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Los 'marrones' de la herencia Barcina

Yolanda Barcina, expresidenta de Navarra.

N. ELIA

“Señorías, ante esta Cámara me comprometo a ser austera y a no acometer nada que pueda suponer el gasto ineficaz de un solo euro público”. Éste fue el principal compromiso que adquirió Yolanda Barcina durante su discurso de investidura como presidenta navarra al comienzo de la VIII Legislatura, a mediados de 2011. “Máximo rigor en la gestión del gasto público” era su moneda de curso legal al frente de la institución.

Desde que por primera vez en 1996 accedió a un cargo electo, a Yolanda Barcina le ha preocupado mucho vincular a su imagen el valor de buena gestora. El balance de sus casi 12 años al frente de la alcaldía de Pamplona se resumió como una “gran gestión”. Y el de su paso por la presidencia del Gobierno foral lo describió con esta frase, refiriéndose a ella misma en tercera persona: “La gestión del Gobierno foral que encabeza esta presidenta ha permitido recuperar el equilibrio de las cuentas públicas y mantener a la Comunidad Foral con los mejores indicadores del país en servicios sociales, en educación y en salud”.

Gestión, gestión y más gestión

Es lo que exigió a los consejeros de su Gobierno el día que tomaron posesión de sus cargos, en julio de 2011: “El Gobierno de Navarra y cada uno de quienes lo componemos va a exigirnos una gestión rigurosa e intachable”. El suyo iba a ser el Gobierno de la gestión más exquisita, dirigido por la primera mujer presidenta de Navarra y que, previamente, había sido la primera mujer alcaldesa de Pamplona y que, además, era la primera presidenta de UPN.

Hubo, sin embargo, manchas muy notables en el impecable panorama de gestión con el que Barcina pergeñó su gabinete. En 2012, y tras ser acusado de un delito de blanqueo de dinero por importe de 180.000 euros, el segundo consejero de Servicios Sociales de Barcina, Jesús Pejenaute, se vio obligado a dimitir. Un lunar negro en la inmaculada hoja de servicios de la que Barcina presumía cuando eligió a sus consejeros: “”He buscado las mejores personas que he considerado para el equipo del Gobierno de Navarra, personas de acreditada gestión y de gran experiencia política“, se enorgullecía Barcina al principio de la legislatura.

Gestión de la deuda pública

Cuando accedió a la presidencia foral, tenía previsto terminar la legislatura saliendo por la puerta grande de la “excelencia en la gestión”, otra de sus frases de referencia. Y no puede acusarse a la ex presidenta de no haberlo intentado, al menos en la proyección de su imagen pública. Su última intervención antes de que otra mujer, Uxue Barkos, la sucediese como jefa del Ejecutivo, estuvo repleta de autohalagos hacia su gestión. E investida de una supuesta objetividad derivada de que los datos que facilitó procedían de “fuentes externas al Gobierno” como el INE o el informe Pisa, por citar algunos ejemplos.

En realidad, aquel “balance de gestión” fue una gigantesca tabla comparativa en la que los servicios del Gobierno habían trabajado, y duro, para poder entresacar de los datos aquellos que les permitieran afirmar que la gestión de Barcina había colocado a Navarra en una mejor situación que la que atravesaban otras comunidades autónomas.

Así, tras asegurar que “la gestión del Gobierno de Navarra ha permitido equilibrar las cuentas públicas”, Barcina añadió que “según los datos publicados por el Banco de España, Navarra es la comunidad que menos ha incrementado su deuda pública entre los años 2011 y 2014: 4,6 puntos de su PIB, casi la mitad que en el conjunto del país (8,9 puntos de PIB de incremento)”.

Con los mismos datos del Banco de España que empleó Barcina para destacar su gestión frente a las demás autonomías, puede extraerse otra lectura, igualmente cierta pero muy poco elogiosa hacia la gestión de Barcina: La deuda pública se duplicó durante el mandato regionalista. Pasó de 1.690 millones de euros en 2010 a 3.197 millones al final de la legislatura, es decir, había llegado al 17,9% del PIB y rozaba el límite impuesto por la Hacienda estatal del 18,1%.

Gestión de los funcionarios públicos

Barcina se desenvolvió siempre como pez en el agua en los actos institucionales de homenajes, presentaciones, inauguraciones y imposiciones de medallas varias. Y, siempre que pudo, habló del pilar de su imagen pública, la gestión. Por poner un ejemplo. El 13 de febrero de 2012, durante un acto de homenaje a los funcionarios jubilados el año anterior, la presidenta presumió de defender la función pública a través de “la buena gestión de los recursos económicos”.

