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Y en una cuadrilla quitanieves de Tetuán se hace el barrio: voces de orgullo y supervivencia

La alegría de la cuadrilla de Sierra Bullones

Luis de la Cruz

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Primero, con las alfombras de nieve esponjosa, Madrid se convirtió en el gigantesco recreo de un año muy duro. Al día siguiente, todos empezamos a vislumbrar la que se nos venía encima y, a ratos, a acordarnos de los ciudadanos más precarios y expuestos al lado más inclemente de la nieve.

 Luego, nuestro día a día se convirtió en un tantear dubitativo. No sabíamos bien cuánto iba a durar el colapso de la ciudad. Entre tanto, abrimos los caminos indispensables para, orillando nuestras calles, poder movernos; despejamos las puertas de los centros de salud, con cierta comprensión acerca de las dimensiones de la nevada. Nunca se vio nada igual. A medida que las bolsas de basura se amontonaban en nuestros portales, tras barricadas formadas por placas angulosas de hielo sucio, los caminos fueron ensanchándose y las individualidades agregándose, sumándose decididamente en grupos, cuadrillas vecinales dispuestas a abrir las calles. Hoy hay muchas de ellas que, al mirarlas, uno no sabe si ha pasado la máquina o sus vecinos y, a pesar de los salpicones de rabia, hay algo en ello que vuelve a traer al vecindario algo de la alegría del primer día de nevada.

El fenómeno ha sido tan generalizado que, antes que hacer una crónica periodística, queremos hoy dar voz a unos cuantos vecinos y vecinas que, echados a la calle, con palas, picos o bandejas de horno, han arrimado el hombro para que los pequeños puedan ir a la escuela, los mayores salir de sus casas y los basureros puedan hacer que nuestras calles aparenten la dignidad que las brigadas vecinales les han estado insuflando. Nunca, echar sal en las heridas ha sido tan liberador.

El viernes por la noche, Martín nos contaba emocionado la experiencia de varios días quitando nieve con una cuadrilla de vecinos espontáneos. “Devuelve la esperanza”, decía. “Hemos salido mi pareja y yo a la calle con una carretilla, palas, pico y escoba –el participar en la Huerta de Tetuán nos ha dado esa facilidad– y a los diez minutos se habían unido unas doce personas. En todas las jornadas da la casualidad de que la mayoría de la gente que se ha unido eran de otras culturas, sobre todo dominicanos, algún filipino, indonesio… para que luego digan”. Las cuadrillas también dejan anécdotas entrañables. “Hoy una señora se nos ha acercado agradecida y nos ha querido dar cincuenta euros para los cafés”.

El sábado por la mañana Martín participaba también de una quedada para despejar la Escuela Infantil Canción de Luna, en Valdeacederas. A lo largo del sábado fueron varios los grupos que se emplearon en limpiar patios y accesos de centros educativos del distrito, como la Escuela Infantil Los Ángeles, o el Colegio Ortega y Gasset. De la acción en la Escuela Infantil Canción de Luna hemos recogido algunas impresiones de los voluntarios que no necesitan apenas contexto:

“Estamos aquí, en la Escuela Canción de Luna (en la calle Azucenas), las familias, las maestras y vecinos que han venido; nos han prestado unas palas desde La colmena de Tetuán –espera que viene un coche, porque gracias a que hemos limpiado toda la calle ahora pueden pasar los coches–, y está siendo una experiencia super bonita de comunidad…”

 Isabel Díaz Ayuso ha sacado pecho con la respuesta de los madrileños, que se han lanzado a limpiar las calles aún marmoleas de Madrid. Sin embargo, son muchos los vecinos y vecinas con los que hemos hablado que opinan que, más que como un acto de patriotismo institucional, su trabajo de estos días ha sido supervivencia y reivindicación. Así se expresaba una vecina, que interrumpía sus paladas en la calle Azucenas para contarnos que “antes de llegar a este punto y tener que estar quitando hielo una semana después de la tormenta, creo que gobierno y empresas tenían que haberse puesto de acuerdo y mandar a todos sus trabajadores a quitar la nieve el lunes y el martes; de sus domicilios, de donde hubiera personas más vulnerables (escuelas, hospitales, centros de salud residencias de ancianos)… y, bueno, me da pena que el gobierno municipal desmantele movimientos y estructuras sociales que hacen barrio y que en el momento que hace falta, que no llegan los quitanieves… pida movimiento ciudadano y vecinal…”. Otra vecina, Conny, se une al subrayado reivindicativo: “Echamos de menos que el Ayuntamiento nos dé soluciones, hay un montón de gente en paro, no tienen para comer y hacen falta muchas manos”.

