Dicen que la historia no se repite, pero rima. Dicen también que no se ha escrito nada original en los últimos dos mil quinientos años. Y, si lo piensas un poco, es cierto. Todas las historias que se han contado giran en torno a temas tan básicos como la ambición, la venganza, el amor o el desamor y la codicia. La obra de William Shakespeare recoge magistralmente estos arquetipos, aunque la realidad siempre tiende a superar a la ficción.
En esta ocasión no se trata de una historia de venganza: ese plato se servirá más tarde. Se trata, más bien, de un desafortunado Hamlet, que representado por Teodoro García Egea ha tratado de cumplir con sus obsesivos delirios de poder; convirtiendo Génova 13 en el escenario de una tragedia a la altura del dramaturgo inglés. En sus intentos de acabar con Claudio, interpretado en esta ocasión por la polifacética Isabel Díaz Ayuso, ha provocado un terremoto político en el solemne castillo de Elsinor, que profetiza el principio de una muerte anunciada de la supremacía del Partido Popular al frente de la derecha española.
Se sabe que los terremotos van ligados a las erupciones volcánicas, y por alguna casualidad que en realidad no lo es, el provocado por el dirigente murciano ha despertado volcanes dormidos. A todos nos iba genial sin que el fantasma de Esperanza Aguirre surgiese de ultratumba, revelando el secreto a voces que había sido la ruptura total de la omertá que el PP venía sufriendo desde hacía unos meses atrás. La amenaza del fenómeno Ayuso en la cultura popular de la derecha ha provocado el pánico en unos dirigentes que se veían impotentes ante un barco que lleva haciendo aguas desde que comenzaron a depender de la extrema derecha como clave de la gobernabilidad de sus territorios. Ayuso siempre se ha mostrado favorable a pactar con hooligans de ser necesario, no en vano su pasado falangista sale a la luz en determinadas ocasiones. Casado y Egea, conscientes de la situación, han intentado dejar fuera de juego al futuro del trumpismo en España, pero al margen de conseguir o no su propósito han debilitado sobremanera su posición política como cabeza de la oposición, regalando a Vox un protagonismo que, si bien y por una vez no han buscado, les viene como anillo al dedo.
Así, esta tragedia en tres actos queda a la espera de un desenlace que, como se ve venir desde hace ya algún tiempo, y como cierre arquetípico del género teatral al que venimos haciendo referencia, dibuja negros nubarrones sobre el futuro del Partido Popular y su imagen sólida de contrapeso a un cada vez más fracturado gobierno de coalición, que recibe esta noticia como un balón de oxígeno más que necesario para afrontar la última etapa de la legislatura, con el optimismo del que sabe que su enemigo ha sido, como Ofelia, arrastrado por el agua desde sus cánticos a una muerte de barro.
0