Ignoro el placer que puede experimentar alguien que tenga por mascota un perro de raza considerada potencialmente peligrosa. Supongo que será excitante, pero yo no consigo entenderlo. Y peor aún, si al animal no lo tiene al día en lo que a identificación, permisos y vacunas se refiere. Suelo fijarme a menudo en el tremendo parecido fisonómico que guardan algunos propietarios con sus perros. Y es raro ver a un armario de gimnasio con un Yorkshire Terrier, un Pomerania o un Bichón Maltés. O a un escuchimizado con un Doberman, un Pitbull o un Dogo Argentino.
Hace días, en un lugar idílico junto al río Segura, donde dicen que su microclima produce los mejores y más sabrosos melocotones en temporada -con permiso de los de Cieza-, aconteció una tragedia cuando una anciana de 96 años fue atacada por dos perros, en la puerta de su casa, mientras daba de comer a unos gatos. A decir de algunos testigos, los animales, que se escaparon del recinto donde estaban encerrados, se ensañaron con la pobre mujer, hasta el punto de provocarle heridas que la llevaron a morir días después en el hospital.
Cuentan de Josefica, como así era conocida esta vecina de la pedanía de El Paraje, en el término municipal de Alguazas, que aún conservaba parte de la vitalidad de antaño, a pesar de su longevidad manifiesta. Que iba a la compra y que llenaba su vida, entre otras cosas, dando de comer a una colonia de felinos que moraban por las inmediaciones de su vivienda. Que de joven trabajó en la industria conservera de la cercana localidad de Molina de Segura, hasta la que se trasladaba a pie, y que todavía le quedaban ganas para participar en actividades de la asociación vecinal. Y que la gente de su entorno la quería, en pocas palabras. Sin embargo, todo acabó hace unos días cuando una imprudencia temeraria provocó un triste y doloroso final.
Porque si la irresponsabilidad pudo estar en el origen del accidente, esta no disminuyó un ápice cuando leímos las declaraciones que días después realizó al periodista Jorge García Badía, en El Español, el propietario de los animales. El joven, de 24 años, que debe intuir la que le puede caer por su imprudencia, no sé si aconsejado por su abogado, exhibió una demostración de conocimientos médicos, sobre los motivos por los que murió Josefica, que apabullarían al Nobel de este año. Contaba que sus fuentes eran del propio hospital, donde aseguró que visitó a la mujer tras el ataque de los perros, y que incluso estuvieron ambos riendo y haciendo comentarios jocosos. Hay que tener unas tragaderas…
Alegar que no tenía a los perros en regla por falta de ingresos es como conducir un coche sin seguro, tener un percance y explicarle a la Guardia Civil, cuando se persona, que estás cobrando un exiguo subsidio por desempleo. Lo que es evidente es que a Josefica nada le va a devolver su vida, sus paseos por la huerta, ir a hacer la compra, cuidar y regar sus macetas, su desveló por los gatos callejeros. En el Reino Unido, el primer ministro anunció en septiembre que van a prohibir que sus ciudadanos adopten perros de determinadas razas de riesgo, después de que se produjeran ataques de estos animales, considerados muy peligrosos, incluido a un niño que murió.
Al dueño de los perros de El Paraje le puede caer una sanción de 200.000 euros, con independencia de la pena que se derive de un proceso judicial por presunto homicidio imprudente. “Son cachorros; solo le dieron dos mordiscos” rezaba el titular de su entrevista, rayando esas palabras suyas lo insolente. Me sonó como aquella gente que te abre la puerta de su casa, cuando vas a visitarla, y te recibe, acompañado de un enorme pastor alemán que ladra con fiereza y exhibiendo los colmillos. O cuando en un parque, sueltan al perro de la correa y este corre hacia ti y se te enfrenta como extraño que eres para él: “Pero si no hace nada…”, suele decirte su propietario, con voz queda y cara de gilipollas. Ya, pero átalo y luego me lo cuentas. Que el racional se supone que eres tú y no él.
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