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“Cuando se vayan las nieves Almeida volverá a tratar de arrinconar a los colectivos vecinales”

Voluntarios limpiando una calle de Malasaña

Antonio Pérez

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Tanto la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, como su vicepresidente, Ignacio Aguado, pidieron públicamente ayuda ciudadana para limpiar la capital tras el paso de la borrasca Filomena, mientras que el alcalde Almeida anunció reparto de sal en determinados puntos para que los mismos vecinos y comerciantes se animaran a adecuar las calles de la ciudad.

Todos apelaron a la solidaridad de los madrileños para arrimar el hombro ante un momento en el que las instituciones se habían visto “sobrepasadas” por la situación, según admitió la propia Ayuso, pero fue una llamada individual más que un grito de auxilio dirigido a las organizaciones vecinales existentes con las que no acaban de tener una buena afinidad. Para Jordi Gordon, portavoz de la Coordinadora de Asociaciones de Vecinos del Distrito Centro de Madrid, la razón de ello es que los actuales dirigentes madrileños desconfían de los colectivos vecinales, a los que “consideran erróneamente enemigos ideológicos”.

“¿Por qué el Ayuntamiento no se ha puesto en contacto con nosotros para organizar, por ejemplo, el reparto de sal en los barrios? Se pidió ayuda a los vecinos pero sin tener un plan de actuación, lo cual me parece vergonzoso. Quizá sí tocara que los ciudadanos echaran una mano ante una situación excepcional como la que hemos vivido, pero con un plan de por medio y con ayuda municipal”, indica Gordon, quien sostiene que “el movimiento asociativo no interesa a este ayuntamiento, que no sólo no hace su trabajo sino que ningunea y desprecia la labor sustitutoria que realizan las organizaciones de vecinos, algo que también viene sucediendo desde el inicio de la crisis social provocada por la Covid-19 con los repartos de alimentos”.

En cualquier caso, el guante institucional lo recogieron cientos de madrileños, cuya labor en los distintos barrios para despejar de nieve y de hielo las calles ha sido digna de todo elogio. Eso sí, las limpiezas autogestionadas han funcionado mejor en las zonas de la capital donde existe un mayor tejido social y la labor que plataformas y asociaciones vecinales de todo tipo están desarrollando ha servido, además, de inspiración y de guía para la gran cantidad de particulares que han decidido salir a limpiar las calles.

En pleno centro de Madrid, en un barrio como el de Malasaña, encontramos ejemplo de ello en el entorno del edificio conocido como la Casa del Cura, un espacio municipal cedido a un proyecto desarrollado y autogestionado por 38 colectivos sociales y vecinales.

En su puerta, cada día, en turnos de mañana y de tarde, se han estado congregando vecinos que partían a despejar de hielo y nieve aquellas zonas de los alrededores que consideraban que estaban peor, según las informaciones que iban recabando a pie de calle.

En la Casa del Cura se han guardado también herramientas para la limpieza y que se pusieron a disposición de la comunidad, estableciendo en ese edificio una especie de servicio de préstamo de picos y de palas. Con ellas, por ejemplo, el pasado sábado los scouts del barrio se encargaron de retirar la nieve de los alrededores y del patio del colegio público Isabel la Católica.

Para la organización de estas brigadas de limpieza ha resultado muy útil el grupo de Whatsapp que se creó en apoyo del banco de alimentos del barrio, que también opera en el mismo edificio y que surgió para mitigar los efectos de la crisis social de la Covid-19, otra situación extraordinaria que superó la respuesta municipal y ante la que respondió una vez más la autogestión ciudadana.

Pilar Cirugeda, presidenta de la agrupación de colectivos que gestiona el citado edificio, indica que la existencia en cada barrio de espacios físicos como la Casa del Cura, centros sociales autogestionados, es imprescindible tanto para que haya una red de proximidad bien engrasada que actúe con eficacia y rapidez en casos de urgencia como para que de continuo se desarrollen en ellos propuestas, actividades y usos horizontales al margen de los ofertados por las instituciones. Sin embargo, cuenta, el ayuntamiento de Madrid los mira con recelo, cuando no directamente está empeñado en desmantelarlos.

Cirugeda habla con conocimiento de causa, dado que si la Casa del Cura sigue funcionando en la actualidad es a pesar de Almeida, que está tratando de revocar su cesión al considerar que la labor que en ella se realiza no es lo suficientemente relevante para la sociedad. “Ahora las autoridades nos han pedido ayuda, pero cuando se vayan las nieves Almeida volverá a arrinconar a los colectivos ciudadanos y a tratar de echar a los vecinos de la Casa del Cura”.

“El alcalde de Madrid está empeñado en desmantelar todos los locales municipales que estaban en desuso y que fueron cedidos a proyectos vecinales, por concurso público, durante la anterior legislatura. El PP nos llama chiringuitos de Carmena y el concejal del distrito Centro ha denominado ”instituciones populares de resistencia“ a las asociaciones de vecinos, pero resulta que, especialmente ahora que distintos desastres nos están golpeando, somos esos mismos chiringuitos los que estamos dando la cara por la ciudad y por nuestros vecinos antes que la misma administración”, asevera Cirugeda.

“A las organizaciones vecinales este Ayuntamiento nos maltrata, ignora e, incluso, nos calumnia. No existimos para ellos, no somos importantes y, sin embargo, les estamos demostrando lo básicas que somos para suplir sus carencias. Tenían que habernos reunido para tratar de dirigir de manera más eficaz la vuelta a la normalidad de las calles y de los servicios de Madrid tras el paso de Filomena y, aunque no lo hicieron, hemos estado ahí, trabajando por nuestros vecinos sin el respaldo institucional esperado y haciendo lo que debería haber hecho el Ayuntamiento”, comenta Jordi Gordon, para quien “una sociedad no es verdaderamente democrática si no tiene en consideración a la sociedad civil organizada”.

“Un tejido social y vecinal organizado y movilizado es bueno para los ciudadanos y para la ciudad. No es inteligente ni positivo tenerlo bajo sospecha y debilitarlo. En Madrid quedan muchas calles por limpiar de hielo y nieve nueve días después de la gran nevada que dejó Filomena. Los vecinos vamos a seguir trabajando para despejarlas cuanto antes y no es de recibo ignorarnos”.

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