Hay otros vecinos que se fijan más en la dinámica contagiosa y emocionante de las cuadrillas. “Me parece genial que muchos vecinos que están andando por ahí se paran a preguntar ¿está libre esta pala?, y la cogen, y empiezan dos… y de repente son diez”, cuenta Raquel, con una experiencia similar a la de otro vecino –cuyo nombre no conocemos–que cuenta que “éramos cinco, seis, siete, ocho, se juntaron los que cortan el pelo aquí, en la esquina… se ha ido acumulando gente y al final éramos veinte o veinticinco. Han empezado a pasar coches y hemos cortado el tráfico nosotros mismos”. Nuestra vecina Olga Berrios ha llamado Palabook a “la red social que generan los caminos vecinales”.

En la calle de Sierra Bullones, en Valdeacederas, también decidieron juntarse el fin de semana para liberar la calle de nieve petrificada. Un par de vecinas se han tomado la molestia de mandarnos fotos y vídeos. En la primera imagen, un sendero blanco. En las del medio, gente trabajando. Un refrigerio a media mañana. Y al final, un vídeo en el que se escucha “¡Conseguido!”. Una de ellas nos cuenta, de todas formas, que tiene la intención de coger su basura y llevarla “a un barrio finolis”.

La adversidad y el trabajo en equipo –diferenciemos aquí trabajo de empleo– parecen unir mucho. Hacer vecindad. Quién sabe si dentro de unos años alguna pareja recordará su primer día juntos, doblando el lomo. Sin embargo, los nexos vecinales previos, el tejido barrial, también han facilitado mucho organizarse y ser efectivos, como ya pasó en el anterior boom del hacer juntos en el barrio, durante el primer confinamiento.

Durante la semana pasada, la gente del entorno de la Casa Vecinal de Tetuán estuvo despejando las calles de su zon–se hacen llamar Brigada Berruguete– y en la Asociación Vecinal Tetuán- Cuatro Caminos también han estado al quite. Antonio, su presidente, ya el domingo pasado “se fue con un compañero del Espacio Bellas Vistas a la puerta del Centro de Salud de Reina Victoria para que los sanitarios pudieran ir al día siguiente”.

El propio Antonio nos traslada la experiencia de otras vecinos y vecinas que, durante los días pasados, han estado abriendo sus calles a la normalidad.

Manuel: “En la calle Paravicino éramos conscientes desde el momento de la nevada de que el Ayuntamiento iba a tardar mucho en llegar porque somos una calle secundaria, sin salida, así que desde el primer día, con una única pala que teníamos en toda la calle, nos pusimos a ello. La gente de manera espontánea fue turnándose. Unas personas traían agua caliente, otras barrían, o abrían la nieve con la pala. En tres cuartos de hora habíamos abierto una de las aceras”. Al final de la tarea, brindaron con unas cervezas, añadía al relato otra vecina de la misma calle.

Carmen, también de la Vecinal de Cuatro Caminos, cuenta que el domingo por la noche ya salieron “a picar hielo en la calle Goiri con una barra metálica de armario”. Esta es una imagen, la de la necesaria improvisación, que se ha repetido muchos en nuestras calles.

En la Red de Apoyo Somos Ventilla también ha estado manos a la obra. Ya contamos el otro día cómo este grupo, surgido del tejido vecinal de la barriada, estaba ayudando a sus mayores. El sábado quedaron en la puerta del Centro Cultural Eduardo Úrculo para despejar calles y aceras. Desde Ondas invertidas – programa de Radio Almenara donde jóvenes del distrito hablan sobre temáticas LGTBIQ– han recogido en una píldora informativa la experiencia de apoyo mutuo de estos días. En el podcast, una vecina dice que “en todas las calles ahora mismo la banda sonora original es el sonido de las palas ante el abandono de las instituciones”. Efectivamente. Son muchas, muchas más, las voces que podrían contar los días de trabajo vecinal en Tetuán. Cabreadas, animosas, con muy distintos acentos e idiomas. Casi tantas como calles o manzanas sin colorear en el mapa oficial de limpieza han sido. Y en esas cuadrillas vecinales, quizá, ha surgido algo más que un rato de trabajo compartido.

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