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¿Acaban más fácilmente en el desguace los coches eléctricos que los de combustión?

Prueba de choque del Tesla Model Y.

Paula Ulloa

La agencia de prensa Reuters ha publicado recientemente una de esas investigaciones que deberían hacer mucho ruido e invitar a la reflexión a la industria del coche eléctrico. Dicho directamente, el trabajo apunta a que, en una gran cantidad de automóviles de esta tecnología, incluso los daños menores en las baterías pueden ser fatales y conducir directamente al desguace.

Reuters partió de la observación de un hecho cierto: teniendo en cuenta su cuota de mercado, los vehículos eléctricos terminan en los desguaces en una proporción sorprendentemente elevada. ¿Por qué hay tantos modelos de baterías en la basura -se planteó la agencia- cuando representan menos del 15% de los vehículos en circulación?, un dato este último referido por cierto al Reino Unido y que en España es bastante inferior, de alrededor del 10% según las últimas cifras suministradas por la patronal Anfac.

La investigación se realizó a ambos lados del Atlántico y encontró un número importante de siniestros con vehículos eléctricos involucrados, de todas las marcas. Ya se tratara de Tesla, Hyundai, Renault, Peugeot o BMW, la situación era la misma: este tipo de coches, incluso los que resultan solo levemente dañados o que presentan poco kilometraje, son enviados con más facilidad a la chatarra por falta de reparación.

Según los hallazgos del trabajo, esta situación tiene que ver con el precio de las baterías de estos vehículos y la póliza de seguro correspondiente. Como es bien sabido, en un coche eléctrico la batería es probablemente el elemento más caro. En algunos casos, puede alcanzar el 50% del precio de venta (generalmente se habla del 30%, pero no existen cifras oficiales) y supone siempre miles de euros. 

Además, la reparación de este componente suele representar una operación larga, costosa y no exenta de riesgos. Antes incluso de plantearse un posible trabajo de esta clase, es necesario realizar un diagnóstico de los modelos afectados que en numerosas ocasiones resulta imposible de efectuar.

¿La razón? Según Reuters, los fabricantes no permiten el acceso a los datos relacionados con las células de las baterías a fin de preservar su competitividad y sus secretos industriales. Por lo tanto, es imposible que un reparador u otro tercero cualquiera calcule el costo de una intervención. En estos casos, en lugar de involucrarse en operaciones costosas e inciertas, las aseguradoras optan por desguazar los coches.

Michael Hill, director de operaciones de Synetiq, el administrador de chatarra más grande de Gran Bretaña, ha explicado al respecto que alrededor de un 95% de las celdas de los cientos de eléctricos (y miles de híbridos) que llegan a los desguaces estarían intactas y podrían reutilizarse en lugar de acabar en reciclaje. El asunto no afectaría a algún vehículo de vez en cuando; al contrario, Hill asegura que una media de 20 eléctricos recala cada día en sus instalaciones.

El estudio de Reuters apunta no solo a la actitud de las aseguradoras, sino también al papel de los fabricantes en la fabricación o integración de baterías en sus coches. Mientras que algunas marcas, como Ford o General Motors, se han tomado la cuestión en serio y están trabajando para que sus paquetes de baterías sean más accesibles y fáciles de reparar, otras están haciendo lo contrario. 

La agencia señala en particular a Tesla, que, para optimizar el funcionamiento de las 4.680 celdas de un Model Y, por ejemplo, las pega entre sí y al chasis. La firma californiana reduce así sus costes de producción, pero imposibilita la reparación del acumulador. Por tanto, en el último SUV que ha puesto en el mercado, las baterías se consideran irreparables. En el Model 3, sustituirlas cuesta unos 20.000 euros en un vehículo que cuesta 45.000, con lo cual se elude también la reparación.

Consecuencias ambientales y económicas

Esta elección por parte de algunos fabricantes obviamente no deja de tener consecuencias para el usuario. Uno puede preguntarse legítimamente -señala el trabajo- sobre el interés ecológico de comprar un vehículo eléctrico dado el riesgo que hemos descrito. Además, este hecho hay que tenerlo en cuenta a la hora de comparar el impacto ambiental de un coche eléctrico con el de uno térmico. 

En términos de economía circular, de la que tanto alardean algunas marcas de eléctricos, su vigencia merece ser cuestionada. “Compramos coches eléctricos por motivos medioambientales, pero un vehículo de esta índole no es realmente respetuoso con el medio ambiente si tienes que tirar su batería a la basura tras un pequeño choque”, explica Matthew Avery, director de investigación de la consultora de automoción Thatcham Research.

Finalmente, la otra consecuencia se encuentra del lado de las primas de seguros. Las compañías del sector estarían aumentando sus tarifas a la hora de asegurar modelos eléctricos, en una proporción que Reuters cifra en el entorno del 27% en Estados Unidos.

Ante este fenómeno, existen por supuesto varias soluciones. A nivel institucional, por ejemplo, la Unión Europea ha cambiado recientemente su normativa sobre baterías para coches eléctricos, pero sin imponer restricciones a los fabricantes. La Comisión ha abogado por “normas para facilitar su mantenimiento, reparación y reutilización”, pero no es seguro que esto sea suficiente para cambiar la actitud de las marcas.

La agencia de noticias indica que su capacidad para abrir el acceso a los datos de la batería con vistas a facilitar el diagnóstico y la reparación resulta fundamental si queremos enviar menos coches eléctricos a los desguaces o que terminen en ellos solo los que realmente lo merecen.

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