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ANÁLISIS

El Mar Menor y “el pan de nuestros zagales”

Exdiputados de Podemos Óscar Urralburu y María Giménez discuten con Santiago Martínez (Fecoam) durante la aprobación del decreto ley de medidas urgentes del Mar Menor el 1 de febrero de 2018
24 de julio de 2020 10:51 h

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“Os vais a cargar al sector. El pan de nuestros zagales...” Con esta frase, vociferaba el Presidente de Federación de Cooperativas Agrarias (Fecoam) al comienzo de un acalorado pleno en la Asamblea Regional, allá por febrero de 2018. Ese día se aprobó, de manera absolutamente inédita, la Ley 1/2018, de medidas urgentes para garantizar la sostenibilidad ambiental en el entorno del Mar Menor.

Los que gritaban entonces, vuelven a hacerlo ahora, pero contra una nueva ley hecha en parte por los suyos. Esta vez no en directo ni con cámaras, sino mediante ruedas de prensa INGENIOsas por culpa de la COVID. Todo es un teatro. Aún siendo ellos quiénes redactan la mayoría del texto, tienen que escenificar que el mundo se acaba por culpa de la mayoría de la sociedad murciana que quiere salvar la Región. Se les olvida que también es nuestra.

Da igual lo que haya pasado entre medias. Da igual que el fango del Mar Menor y la imparable contaminación por nitratos esté a punto de convertirlo en un mar muerto. Hay que ser un poco cínico, pues el actual expolio ambiental del mar menor, ya no solo pone en riesgo el pan de “sus zagales”, la tragedia se cierne ya sobre el pan de nuestros nietos.

Si comparamos las medidas que se aprobaron en aquel histórico pleno ⎯gracias a la mayoría lúcida de la oposición⎯ nos encontramos con la triste realidad. Se han perdido exactamente 896 días, casi tres años arrojados al fango.

La ley de 2018, fue un punto de inflexión. Por primera vez, una ley autonómica contenía propuestas consensuadas y eficaces para revertir la tremenda situación que nos habían dejado “los que gobiernan sin presentarse a elecciones” (le robo la frase a mi querido excompañero de escaño, Andrés Pedreño). Las medidas de la ley, hoy derogada, significaban el punto de partida de la necesaria transición ambiental de la agricultura murciana, el comienzo de un cambio de modelo alineado con las mejores prácticas agrarias, puestas en marcha en gran parte de los países europeos desde hace años. Medidas que gozan del beneplácito de los consumidores y cuya aplicación financia la nueva PAC.

Cierto es, que aquel texto se enfocaba a la agricultura. Pero hay recordar que fue la entonces consejera Martínez Cachá, la que intentó colar en el Parlamento el dictado de los que gritan en los plenos. Y por eso, de manera intencionada, el PP presentó un texto enfocado solamente al sector agrario. La oposición consiguió enmendarlo y todavía hoy no lo perdonan.

Si aquella Ley se hubiera aplicado, el Mar Menor tal vez hoy tendría un futuro. Pero no, “el sector”, a sabiendas de que la transformación de sus explotaciones en una agricultura sostenible y de vanguardia no tiene marcha atrás, apura el reloj e insiste en seguir haciendo las cosas como siempre se han hecho en la Región de Murcia… ¡no se hacen y punto! Y les da igual que su corta mirada perjudique a la Región durante generaciones. Si el Mar Menor muere, todo lo que depende de él, que es mucho, se pudrirá en sus aguas negras.

El gobierno Regional tiene experiencia en esto, hay que reconocérselo, y piensan que el ciudadano de a pie no entiende la “real politik”, para eso están los que saben de estas cosas. Y la verdad es que les ha ido bien con su privilegiado pequeño círculo. Por cierto, un círculo en el que no están la mayoría de los agricultores y ganaderos responsables de la Región de Murcia, ni los jornaleros explotados o los pequeños productores. Triste miseria y tristes gobernantes.

El Sr. presidente de todos, ahora se sube al carro de lo verde y acuerda con Psoe y Cs medidas que mejoran su cutre-Proyecto de ley integral del Mar Menor, pero sin inventar la pólvora, no vaya a ser que se pase y “el sector” se enfade con él por ecologista. Por eso juega al despiste, y se quita de en medio a todo lo que huela a biólogo en su casa que, por cierto, es la casa que pagamos todos.

Esta semana hemos vuelto a la casilla de salida. Hace ya casi tres años que era obligatorio restituir toda superficie de regadío ilegal a sus condiciones originales (secano o vegetación natural) y se prohibía, tanto la creación de nuevas superficies de cultivo o ampliación de las existentes, como la aplicación de todo tipo de fertilizantes en la zona de servidumbre de protección del dominio público marítimo terrestre. Cierto que es que era una superficie claramente insuficiente, pero si se hubiera llevado a efecto, toneladas de nitratos se habrían evitado estos años.

Si comparamos con lo que tenemos hoy, se han ganado unos escasos 400 metros sin contaminantes, pero hecha la ley hecha la trampa. El famoso artículo 29 es solamente una concesión de cara a la galería que no tiene, ni de lejos, el efecto que se ha vendido a la sociedad.

Quien sepa leer, conoce lo que significa la palabra “excepción”, y una excepción es: “(…) queda prohibida la aplicación de todo tipo de fertilizantes, estiércoles o abonado en verde en los 1500 metros del límite interior de la ribera del mar, ”con excepción“ de los cultivos de agricultura ecológica, sostenible y de precisión que se encuentren a más de 500 metros de la costa (…)”. ¿Dónde está la trampa?, que no dice cómo garantizar que esos cultivos sean sostenibles, ni establece los requisitos que tiene que tener la desconocida figura eufemística de “agricultura sostenible de precisión”.

Y sobre el uso de abonos altamente contaminantes por nitratos, ¡ay, los nitratos! Recuerdo, como si fuera ayer, el acoso telefónico de las grandes compañías del sector a los diputados díscolos de la oposición que aprobamos la enmienda para su prohibición. Al final ganaron, como siempre, y nunca se puso en practica.

También en aquella ley, el concepto de Cuenca Vertiente del Mar Menor consiguió respaldo jurídico. Un ecosistema hidrográfico único, que alcanza a la laguna del Mar Menor. En lenguaje que entienda Santiago Navarro, de FECOAM: si quitas una lechuga a pie de playa para que parezca que cumples la ley, pero cultivas 500 en las cumbres de la Sierra de Carrascoy, todo puede salir mal.

A aquellos que creen que el pan de sus zagales estará a salvo con un Gobierno regional que siempre llega tarde y mal a todo, les deseo suerte. Pero más suerte le deseo al Mar Menor con esta nueva norma y al conjunto de la Región de Murcia. La vamos a necesitar.

*María Giménez Casalduero, exdiputada en la Asamblea Regional de Podemos y actual miembro de Más País Región de Murcia

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