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Cooperación al desarrollo, una oportunidad para incidir en la igualdad

Un proyecto de la organización AIGMIN, en colaboración con Mugarik Gabe, en Guatemala.

Garikoitz Montañés

La cooperación al desarrollo también puede generar problemas de igualdad. Si, por ejemplo, se conceden microcréditos para desarrollar iniciativas productivas y se decide que la propia comunidad de destino los reparta, el dinero puede acabar siendo gestionando únicamente por los hombres. O, si se otorgan únicamente a las mujeres, existe la posibilidad de fomentar la carga de trabajo, la suspicacia o la competitividad. Este es solo un ejemplo, muy básico, que desde la Organización No Gubernamental Mugarik Gabe Nafarroa ponen para explicar por qué es necesario adoptar una perspectiva de género en este tipo de proyectos. Para incidir en ello, la entidad organiza en colaboración con la Universidad Pública de Navarra desde este lunes y hasta el 19 de noviembre el curso La perspectiva de género en la cooperación al desarrollo.

Esta cita suma ya 14 ediciones y su objetivo es llegar tanto a estudiantes (especialmente los centrados en trabajo social) como a personas vinculadas a asociaciones o al público en general y ofrecerles consejos básicos a la hora de llevar a la práctica estos proyectos de cooperación y lograr, paso a paso, el empoderamiento de las mujeres. Mugarik Gabe, que opera en Navarra desde 1987 y surgió sobre todo para activar proyectos centrados en derechos humanos e internacionalismo, ha desarrollado trabajos en zonas de América Latina, tanto en el centro como en Sudamérica, como México, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Colombia y Ecuador. En cuestión de cooperación y género, se ha convertido en “un referente” en “algo que a menudo no se tiene en cuenta”, que es la relación desigual entre hombres y mujeres, explica la técnico de proyectos de la ONG, Ane Iturmendi. “Si diseñas un proyecto con unos beneficiarios con una posición igualitaria de partida, el impacto va a ser muy diferencial”, detalla. Y, en el peor de los casos, incluso se puede fomentar esa desigualdad.

La situación de la mujer en América Latina, aunque varía en función del país e Iturmendi habla en términos generales, tiene “unas brechas enormes”, que en cuestión de salario puede rondar el 30%; además, alrededor de un 35% de mujeres son cabezas de familia en solitario, más de la mitad de las chicas ha sufrido en algún momento de su vida un episodio de violencia, y todavía hay mucho camino de recorrer en salud sexual y reproductiva, ya que la interrupción voluntaria del embaraza está prohibida en muchos países y sin atender a supuestos.

Para contribuir con la cooperación al desarrollo a cambiar esta situación, Iturmendi recomienda incluir este enfoque de género en todos los proyectos, que permitan poco a poco cambiar roles. Para ello, es clave fomentar la participación en los países del Sur y que los diseños involucren a la población beneficiaria, para que decidan las acciones a llevar a cabo; hay que realizar un buen diagnóstico de la situación; plantear el impacto que lo que se realice tenga en hombres y mujeres y, por último, incidir en la educación para llegar a las nuevas generaciones.

La brecha laboral

Pero la pregunta es: ¿pueden las ONG plantear medidas de género cuando, precisamente con la crisis, en países como España se ha acentuado la brecha laboral entre hombres y mujeres? “Somos muy conscientes de los problemas de aquí y, aunque hagamos sensibilización con los problemas de los países del Sur, también hacemos activismo, por ejemplo, contra la violencia que hay aquí sobre las mujeres”, explica Iturmendi.

Este y otros temas serán los que se abordarán, a partir de este día 3, en este curso, que se desarrolla de lunes a jueves de 17:30 a 20:30 horas durante tres semanas. Las inscripciones siguen abiertas porque, por el momento, hay pocos alumnos y alumnas registrados. Desde la ONG, no obstante, esperan atraer a personas dispuestas a visibilizar el trabajo de las mujeres en América Latina y contribuir a unas relaciones más igualitarias.

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