Alarmada ante el enésimo asalto pirata a la Marina de Cope y su Parque Natural, como es ese camping de lujo proyectado junto a la Torre, la alcaldesa de Águilas prepara la defensa de su territorio más preciado echando mano, primero, de su acusada sensibilidad ecológica, de la que nadie a estas alturas duda, y, segundo, de su experiencia en la larga batalla judicial desatada en la zona por la estulticia, ya legendaria, de la Comunidad Autónoma, que ha dejado un ejemplarizante rastro de perdedores en el que no quiere aparecer.
Es verdad que desde hace unos años pululaba por las oficinas del Ayuntamiento de Águilas un proyecto (más) empeñado en burlar el Parque Regional Cabo Cope-Calnegre con las habituales (falsas) credenciales de este negocio: puestos de trabajo, estímulo para la zona, calidad superior, sostenibilidad a ultranza, etc. Aunque se hace duro creer que la estupidez empresarial y política intente siempre superarse, exhibiendo una voluntad combinada de cómplices contra el pueblo y la naturaleza, la realidad hace ver, una y otra vez, que los hambrientos de negocio no escarmientan, por más que sepan que, al final, la codicia rompe el saco.
Así que hétenos de nuevo, y dale Perico al torno, llamando a filas y cavando trincheras, perdiendo el tiempo, el dinero y el humor por la última formación de necios que vienen a tocarnos en lo más sensible. Y una vez más, en la estrategia de respuesta, hay que desempolvar la argumentación de la sensatez, adaptada y enriquecida por la situación concreta y la experiencia acumulada; porque ya tenemos bastante ganado, y en esta ocasión, además, es la alcaldesa, heroína del medio ambiente aguileño, ya digo, la que no nos va a fallar.
Cómo no empezar diciendo que los agresores de hoy nos ofrecen un proyecto turístico en plena debacle del ídem. Pero esto, que pertenece a una cualidad –imposible de compartir por mortales ordinarios– de agudeza extrema y previsión sublime, no debe hacernos bajar la guardia. Conociendo los cerebros de nuestros políticos decisores, que no quieren enterarse de las ruinas que van dejando por dar paso a proyectos inviables, odiosos o ilegales, no puede extrañar que sigan embarcándose en aventuras desafiantes y en conflictos gratuitos de los que, las más de las veces, salen desplumados.
Tenemos a nuestro favor, como he marcado al principio y para elevar la moral del combatiente, presto siempre a dar el callo por la mala cabeza de otros, la indudable hostilidad de la alcaldesa socialista, Mari Carmen Moreno, a ese disparate de futuro incierto y conflicto seguro. La alcaldesa, que aprovecha cualquier ocasión para alardear del Parque Natural cuando promociona nuestro pueblo o encarga los folletos turísticos, tiene claro que no va a consentir que las fuerzas anti Parque, cansinas y desabridas, den un paso más mientras esté ella al mando. Por eso se lamenta cada día del apoyo indeclinable que prestó a esos agricultores de la Marina que saquean el Parque de sol a sol, así como el futuro de nuestra tierra, envenenándola con más fiereza que entusiasmo: nunca más, se dice, arrepentida de sus errores.
También ha revisado, doña Mari Carmen, la alocada ocurrencia que tuvo en su día de aprobar el Plan Parcial de la Urbanización de la Cola, cediendo –pura debilidad, típica de lideresas mirando siempre por su pueblo– a los negociantes de turno y sin fijarse que se saltaba tres o cuatro prohibiciones, toda ellas relacionadas con la salvaguarda de la flora, la fauna, la geología y el alma de nuestra tierra, en su más apreciada y simbólica valía: el Cabezo de Cope y su entorno de monte, mar y espíritu.
Dígase lo mismo, en cuanto a propósito de enmienda se refiere, por lo que atañe a la quema de residuos vegetales tóxicos que empresas locales practican cuando y como les da la gana, atufando y envenenando a la población aguileña: este asunto es más grave de lo que parece pensar la alcaldesa, que hasta ahora miraba y olía para otro lado, porque alguien, con razón, le puede buscar las cosquillas por ahí, que con la salud de los aguileños nadie debe jugar. Seguro que no lo va a hacer más, ni va a seguir escudándose en que eso es cosa del Gobierno regional, y da por fin el esperado puñetazo en la mesa.
Ha tomado nota, vaya que sí, la señora Moreno, de las sentencias que los tribunales de todas las instancias han establecido que el Parque Regional Cabo Cope-Calnegre está vigente, que ninguna actuación urbanística cabe en él y que todo lo que hay que hacer es protegerlo y mimarlo, no acosarlo ni deteriorarlo. Y como es lista, licenciada y todo, sabe que esta nueva inversión de camelo, con sus lujos insultantes, sus palmeras falsas y sus bungalows tramposos, son lo más parecido a una actuación urbanística que no quiere decir su nombre. Claro que lo sabe: desde el Ayuntamiento de Águilas se aprende cantidad de urbanismo, sobre todo si se ha hecho oposición a las corporaciones del PP y el mafierío que organizaron en el municipio en los años anteriores a su llegada triunfal de 2015. Eso no se va a repetir, se dice, tan convencida ella y dispuesta, por supuesto, a dar su vida, si así fuese preciso, por la integridad del municipio, la honradez de su mayoría municipal y, ni que decir tiene, el respeto a la ley, la norma, el reglamento, etc., etc.
Para todo esto sabe que puede contar con los duros de siempre: los que algunos de su entorno califican de mosca cojonera, esos a los que esta vez no va a hacer ni caso (porque gustan desprestigiar a quienes se preocupan, ya que ellos dicen que sí a cualquier listillo y patochada), de tan claro que lo tiene. Son esos mismos, los de pellejo encallecido y anchas espaldas, los que quieren ayudarla, brindándole el futuro éxito y su digno paso a la historia municipal, que tanta falta tiene de personalidades de valía y renombre (así como dramático exceso de farsantes e irresponsables de la vida política municipal). Distíngase, porfa, y renuncie a que esa pequeña historia la ligue también al ladrillo y a la deformación de nuestra tierra y paisaje, previa venta por engañosos, y miserables, platos de lentejas.
Empiece, ya puesta en orden de batalla, a asumir que la ausencia de un Plan de Ordenación de los Recursos Naturales del Parque, que es seguro que será lo primero a lo que quieran acogerse los nuevos invasores, ha de combatirse en los dos sentidos posibles (o con doble argumentación): en el negativo, porque de su inexistencia habrá que deducir que nada debe hacerse, hasta que esa norma no diga lo que tiene pendiente por decir; y en lo positivo porque, de la naturaleza del proyecto, resulta evidente su inadecuación a la situación jurídico-ambiental en presencia, sin el menor elemento que pueda contribuir o garantizar la conservación del Parque.
Y así, trabajando juntos, todo irá bien, hasta la victoria final. No vaya a desperdiciar sus bazas más oportunas, que no tienen por qué ser secretas: ya que, como alcaldesa –caso único en España, que se sepa– tuvo la oportunidad de nombrar como Hijo Predilecto a un ecologista histórico, cuente con él, encantada y de buen grado, para fortalecer el rechazo de esta iniciativa; e incluso invítelo a estar presente, como asesor extraordinario, cuando le lleguen los negociadores (“esos de traje y corbata, que son los peores”, como dicen los esquilmados de América Latina, siempre a la defensiva), y haya que explicarles por dónde deben tomar puerta. Gracias, alcaldesa, así se hace.
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