El otro día nos preguntó un periodista: “¿qué queda del 15-M?”. La respuesta es muy sencilla: del 15-M siempre nos va a quedar la hoja de ruta que debemos seguir para cambiar las cosas, nuestro referente permanente, nuestro GPS.
Seguimos teniendo las mismas ganas de cambiar nuestra sociedad, o incluso, más que hace 10 años. Y ahora, además, tenemos la oportunidad de sacar lecciones de todo lo vivido en este tiempo, tenemos la oportunidad de aprender de nuestros aciertos y nuestros errores.
Que nadie se equivoque: hoy no estamos aquí por nostalgia, hoy estamos aquí porque sabemos que el 15-M debe formar parte de nuestro presente y de nuestro futuro, y así será.
Por eso estamos aquí esta tarde, porque la impronta que el 15-M dejó en nuestras conciencias, es permanente y siempre va a ser para nosotras una seña de identidad. Somos militantes del Movimiento 15-M.
El 15-M vive y está presente en las luchas vecinales de nuestros barrios y pedanías, cuando nos organizamos y movilizamos para recuperar o conquistar servicios públicos para la gente trabajadora. Cuando salimos a la calle a defender nuestra huerta, nuestro patrimonio histórico, nuestra cultura local y nuestro medio ambiente frente al urbanismo salvaje.
El 15-M está presente cuando construimos un sindicalismo alternativo, desde abajo, por supuesto. Cuando nos empleamos a fondo en nuestros centros de trabajo para que nuestros compañeros y compañeras sean capaces de superar su miedo a reivindicar sus derechos…y desde luego, cuando aunque no trabajemos en esa empresa, acompañamos esa lucha porque también la sentimos como nuestra. Y es que sabemos que para mejorar nuestras condiciones de vida, la gente trabajadora no podemos permitirnos el lujo de no ser valientes, o de no ser comprometidas.
Porque no nos resignamos a que nos exploten, porque queremos derogar las reformas laborales que nos han colado partidos traidores a la clase obrera, y porque seguimos gritando que “el problema no son los contratos basura, sino la basura que nos contrata”.
El 15-M está presente en los feminismos y en el activismo trans-lgtb. Porque sabemos que el heteropatriarcado y la intolerancia es nuestro enemigo acérrimo. Pero ¡ojo!, como Rosa nos enseñó: “Quien es feminista y no es de izquierdas, carece de estrategia, quien es de izquierdas y no es feminista, carece de profundidad”.
Por eso, nuestro feminismo y nuestro activismo es el anticapitalista, el verdadero. El liberal que se lo quede Ana Patricia Botín, no nos interesan esas milongas.
Es 15-M la movilización por el soterramiento de las vías en los barrios del sur, claro que sí. Pero es 15-M al 200% la lucha por la absolución de los jóvenes de las vías frente a un aparato policial y un sistema de justicia que, 40 y tantos años después, aún no se ha sacudido la peste a estiércol de águila. Decir alto y claro que la lucha por el soterramiento no habrá acabado hasta que sean absueltos los jóvenes de las vías, es 15-M.
Porque el 15-M significa solidaridad con nuestra gente, que nos duela y nos indigne la injusticia con los de abajo.
Son 15-M los Yayoflautas yendo a la otra punta de Murcia a parar un desahucio, o saliendo a la calle a denunciar que nuestros barrios se están llenando de casas de apuestas y que ésa es la “heroína” del siglo XXI. 10 años después, aquí siguen los Yayoflautas al pie del cañón…por eso cuentan con toda nuestra admiración.
Es 15-M Santos, plantándole cara a los jerarcas de Mercamurcia a pesar de las amenazas y el acoso de esta empresa pública, decidido a no dejarse explotar más. Es Kawide combatiendo la precariedad laboral en la estación de autobuses y derrotando a quienes, ignorantemente, subestimaron la fuerza que tiene la clase trabajadora cuando está unida. Es Antonio peleando día tras día para que las trabajadoras de la limpieza recuperen su jornada de trabajo, porque no pagamos impuestos para que las Administraciones públicas permitan sueldos de miseria. Son los trabajadores de Latbus, sin desfallecer hasta acabar con el ERTE que tanto daño ha hecho a muchas familias.
