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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Lazarillo, el crítico

Silvia Nortes Manjavacas

Murcia —

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Allá por el 2002, cuando servidora cursaba 2º de E.S.O., la lectura de El Lazarillo de Tormes era obligada, y nuestros conocimientos sobre la obra, examinados. Si me preguntan qué recordé de ella durante los años siguientes, no podría decir más de uno o dos detalles. Pero esa perpetuidad que reviste a los clásicos hizo que lo releyera tiempo después, ya con más años e inquietudes. Y al hacerlo me ratifiqué en dos asuntos: primero, estas obras universales deberían ser de obligada lectura no con 13 años, sino en la enseñanza universitaria, cuando somos capaces –o deberíamos- de extrapolarlas y darles un sentido crítico.

Y segundo, ¿de qué sirve contar con una historia de la literatura tan prolífica como la castellana, si nada aprendemos de ella? Hace unos días escuché a una buena señora opinar lo siguiente en relación a los presuntos abusos sexuales por parte de sacerdotes: “Si no nos podemos fiar de los curas, ¿entonces qué?”.

Lazarillo vio en el clérigo un alma envidiosa y avara. No es ya al oscurantismo que rodea a la Iglesia a lo que me refiero, sino a la falta del hábito de cuestionar. Al igual que esta señora jamás se habría planteado que un cura obrase con malicia, España ha permanecido ciega ante la bellaquería de la clase dirigente.

La comodidad del bipartidismo nos ha estancado en una especie de letargo en el que las noticias políticas giraban en torno al “y tú más” o a debates manidos sobre presupuestos o educación. Una educación, por cierto, muy chaquetera. Siempre al servicio de la izquierda o la derecha, pero nunca al de los educadores ni al de los educados. Y seguramente sea ahí donde yace el problema. Por ese chaqueterismo, el Lazarillo interior que todos deberíamos cultivar ha estado tanto tiempo descansando en una playa de las Bahamas –con dinero público, claro-.

La España democrática ha pasado por ocho reformas de la enseñanza media, ninguna de ellas aprobada por consenso. LGE, LOECE, LODE, LOGSE, LOPEG, LOCE, LOE y, por supuesto, la famosa ‘Ley Wert’. Y ¡vaya!, casualmente la asignatura de Religión ha sido un foco de discrepancias. Obligatoria o no, prevalencia de contenidos acerca de la Iglesia Católica sobre otras confesiones…

Muchas horas de debate, por tanto, dedicadas al papel de la religión en el sistema educativo, y muy pocas al desarrollo de una personalidad crítica. ¿Cuántas horas lectivas se dedican al debate constructivo entre los alumnos? No es un dato del que disponga, pero algo me dice que no son muchas comparadas con las dedicadas a, por ejemplo, leer como autómatas El Lazarillo de Tormes, esa obra que los más de los estudiantes olvidarán en los minutos posteriores al examen.

Ahora toca una comparación de esas tan odiosas pero también tan necesarias. Durante mis estudios de postgrado en Reino Unido, ni a mis compañeros ni a mí se nos examinó. De nada. En ningún momento. En su lugar, escribimos cada uno de nosotros alrededor de quince ensayos a lo largo del curso, en los que exponíamos una teoría, un hecho histórico, una línea de pensamiento… e, increíblemente, la criticábamos.

Un 25% se destinaba a la puesta en contexto, y un 75% al desarrollo de nuestro análisis. No había que memorizar. Había que PENSAR. Para la mayoría de mis compañeros era algo normal, estaban acostumbrados a hacerlo desde que tenían uso de razón. Para mí, era casi una novedad, porque incluso en Periodismo se nos examinaba ‘de memorieta’.

Y así estamos ahora, abriendo los ojos a las corruptelas como quien es despertado por un chorro de agua fría en la cara. No es cuestión de que debamos destapar estafas fiscales cada uno desde nuestra casa, en los ratos libres del trabajo o mientras hacemos 'footing'. Pero sí es nuestra obligación para con nuestro país, para con nosotros mismos, el cuestionar lo que nos viene dado, lo que leemos, lo que oímos, lo que vemos. Convertir la connotación negativa de la picaresca en un arma de supervivencia frente a los ‘amos’ con los que nos toque convivir.

Por eso me inquieta más, buena señora, que no nos podamos fiar de los políticos que escriben páginas lóbregas de esta novela que es España. Y por eso admiro a aquellos dispuestos a analizar, autocriticar, y escribir un capítulo nuevo. Un capítulo con menos borrones. Un capítulo del que todos podamos aprender.

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