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La discoteca de 'niños bien' que no deja dormir a 300 vecinos de Tetuán

Fotografía hecha por una vecina el pasado 5 de diciembre de madrugada

Luis de la Cruz

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Gritos de borrachos en la noche, orines, vasos rotos, llamadas a la policía, garajes obstruidos… este es el panorama que sufren cada semana los vecinos del entorno del Panda Club, una discoteca ubicada en Hernani 75, un edificio de oficinas que está llegando ya a la calle Orense.

Los vecinos de los inmuebles de alrededor, hartos de no poder dormir y trasladar sus dormitorios a las zonas interiores de sus pisos, comenzaron hace años a contactar con el Ayuntamiento y la policía municipal, con pocos resultados. La discoteca cumple con la normativa, se les dice, pero la explicación no satisface a unos vecinos a los que no les molesta la actividad dentro del local sino el impacto que este tiene en toda la zona: las aglomeraciones a la entrada y a la salida, así como el vandalismo que algunos clientes acometen en el vecindario.

El siguiente paso fue reunir apoyos y escribir al defensor del pueblo, que tardó en conseguir los datos necesarios de la Policía Municipal y, finalmente, accedió a inspeccionar el local. La visita, sin embargo, llegó durante la pandemia, en tiempos de confinamiento. Mientras, y cada vez con más sensación de desamparo entre los vecinos, han seguido sucediéndose las fiestas improvisadas a las puertas del club y bajo sus ventanas.

La discoteca se hizo famosa cuando, en 2019, salieron en prensa imágenes de Victoria Federica de Marichalar y Borbón acompañando a su entonces nuevo novio, Jorge Bárcenas, disc-jockey habitual de la casa (DJ Barce). En la discoteca presumen de tener una clientela selecta, donde se han dejado ver jóvenes de clases pudientes de Madrid, como la familia Aznar, famosos como Fonsi Nieto (que celebraba allí su cumpleaños) o los tronistas del ya extinto programa Mujeres y Hombres y Viceversa. También en 2019 el club volvió a salir en los papeles por albergar el último acto de la campaña de los sectores juveniles de VOX y su Cañas por España en las elecciones municipales. En su propia página web, Panda Club destaca su situación: “Una zona perfecta para codearse con la gente más glamurosa de la jet set madrileña”.

La sala de fiestas abre pasada la medianoche –aunque también tiene un restaurante– y cierra a las seis de la mañana. El precio de entrada varía según el día, pero se acerca a los 20 euros con consumición y las copas cuestan unos 13 euros. A pesar de tener precios elevados, contar con listas y reservados exclusivos, cada fin de semana cientos de jóvenes se acercan a la discoteca, para disfrutar del club de Jack, la mascota con forma de oso punki que adorna su puerta y anima las noches del local.

Lucía vive en un piso de la calle Hernani, junto a la discoteca, y califica la situación de “infernal”. Según explica, el problema no es la discoteca en sí, sino las aglomeraciones que se forman en la calle a la entrada, a la salida y en los momentos en los que los clientes permanecen fuera, punto este que coincide con lo expresado por todos los vecinos con los que ha hablado Somos Tetuán. “Aunque desde la discoteca dicen que no dejan beber en la calle, cada mañana los alrededores aparecen llenos de cristales”, explica. Como otras comunidades de vecinos del área, la suya tiene zonas privadas de uso público (que no están valladas), y tanto estas como las entradas de los garajes se convierten con frecuencia en escondites para amantes furtivos o improvisados urinarios públicos.

Lo mismo sucede en la acera de enfrente, en el callejón privado de la urbanización Nueva España, donde a menudo algunos clientes de la discoteca siguen la fiesta una vez esta cierra a las seis de la mañana. “En una ocasión vaciaron una jardinera en un coche”, explica uno de los vecinos consultados, que añade que los trabajadores de los comercios del lugar, junto con los porteros, se ven obligados todas las semanas a limpiar los restos del campo de batalla lúdico de la noche anterior.

Alejandra vive en un edificio de la calle Orense, en la acera opuesta al esquinazo del Panda Club, a pesar de lo cual también tiene que sufrir con frecuencia las molestias del ruido ocasionado por los asistentes a la discoteca. “Es insoportable, si le unimos las obras del edificio de la calle Orense (en referencia al número 4, que está sufriendo una remodelación profunda), el descanso es imposible”, nos cuenta mientras nos enseña numerosos vídeos de aglomeraciones tomadas en diferentes fechas desde su ventana.

Hablamos también con Ángel, vecino de otro inmueble cercano al club, en la calle Hernani, que incide en las mismas quejas que el resto. “Sobre todo los jueves y los viernes es horrible, hay días en los que la gente es más joven y hay más follón; otros en los que es más mayor y entonces lo que hay es una gran aglomeración de coches y VTC. El otro día mismo, durante esta ola de contagios, había unas 500 personas a la una de la mañana en la calle y tuvo que venir la policía con un megáfono para pedir que se fueran”.

Los vecinos y vecinas del Panda, agrupados en un grupo de WhatsApp que reúne a tres centenares de personas de distintos portales de la zona, piden una solución para sus noches de insomnio y sus mañanas de pisar basura. Coinciden en que la policía acude con poca frecuencia y no soluciona nada. “Se nos dijo que en estas situaciones lo que se hacía era no conceder más licencias pero con posterioridad ha abierto otro club enfrente llamado Marvelous, agravando la situación”.

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