Apenas 15 días más tarde, el Gobierno de Barcina aprobó un recorte en capítulo de personal de 25 millones para 2012. Los recortes se aplicaron posteriormente durante todo el mandato de Barcina. Pero hubo más. En septiembre de 2012, Barcina eliminó la paga extra de Navidad de los funcionarios y aprobó adelantar la paga extra de junio a enero. Planificó este adelanto hasta junio de 2015. Barcina estaba tan satisfecha con su gestión que llegó a recomendar a otras CCAA que adoptaran “la receta navarra” para ahorrar en el capítulo de personal.

Llegada la fecha en la que concluía su planificación, el nuevo Gobierno se ha encontrado con que esta gestión de la paga extra supone una deuda pendiente con los funcionarios que no puede pagar por la escasa disposición económica de las arcas forales. Así que la consejera de Interior, María José Beaumont, ha tenido que negociar con los sindicatos una fórmula que vuelve a diferir el pago de la extra que retuvo Barcina hace cuatro años.

Gestión para el buen uso de los fondos públicos

Septiembre de 2011. En uno de esos actos institucionales que presidía y en los que tanto se prodigó (en este caso la presentación del equipo de fútbol sala Triman Navarra), la presidenta Barcina emplazó a las entidades deportivas y a las instituciones navarras a autorregularse para “articular un modelo de gestión capaz de demostrar a la ciudadanía la rentabilidad y el buen uso que se realiza de los fondos públicos”. Unos meses más tarde, el Gobierno de Barcina cambió el sistema de concesión de ayudas a las federaciones deportivas de Navarra para lograr una “gestión más rigurosa en el control de los fondos públicos”. En lugar de financiar los actos deportivos de base con convenios, como hasta entonces, Barcina pasó a aportar un porcentaje de las actividades que desarrollase cada federación. El resultado: en muchos casos eran las propias federaciones quienes tenían que adelantar el dinero para organizar sus eventos. De las 43 federaciones deportivas de Navarra, un total de 41 representantes, que aglutinaban a más de 1.100 clubes, terminaron movilizándose en la calle para protestar por este cambio en la gestión de los fondos públicos. Haciendo oídos sordos a las críticas, una de las últimas normativas que aprobó Barcina antes de salir del Gobierno fue, precisamente, la convocatoria de ayudas a las federaciones deportivas. El actual Gobierno tiene las manos atadas durante este año para intervenir el legado de la gestión de Barcina.

Gestión a los tribunales: consecuencias muy caras

“Los ciudadanos y las empresas demandan de las Administraciones públicas el máximo rigor en la gestión del gasto público. El Gobierno de Navarra no acometerá nada que no tenga garantizada su financiación, o que pueda dejar una carga insostenible para el futuro”. Las palabras de Barcina en su discurso de investidura estaban, posiblemente, llenas de buenas intenciones. Pero no le dejan en buen lugar después de comprobar las carísimas consecuencias que se derivan de la gestión regionalista para las arcas públicas en la actualidad.

El Pabellón Navarra Arena, con un gasto público reconocido que ronda los 60 millones de euros, no sólo sigue vacío y sin uso, sino que puede suponer un sobrecoste de más de 5 millones si salen adelante las reclamaciones presentadas por los constructores del pabellón; la Ciudad del Transporte -a la que la consejera de Interior se refirió como un “marrón” a gestionar por el nuevo Ejecutivo- puede suponer un “quebranto” para las arcas públicas de casi 50 millones de euros, de prosperar el auto que establece el precio de los terrenos que fueron expropiados por anteriores gobiernos de UPN para la construcción de esta infraestructura; pero el conflicto estrella fue el contencioso entre Navarra y el Estado por quién debía cobrar el IVA de Volkswagen, que mantuvo en vilo al propio Gobierno de Barcina hasta que, a finales de su mandato, llegó a un acuerdo con el Estado y Navarra se vio libre de una deuda de más de 1.500 millones de euros. Una buena gestión de la presidenta Barcina, de no ser porque, a finales del año pasado, el Gobierno de Barkos alertó de que no había nada firmado sobre dicho acuerdo. Todo se había quedado en el anuncio público y verbal entre Barcina y el ministro Montoro, pero el Gobierno de Barkos carecía de los documentos oficiales que lo ratificasen.

Gestión de Barcina: por sus hechos les conoceréis

Además de la gestión, una de las frases preferidas de Barcina para salir airosa de cualquier situación incómoda era esta: “Yo soy una mujer de hechos, no de palabras. Por mis hechos me conoceréis”. Los hechos son que, al final de su mandato como presidenta, la deuda pública de Navarra se ha multiplicado por dos y no deja margen de maniobra al actual Gobierno; sus palabras fueron “el Gobierno de Navarra no acometerá nada que no tenga garantizada su financiación, o que pueda dejar una carga insostenible para el futuro”, y los hechos son que al actual Gobierno le crecen las deudas comprometidas por Barcina y las reclamaciones económicas millonarias por su gestión.

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