La interpretación del informe del Consejo de Estado que todo el mundo conoce y que este hará público cuando termine la tramitación ha levantado una terrible polvareda. Las interpretaciones son tan diversas como los territorios en disputa. Un excelente resumen pueden encontrarlo en este hilo de Juan Antonio Ortega. Si lo siguen pueden hacerse una idea lo que dan de sí 95 páginas para los diferentes periódicos.
El trasvase empezó con la II República, a ella correspondió su diseño, se construyó durante la dictadura y se terminó e inauguró con la democracia. Su llegada y desarrollo contrasta con el hundimiento de la industria conservera, la reconversión industrial y la posterior victoria del PP en el 95. Este no sólo levantó la legislación que protegía el Mar Menor, sino que protegió y negó los regadíos ilegales, mientras acusaba a quienes los denunciaban de malos murcianos y cosas peores.
El problema nunca ha sido el trasvase, ha sido su gestión, las irreales expectativas y la avaricia de unos pocos. Ejemplos de ellos, el aumento sin control de hectáreas regadas que vierten sus aguas sobre las ramblas que desembocan el Mar Menor; los intentos, fracasados, de transformarnos en la Florida europea a base de ladrillo, campos de golf y espejismo de parques de atracciones que lo único que nos han dejado ha sido un aeropuerto sin aviones y una conexión de AVE con Alicante. Hechos todos ellos que coinciden con el pegajoso lema del 'Agua para todos'. Este, desligado de la realidad, enlazaba con el mito bucólico del agricultor que ha dejado de serlo y se ha olvidado de los sabañones, el frío y las manos encallecidas.
El largo informe, que todo el mundo ha leído, pero nadie ha publicado, no viene a decir nada nuevo: los caudales del Tajo se encontraban infraestimados y necesitan ser regulados, mientras que los del Segura están sobreestimados. El mantenimiento del trasvase no puede ser desligado de esta posibilidad, que ha de someterse a un necesario control. Ante la necesidad de aumentar los caudales ecológicos, situación conocida por los regantes, el Levante socialista intentó negociar a través del Consejo del Agua una demora para que no interfiriera con las elecciones de mayo, cuestión que no fue aceptada por la ministra. Es necesario tomar decisiones y hacerlo ya.
No cabe más remedio que ser conscientes de que debemos tender a una racionalización de la situación que conlleve: por un lado, un aumento de los fondos de inversión que permitan exportar agua desalada al interior a través de los canales post trasvase y, por el otro, una reducción de los caudales que llegan al Campo de Cartagena, que deberán ser conducidos al interior para cesar la sobreexplotación de los acuíferos, mientras se inicia un proceso de reconversión hacia una industria aprovechando el proceso relocalizador que se avecina.
Además, es posible que el agua termine haciendo el camino inverso si el cambio climático sigue agravando la situación. Máxime, cuando la saturación de Madrid hace que su población, concienciada ecológicamente, se desplace hacia las provincias limítrofes exigiendo el cumplimiento de la legislación europea de caudales ecológicos, al tiempo que demanda más agua para beber. Una disyuntiva que no era nueva y que hizo que el Gobierno nacional articulase la construcción de las desaladoras como fórmula para acompasar la situación, mientras el regional hacía lo propio con una desaladora que anda en los tribunales y que todavía hipoteca el presupuesto. No se podía hacer peor.
Frente a quienes miran al futuro en Murcia, una vez más anclados en el pasado y en una agricultura que, no solo no representa nuestro principal componente del PIB, sino que puede hipotecar el futuro de la Región, no solo ya por el estado del Mar Menor, sino por su incapacidad de vislumbrar el porvenir. Un futuro que, por otra parte, ya aparecía evaluado en sus propios informes y que nos muestran que eran conscientes de que esta situación iba a llegar. Sin embargo, tirados al monte y agostados en el pasado, en vez de plantear políticas de futuro ha decidido jugar al electoralismo barato que ya a nadie engaña. La secuencia de portadas y la sobreactuación del Gobierno regional nos muestra la falta de miras, la incapacidad y, sobre todo, el temor de un Gobierno regional a un proceso industrializador que haga cambiar sociológicamente el marco que les ha dado la victoria hasta ahora.
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