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No todo es deporte en el mundo del deporte. Hay miedo, injusticia, éxito, fracaso, superación...Ante todo, historias increíbles protagonizadas por personas. Este blog, coordinado por la periodista Olga Lorente, trata sobre todos los factores que no vemos, pero sí influyen a los deportistas.

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La motorista Ana Carrasco: 'lady gas' y los muros de asfalto

La campeona del mundo de motociclismo Ana Carrasco
8 de febrero de 2022 10:36 h

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Aunque suene surrealista, todavía existen profesiones que siguen considerándose, por el gran público, 'mundos de hombres', a los que cuesta llegar y, mucho más, mantenerse. El motociclismo era uno de ellos hasta septiembre de 2017, cuando la ceheginera Ana Carrasco derribó una enorme barrera al convertirse en la primera mujer ganar una carrera en un campeonato del mundo (en la modalidad Supersport 300). Fue en Portimao, una ciudad del Algarve portugués, que será especial para siempre y que lleva grabada en uno de sus brazos. “Sin Portimao no hubiese existido lo que vino después”, afirma. Ése fue el despegue de una carrera deportiva que alcanzó su cota más alta sólo un año después, cuando pasó a la historia por ser la primera mujer piloto que ganaba un Mundial. Y hasta ahora, la única. Lo consiguió en el circuito de Magny-Cours (Francia), una localidad que tampoco olvidará y que, al igual que Portimao, lleva tatuada en uno de sus brazos. Allí derribó otro muro y desde ese día cambió su vida de forma radical. Pasó de vivir en Cehegín a trasladarse a Barcelona y empezó a sentirse, por primera vez, una piloto profesional.

Desde entonces, la murciana Ana Carrasco es un icono y un referente en el mundo del motociclismo, pero no siente ninguna responsabilidad extra por el hecho de ser mujer. “En el circuito soy un piloto más. Nunca me levanto y pienso que soy una chica que corre y que, por eso, me van a mirar más. El trabajo es igual para todos”, reconoce. Pero ¿y fuera? Seguro que si hacemos una encuesta a diferentes estratos de la sociedad, la mayoría siguen asociando este deporte a figuras masculinas porque ellos han escrito la historia. Sin embargo, pocas personas saben que en los circuitos y carreras de velocidad hay cabida para todos los pilotos, sin distinción de sexos. “Mi pasión por las motos empezó con sólo tres años y antes de ser profesional, por ejemplo, mis abuelos no lo entendían. Pero no tanto por ser mujer, más bien por ser un deporte peligroso. Ellos ahora están locos conmigo y con mis carreras. Sin embargo, se las ponemos en diferido para evitar que puedan sufrir con una caída en directo”, relata. Lógico. Los pilotos ponen su vida en juego cuando se suben encima de una moto a toda velocidad. Ana tuvo un susto hace año y medio, en un entrenamiento en Estoril, cuando se cayó y se fracturó dos vértebras. Tuvo que ser trasladada en avión hasta Barcelona para ser operada de la columna, donde le ha quedado una vistosa cicatriz que enseña en sus redes sociales para recordar la suerte que ha tenido de seguir viva. Lo primero que preguntó cuando vio al medicó es que cuándo podría volver a correr. La recuperación fue lenta (volvió a pasar por quirófano) y dura. “Mis padres tuvieron que quedarse en mi casa durante mes y medio porque no podía hacer nada. Tuve que cambiar todas las rutinas, pero nunca dudé de si volvería a subirme a una moto. Sabía que lo haría”, explica.

Esa firmeza no es ninguna novedad en el carácter de Ana Carrasco. Es una piloto que se ha hecho a sí misma, que desde pequeña ha roto moldes y que ha tenido que reinventarse cuando le han cerrado muchas puertas. También saca tiempo para estudiar la carrera de Derecho. Su éxito no es únicamente fruto del talento, sino de su enorme capacidad de sacrificio y trabajo. Porque ahora es conocida en el circuito mundial y muchas marcas se pelean por ella, pero hace años no era así. De hecho, tuvo que abandonar el circuito de Moto3 por la falta de apoyos. “Es difícil de entender siendo tan joven. Ahora lo hago, pero en su momento no. Sufrí mucho. Tenía 16 ó 17 años y no es fácil aceptar que tu carrera se puede acabar por algo que, además, no dependía de mí. Encontrar a gente que apueste por ti, cuando todavía no has ganado nada es muy difícil. Fui afortunada de llegar al Mundial, pero luego me tuve que ir”.

Seis o siete trabajadores por piloto

Ahora, la de Cehegín puede vivir de las motos y cobra por correr. Ahora es su trabajo, pero hasta 2018 competía gracias al sacrificio de su familia y eso le enorgullece: “Se lo debo todo a ellos, se han dejado lo que tenían y lo que no tenían por mí, para que yo llegase. Han renunciado a muchas cosas, tanto mis padres como mis hermanos, para darme ese dinero a mí. Mi padre es mecánico y mi madre es enfermera, somos una familia muy normal. El motociclismo es un deporte muy caro, ya seas hombre o mujer. Cada piloto mueve en torno seis o siete personas por todo el mundo, entre mecánicos, fisios, viajes, entrenamientos… y las motos, que son carísimas. Gracias a ellos y a varios patrocinadores que he ido encontrando en el camino, soy lo que soy. Ahora vivo con más tranquilidad porque mi familia estaba casi desbordada, es demasiado tiempo tirando del carro. Y eso pesa, psicológicamente”.

A Ana Carrasco no le gusta demasiado hablar de que es un referente femenino en su deporte, pero lo cierto es que lo ha revolucionado. Ha abierto puertas que hasta entonces estaban cerradas. Antes la llamaban ‘lady gas’ porque era una chica que corría. Ahora, es Ana Carrasco, campeona del mundo. Sí, ha habido mujeres antes que ella en el circuito internacional, pero no habían ganado. En un mes volverá a Moto3, de donde le echaron en 2015 por falta de apoyos y será la única mujer piloto en las tres categorías del mundial (se diferencian por las cilindradas de la moto: Moto GP, Moto2 o Moto3). Pero su legado va más allá de los títulos o del número de carreras ganadas porque como ella misma cuenta, “hacer algo cuando nadie lo ha hecho es muy difícil, más por el entorno que por ti. Que haya cada vez más mujeres en este mundillo es buena señal (la jefa de su equipo también es mujer) y ayuda a que se vaya normalizando que nosotras también queramos competir. Lo que yo puedo hacer para ayudar a la siguiente generación es hacer mi trabajo lo mejor posible”.

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