Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.
Los responsables de las opiniones recogidas en este blog son sus propios autores.
Este peatón sigue separando envases, vidrio y orgánico cuando va a tirar la basura, aunque siente que eso es una ingenuidad en un mundo donde la voraz e insostenible explotación humana arroja montañas de plástico a los mares y convierte las selvas en nada. Nos dicen que debe ser así para abastecer a toda la especie humana. Pero eso es falso. Lo único que guía a quienes, día a día, roban el mundo a las generaciones futuras, es la avaricia, el beneficio ciego y a corto plazo, la especulación.
Ya lo dijo Gandhi: En el mundo hay suficiente para todos, pero no para la avaricia humana.
¿Que todo esto que digo no tiene nada de nuevo? Ya lo sé. La novedad, y eso es lo que a uno le aterroriza, es la abierta desfachatez con que los gobiernos no sólo asumen que nos estamos cargando el planeta, sino que, además, se alegran y esperan obtener cuantiosos beneficios con ello.
Antes existía, al menos, el afán de maquillar la cosa, de guardar las formas. Ahora ni eso. La única explicación que se me ocurre es que todas estas empresas y gobiernos de comportamiento psicopático son conscientes de que ya no tienen oposición. De que pueden hacer lo que quieran sin miedo.
El caso más escandaloso es el del Polo Norte. El cambio climático (ese que, por cierto, Rajoy negó, igual que dijo que lo del Prestige eran unos hilitos de plastilina… y a ese hombre lo hicimos presidente, no está de más recordar) ha propiciado una reducción de la capa del hielo ártico del 30% en treinta años, derivada del aumento antinatural de las temperaturas. Esto está imposibilitando la supervivencia de tantas especies animales, y también de 135.000 indígenas, que ven cómo sus modos de vida ancestrales se les están deshaciendo, y no en sentido figurado, bajo los pies.
Se estima que para 2050 el casquete polar ártico será un recuerdo del pasado.
¿Y cuál es la reacción de los países más poderosos, los que deciden nuestros destinos, ante este desgarrador signo de alarma de que estamos haciendo mal las cosas? Pues parece ser que de franca alegría: ingentes reservas petrolíferas a la mano para explotar, caladeros de pesca aún sin esquilmar, nuevas rutas comerciales para los barcos gracias a la desaparición de esos molestos hielos… ¡Alegrémonos: aún nos queda planeta por deglutir!
Me pone la carne de gallina la desfachatez sin máscaras con que los gobiernos hablan de estas cosas. ¡Ni siquiera un poco de hipocresía! Lo llaman “desarrollo”, “crecimiento” y eufemismos aún más insultantes, cuando de lo que realmente se trata es de devorar el mundo.
Nada puede crecer eternamente. Es mentira.
¿Cómo se le queda el cuerpo a uno cuando ve que en el último siglo se han extinguido más especies animales que en centenares de miles de años, y todo a causa de la actividad humana? ¿Y cuando oye decir en una reunión de empresarios del sector turístico en Londres que “gracias al cambio climático” en unas décadas Inglaterra tendrá el mismo clima que Benidorm y que los empresarios británicos deben aprovechar esta feliz circunstancia para obtener beneficio? ¿Y cuando lees que decenas de activistas son asesinados impunemente en Brasil cada año por oponerse a las talas masivas en el Amazonas, ejecutadas por grandes empresas?
Pese al compromiso aún no firmado de los países ricos de reducir las emisiones en las próximas décadas, a uno, desde este rincón del mundo, le da la sensación de que nos precipitamos en barrena. Tal vez nos demos cuenta cuando hayamos convertido el planeta en una inmensa montaña de billetes de dólar que, por supuesto, sólo pertenecerán a unos pocos.
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