraron en la ecuación de la remodelación del Paseo de la Dirección, concretamente en la de la cornisa de Tetuán, termino acuñado por el arquitecto y vecino Luis Romero que designa al gran alero elevado sobre el parque Rodríguez Sahagún, con vistas privilegiadas, un mirador a la sierra de Madrid y a uno de los atardeceres más impactantes del norte de la ciudad.

En 2016, el Ayuntamiento de Ahora Madrid acabó de mutuo acuerdo la relación con Dragados. A la empresa se le pagó con siete parcelas, tasadas en 126 millones, unos 50 menos de lo que hubiera cobrado de cumplir todos sus compromisos. Un año después, ACS vendió las dos parcelas calificadas como vivienda libre por 40 millones más de lo valorado. Así nacieron las torres Skyline: negocio redondo para la empresa y génesis de los rascacielos.

A partir de la finalización de la relación, comenzó un nuevo proceso de redefinición del plan urbanístico para la cornisa de Tetuán que acabó con la tercera modificación del Plan Parcial de Reforma Interior del Paseo de la Dirección (aprobado en 2019), que es el planeamiento vigente. El plan anterior, conocido como Plan Touza por el estudio de arquitectura que lo llevó a cabo, había diseñado una barrera de edificios que monopolizaba la cornisa, dejando sin vistas, luz, ni accesos al barrio interior, por lo que se optó por redefinir la edificabilidad concentrando la altura en puntos concretos, aunque la vía rápida ya había separado al barrio de su parque. De nuevo, las Skyline, las 25 alturas dibujadas entre el barrio y la sierra de Madrid. En palabras del plan, “su singularidad permite una integración menos traumática paisajísticamente que la del frente continuo formado por los bloques”. Para llevar a cabo el proyecto, el fondo suizo Stoneweg contó con el estudio de arquitectura que mejor conocía el área: el propio Touza. Los obreros y operarios que han estado trabajando en las torres también lucían la ropa con el logotipo de Dragados que tan familiar era ya para los vecinos.

Hoy, el impacto visual de las torres es innegable. Las vistas son de ida y vuelta y, desde el otro lado del parque, en Saconia, sorprendía a los vecinos. Su gran silueta, omnipresente en cada porción libre de cielo de las calles de alrededor, llama la atención también en puntos del distrito lejanos como la Plaza de la Remonta o la calle Berruguete, donde han perdido las vistas a la sierra.

A los pies de las torres, los invitados a la presentación, vestidos como para una boda de tarde, encajan regular con el tiro visual de los solares descampados y edificios sin derribar del entorno. Quizá por ello, las fincas de las torres tienen puertas que dan hacia el solar de detrás de las mismas, hecho que extraña a los vecinos porque ese pedazo de suelo, hoy descampado, es público. Enfrente, ajeno al movimiento, un hombre ha apoyado su bicicleta en la morera centenaria de la calle Alberdi –un árbol superviviente que los vecinos más concienciados han convertido en símbolo de su memoria–. Sentado sobre sus raíces come algo con parsimonia, como si todo lo que sucediera en el sarao del día le resultara ajeno.

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