Son 15-M las miles de personas integrantes de las redes de apoyo mutuo de Murcia, Cartagena, Lorca, Totana,...que tienden una mano amiga a quienes más lo necesitan. Personas de todas las edades, de todas las condiciones, de todos los orígenes, unas veces por urgencias de la pandemia, otras por la precariedad extrema de la vida. “La solidaridad es la ternura de los pueblos”, y eso lo sabe el 15-M.
Es 15-M hartarse de escuchar a tertulianos a sueldo de la élite económica quejarse de que haya ardido un contenedor, es decir ¡basta! y salir a la calle a unirse a quienes intentan evitar que una familia se quede sin techo. Porque el 15-M es recordar que “violencia es cobrar 600 euros”, como decíamos hace 10 años.
Pero no sólo eso: es violencia que se ataque permanentemente a nuestro sistema público de pensiones, violencia es exprimir a nuestros sanitarios y sanitarias por falta de recursos para la sanidad pública, violencia es el clasismo de los “cayetanos”, violencia es perseguir y despreciar a quien arriesga su vida en el mar para llegar a aquí conformándose con hacer los trabajos que nadie quiere (en el campo durante 12 o 14 horas, cuidando a nuestros mayores, etc.), violencia es que se especule con nuestro derecho básico a tener una vivienda (unas veces con la burbuja inmobiliaria y, otras, con la burbuja del alquiler) y, encima, que para justificarse nos digan “es el mercado, amigo”.
El 15-M es hacer honor a lo que decía un guerrillero argentino tan cuerdamente loco como para reprochar que “la Revolución se lleva en el corazón para morir por ella, y no en la boca para vivir de ella”. ¡Cuánta razón!
No es 15-M el arribismo ni el oportunismo, no lo es “el haz lo que yo diga, pero no lo que yo haga”, no lo es venderse por un sueldo o una liberación. Ésa es una de las principales lecciones que debemos aprender de estos 10 años: los arribistas y los oportunistas tienen que estar lejos, porque a veces causan un daño irreparable. Por el bien de todas, debemos sacudirnos a esta clase de gente igual que espantamos a las moscas.
Porque el 15-M es compromiso militante. Pero no militar de forma sumisa, aborregada y acrítica con una marca, un logotipo y unos colores…para eso ya se inventaron los equipos de fútbol. Cuando nos olvidamos de eso, el 15-M encoge, se diluye.
El 15-M es que a una persona le digan que no es gente “de aparato” y esa persona se sienta orgullosa de escucharlo. El 15-M es militar estando comprometidos con unos valores, con un proyecto de sociedad que hemos de empezar a construir empezando en nosotros mismos y en nuestras propias organizaciones y colectivos mirando hacia dentro.
Por eso el 15-M es tener voz propia, ser capaz de decir que no estamos de acuerdo con algo o que se pueden hacer las cosas mejor. Es repudiar a quienes sólo pretenden apostar a “caballo ganador”. Porque, como decía Eduardo Galeano, “no vale la pena vivir para ganar, sino vivir para actuar según tu conciencia”.
Porque el 15-M es la vacuna infalible para derrotar a los que quieren un nuevo franquismo sin el maldito Franco.
Porque para una república social, con democracia real y participativa, donde prime la inteligencia colectiva…para eso necesitamos al 15-M por encima de cualquier otra cosa.
Y es que, como dicen los zapatistas, no soñamos con cambiar el mundo, soñamos con que el pueblo tome conciencia. Porque cuando el pueblo tome conciencia, ya no necesitaremos sueños.
Todo eso es 15-M, y hoy aquí está más presente que nunca.
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